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-¿Qué pasa Dani? -preguntó Mateo mientras acariciaba la mano de Manuel-.
-Nada, ¿Por?
-Estas re distraído. No hiciste ninguna de tus vueltas al colegio para saludar.
Reí y subí las cejas.
-Pasa que tengo sueño -me excusé levantándome del piso-. Ahora que me hiciste acordar, voy -sonreí-.
Y comenzó la parte favorita de mi rutina. Saludaba a todos con una sonrisa y con mucho entusiasmo.
A veces no sabía como le hacía para ser tan sociable. ¿A eso se le llamaba ser sociable? Porque yo solo me junto con Mateo y Manuel, con el resto solo nos llevamos bien.
Terminé mi recorrido por los pasillos y, cuando estaba volviendo, un grito me frenó. Giré hacia su dirección y vi como levantaba su brazo, haciéndome señas para que me acerque.
-Hola -saludé cuando estuvimos enfrentados-.
-Hola -sonrió. No pude evitar llevar mi vista hacia su boca-. ¿Todo bien, Dani? -metió sus manos en el bolsillo del pantalón-.
-Si.
-¿Paseabas?
-Saludaba.
-Veo que sos un chico bastante sociable.
-¿Cómo es que no te he visto antes?
-No has prestado suficiente atención a tu alrededor. Deberías hacerlo, puede ser peligroso -aconsejó-.
-Gracias -dije dudoso-. Tengo que irme con mis amigos. Nos vemos, Valen -saludé y me fui sin esperar que responda-.
Tenía linda sonrisa.
Metí mis manos en los bolsillos de mi campera y saludé a los que me encontraba en el camino.
El timbre sonó justo cuando llegué a la puerta del aula.
