ALICIA EN SU NUEVO TRABAJO.

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LAS CARTAS DE "EL CLUB 69 DE ARIES."

LA SIRVIENTA.

CAPÍTULO 01

Esta carta que escribo Aries es de parte de su lectora de nombre Alicia Rosas Rico. Estoy muy contenta de haber conseguido y haber podido leer su libro llamado:
“NEGOCIO REDONDO” violencia, drogas y sexo el camino a la perdición.
Es un libro erótico, es sádico, muy atrevido y sumamente caliente... quiero dejar en claro que es cierto, hoy en día hay mucho abuso para las mujeres que trabajan como sirvientas,
porque personalmente yo siempre busco trabajo de mucama, sirvienta, gata, ama de llaves, chacha, etc. etc. etc. Si como lo saben, mucha gente nos menosprecia y hasta abusa de nosotras en el sentido de darnos mucho trabajo y pagándonos muy poco por lo que hacemos,
como no mencionarlo también abusando sexualmente de nosotras, somos la clásica amante del patrón cuando su esposa está ausente, ¿Quién no lo sabe?
Hasta hay infinidad de chistes, pero ahora en estos tiempos de igualdad o libertinaje, ya hasta somos amantes también de las esposas, cuando el marido está fuera de casa.
Aunque yo sé que este libro titulado:
“NEGOCIO REDONDO”. Es solo imaginado, pero quiero hacer conocer que la realidad supera a la ficción.
Ser “gata”, no siempre es perder y humillarse, mira con un buen cuerpo, como de estas mujeres que las describe en el libro, tu cuerpo es lo mejor que una sirvienta puede usar,
para poder sacar ventaja de cuando te dan confianza de entrar a una casa, donde en realidad no saben quién eres tú, creo que el arriesgue es mutuo, para los dos, porque uno:
Tú no sabes las intenciones de tus nuevos patrones, si abusaran de alguna manera de ti.
Y dos:
Ellos no saben tus intenciones tampoco, si realmente trabajarás con honradez, ya que te dejarán sola en su casa, mientras ellos salen a trabajar o a disfrutar de la vida, en fin.
Para ser “gata” hay que ser muy servicial, muy limpia, pulcra, humilde, puntual, honesta, y si quieres lograr el verdadero éxito, entonces traza un plan, tienes que ser paciente y ser una puta, sí, como lo lees, puta, bueno un poco puta, bueno no, tienes que ser muy, muy puta, pero de las putas listas, saber tu misma por qué vas a dar las nalgas, a una mujer o un hombre da igual, así lograrás el éxito tan deseado.
Esta es mi historia, espero que te guste y la publiques en algún libro, guárdese las regalías Aries, porque yo ya tengo mucho dinero con mi propio negocio, que resultó ser también un "NEGOCIO REDONDO".
Porque este negocio medio placer, mucha diversión y mucho pero mucho dinero. Bueno, pero comencemos, déjenme presentarle de este modo a la familia de apellido Del Madero, para que sepan quienes son, y así sepan cómo entre yo en esta familia de pendejos, o mejor dicho de inocentes lujuriosos,
los estudié cuidadosamente por casi seis meses, uno por uno antes de
trabajar para ellos… y esta es la conclusión a la que llegué.
La señora Graciela… si, Graciela Montoya Dos amantes. Y no me consta, pero, así se apellida y por estar casada es Del Madero. Ósea Montoya Dos amantes del Madero.
Quien era una mujer de piel blanca, de cabello castaño largo hasta la cintura, uno sesenta de estatura, unas nalgas bien paradas y dos deliciosos y grandes senos, pero esta mujer era
fácil de manejar, y era muy indecisa, de tan solo treinta y nueve años.
Luego, tenemos a su marido Hugo Del Madero Cruz. Este señor es de piel morena, de uno ochenta de estatura, ancho de espalda y medio panzón, o panzón y medio, además es un idiota y un enamorado, de cuarenta años.
Ahora les describo a los gemelos de escasos dieciocho años, lamiéndome los labios le presento a su hija Rebeca Del Madero Montoya. Una muchacha de piel morena como su padre, de cabello negro largo hasta la cintura, con uno sesenta y cinco de estatura,
con unas pequeñas y bien formadas
nalgas, y dos esquicitos senos que ya están de buen tamaño, listos para enseñar a mamarlos, además por ser tan consentida es una inocente, ingenua, una pinche aprendiz para lamer panochas, si se tiene el tacto necesario y la paciencia,
porque la mujercita nunca ha tenido novio, así que aprendería primero su contacto sexual con una mujer, que con un hombre.
Y, por último, les presento a mi dolor de cabeza, el pinche de Gerardo Del Madero Montoya, o eso quisiera el cabrón, el a ver montado ya y enterrar su madero.
Es el segundo gemelo, si, un pinche joven consentido por el exceso de di-
nero es de piel blanca, de uno setenta y cinco de estatura, caliente, muy caliente, pero muy estúpido y muy fácil de envolver.
Este pendejo no se resistiría a mirarme mi par de nalgas agachada limpiando el piso, porque ya sé muy bien que solo quisiera el pendejo bombearme mi caliente bizcochito, teniéndome bien agachada hasta poder venirse, y sé que babearía al verme mis dos grandes senos casi afuera de mi blusita, mientras hago la limpieza de toda la casa.
Bueno... esa mañana se encontraban todos juntos en familia desayunando en el comedor, cuando sonó el timbre de su casa en dos ocasiones. ¡Ring! ¡Ring!
—Yo voy a ver quién toca el timbre, quizá sea Alicia, nuestra nueva sirvienta. —
Indicó doña Graciela. Quien de inmediato se levantó de su silla, caminando, saliendo del comedor meneando su escultural culito a cada paso que daba, cimbrándosele su par de grandes senos.
Afuera de la casa esperaba una muchacha de veintiún años, de tez blanca, cabello pelirrojo cortito, de uno sesenta y cinco de estatura, dueña de unos grandes y firmes senos, una pequeña cinturita, unas ricas nalgas que eran grandes y
redondas, un par de piernas firmes que, de solo verlas, se antojan para abrirlas de par en par para mamarle todo el pequeño bizcochito peludo.
Usaba unos lentes obscuros, cargaba dos maletas grandes, pensaba en ese momento la joven que este fuera su día de suerte en esta casa, donde le brindarían un trabajo.
Esperaba en la puerta de la casa que era de color café, era una hermosa casa de dos pisos enorme, y perfecta para trabajar y vivir en esta, por un corto periodo de tiempo.
Ahora la puerta se abrió, la chica que esperaba miró a la señora Graciela a la cara, enseguida le esbozo su mejor sonrisa, le saludaba: —Buenos días, señora Graciela, perdón licenciada
Graciela. —
—Buenos días, Alicia, dime solamente Graciela. ¿Cómo estás? —
Le preguntó abrazando fuertemente Graciela a la muchacha, con un gesto de alegría en la cara y mucha felicidad al verla en su puerta.
—Graciela, creo que, si aceptaré trabajar con usted, si en sus manos está el ayudarme, como sabe ya no tengo adonde ir ni en donde trabajar. —
Comentó Alicia en un tono triste ahogando la sonrisa que mostró, mordiéndose los labios volteando su cara para los dos lados de la calle. Como mostrándole que no tenía por
ahora adonde ir.
— ¡No! No digas más Alicia, ¡Pásate! ¡Pásate! —
Graciela enseguida estaba abriéndole toda la puerta haciéndole un ademán con la mano invitándola a pasar con
toda confianza a su casa.
Caminaron pasando la entrada que tenía un hermoso jardín muy grande, una camioneta negra de marca destructor del camino cuatro por cuatro del año, un carro deportivo de color negro de marca Infierno Interceptor, y otro deportivo de nombre dragón, de color amarillo.
Era una enorme casa con hermosos detalles de lujo. Realmente había mucho dinero en esta familia.
Alicia caminó a un lado de Graciela, admirando los autos deportivos y la camioneta, hasta entrar en la casa en donde empezaron a platicar:
—Gracias doña Graciela, le estaré
eternamente agradecida por este trabajo. —
—No digas más Alicia, tú siempre trabajas muy duro y tú eres la clase de persona que nosotros buscamos, pero vamos quítate los lentes, aquí adentro está muy obscuro no te vayas a caer. —
Alicia obedeció, con su mano derecha se quitó los lentes obscuros, de inmediato agachó el rostro queriendo ocultar su maltratado semblante blanco.
Graciela la miró por un momento, le comentó: —Discúlpame, cuanto lo siento, supimos todo lo que te pasó. ¿Cómo sigues de tus golpes Alicia? —
—Mejor… ya estoy mejor, estuve tres días en el hospital, pero ya estoy mejor y.… sigo... sigo viva... —
—Cuanto siento lo que te ha pasado Alicia, de verdad lo siento mucho. —
Comentó Graciela, interrumpiendo, poniéndole con cuidado su mano derecha en la barbilla, levantándole despacio la cara. Alicia tenía todavía el labio roto e hinchado, el ojo
derecho estaba de diferentes colores: morado, azul, verde, negro, de tal manera que ni su maquillaje lograba disimular su maltrato, su piel tan blanca exageraba los golpes, su cabello pelirrojo por estar tan corto, no le cubría las seis puntadas que le pusieron, para coser la herida a un costado de su frente.
— ¡Oh! ¡Dios! ¡Mírate! Como estás de tu cara Alicia, pobre de ti… pobre niña. —
Al verla así sintió mucha lástima por ella, la abrazó nuevamente depositándole un beso con ternura en la mejilla.
—Estoy bien... lo peor ya pasó… ya pasó. —
Se quedó callada Alicia, queriendo soltar el llanto al recordar lo sucedido, entonces le dijo con una voz quebrada: —Pobre de la señora Socorro, que murió… murió y.…
y.… no pude hacer nada por ella. —
Rodaron sus lágrimas por sus mejillas, temblando su cuerpo de miedo.
—No, ya no pensemos más en eso, tú estás bien y ahora eso es lo que importa, que sigues viva y que Dios tenga en la gloria a Socorro, pobre de ella era muy buena con las personas y mira como le pagó la vida. —
Comentó Graciela con ojos de tristeza, recordando a su vecina y gran amiga Socorro, con quien vivió en su juventud muchas travesuras sexuales secretas de su obscuro pasado,
juntas las dos, totalmente desnudas daban rienda suelta a sus bajos deseos, entre mujer y mujer, acciones de las cuales quería estar segura de que nadie las supiera, ni que nadie se enterará de estas.
Interrumpió sus pensamientos cuando Alicia le comentó: —Era tan buena doña Socorro Esquivel
conmigo, me dio trabajo y una casa, me cuidaba mucho, me procuraba... míreme ahora estoy en la calle, sin ningún apoyo económico. —
—No, no digas más Alicia, ahora estas en mi casa y nosotros te apoyaremos mucho, Socorro fue mi mejor amiga y si ella confió tanto en ti abriéndote las puertas de su casa, yo haré lo mismo para ayudarte, eres muy buena muchacha. —
Al escuchar estas palabras. Alicia casi se ríe, porque no solo le abrió las puertas, también le abrió las piernas, que de solo pensar en ese momento perdería su carita de niña triste,
dando lástima a su nueva patrona,
solo bajo su cara mordiendo sus labios tratando de no reír, aspiró profundo y con tristeza le contestó:
—Gracias, siempre le estaré muy agradecida a usted señora Graciela, como lo estoy con la señora
Socorro, que Dios ahora la tenga en su santa gloria. —
Se abrazó Alicia con delicadeza, repegandole sus tibios, blancos y grandes senos, en los grandes senos de Graciela, quien disfrutó de este rico calorcito.
—Sécate las lágrimas Alicia y ven a saludar a la familia, ahora están desayunando y creo que también te quieren saludar, para darte la bienvenida. —
Caminaron juntas las dos mujeres por la casa hasta que entraron al comedor, donde se encontraban desayunando los demás miembros de la familia.
—Buenos días. ¿Cómo está don Hugo?
Preguntó Alicia extendiéndole la mano derecha para saludarlo, agachándose ella un poco, su blusita estaba desabotonada de los primeros dos botones, dejándole ver sus dos
juveniles senos, que ya amenazaban con salirse de su pequeño brasier.
—Buenos días, Alicia, gracias que aceptarás trabajar para nosotros. ¡Oh! ¡Mira! Como está tu carita que pena meda este incidente, todos estamos muy consternados por los hechos, tienes suerte jovencita de estar viva, eres muy afortunada mujer. —
Expresó Hugo. Quien enseguida bajo la vista mirándole los grandes y blancos senos, entonces mirando a su esposa añadió con una sonrisa:
—Graciela muéstrale a Alicia su
recámara para que acomode su equipaje, después que se baje a comer con nosotros. —
Después de decir esto, se quedó pensativo Hugo clavándole la mirada en los senos, esta cabrona era una delicia de gata, joven, bonita, bien buena, no desperdiciaría el tiempo
de tenerla en su casa, ese rico culito tenía que abrirlo y gozarlo, esos grandes senos estaban para mamarlos noche y día, bajo más la mirada viendo ese pequeño triangulito que se le dibujaba entre las piernas invitándolo a coger, si, coger y seguir cogiendo, ahora Hugo pensaba:
—Esta puta gata no saldrá de aquí sin unas buenas cogidas, mi dinero la comprará y se pondrá la muy puta como yo le ordene, cuando me la tire, tiene sus senos deliciosos y esas nalguitas. —
—El incidente ya pasó, yo ya estoy bien, gracias por el trabajo don Hugo. —
Contestó Alicia, interrumpiendo sus cochinos pensamientos del señor hacia ella.
—De nada Alicia, que bueno que hayas aceptado trabajar para nosotros, estoy muy contento, porque sé que eres muy trabajadora, honrada y eres muy limpia. —
Contestó Hugo con una sonrisa, mirándola ahora a los ojos.
— ¡Hola Alicia! Ya casi nos vamos al deportivo, y tú no llegas floja. —
Señaló Gerardo. Mirándola de arriba para abajo, admirándole el hermoso cuerpo que ella tenía, esos dos senos blancos, le clavaban la vista en ese hermoso triangulito que se le
dibujaba entre las piernas, se le veía exquisito.
—Hola Gerardo, que gusto en verlos, discúlpame me retrase un poco esta mañana. —
Se disculpó Alicia sonriendo, ignorando su mirada hacia ella, colocando una mano en el hombro del muchacho. Al acercarse tanto la sirvienta, Gerardo le miró de lleno los grandes senos, que la joven se cargaba, el hijo de puta sonrió de pura felicidad, la muchacha que vivía a seis casas, ahora viviría con ellos, su pensar fue de puro gusto, puesto que cuando la encontraba en la calle le miraba las nalgas, hasta que ella se perdía de vista.
Después en la noche a solas, en su cuarto se masturbaba imaginándola toda encuerada, Alicia estaba bien empinadita, con sus manos ella misma se abría las nalgas,
mostrándole el rico culito rosita invitándolo a sodomizarla, hasta que le inundara de leche caliente todo su goloso fundillito…
Sí, que más se puede pedir de un pendejo de escasos dieciocho años, y que por mimarlo tanto no tenía ni novia para entretenerse.
Ahora Alicia viviría en su casa y no se perdería ni un momento para buscarla cuando se bañara, o estuviera a solas haciendo el quehacer, en cualquier momento ella se agacharía y le vería de lleno las deliciosas nalgotas.
—Te hablo. ¡Gerardo! —
El grito de Alicia volvió a tierra al morboso, quien sacudió su cara acomodando sus ideas abriendo más los ojos. —
— ¿Que dijiste? —
Preguntó espantado, mirando ahora tan cerca los dos grandes senos, que amenazaban con salirse de la blusita justo en su cara, casi torciendo los ojos.
—Que espero que nos llevemos bien, chiquito. —
—"Como", siempre, te aseguro que trataré de portarme bien contigo Alicia… —
—Hola Alicia, que bueno que decidiste trabajar con nosotros, a mí me gustó la idea. —
Interrumpiendo a su hermano, la joven Rebeca con una sonrisa, con su vocecita de niña rica consentida, enseguida añadió: —Dice mi papá que tendrás tu propia recámara Alicia, y esta tiene baño integrado, te ira muy bien vivir con nosotros, te lo aseguro.
La sirvienta escuchó la alegría de la joven, devolviéndole la sonrisa, mirándole a Rebeca la blusita gris que enseñaba su par de senos morenos, que ya eran grandes, pero cada día se le iban desarrollando más. Alicia miró los juveniles labios de Rebeca, que ella misma aseguró, que serían para enseñarle a mamar su panochita, hasta derramarse.
—Esta perrita consentida será toda mía, todo su hermoso cuerpo sus nalgas, su culito, su panochita, sus ricos senos. —
Pensaba Alicia en lo que le haría, cuando la joven Rebeca la despertó de todos sus morbosos pensamientos hacia ella, diciéndole: —Eres muy bonita Alicia. —
La sirvienta reaccionó sonriéndole, y enseguida le contestaba: —A mí me da gusto verte Rebeca, tu y yo seremos muy buenas amigas. Te lo aseguro. —
— ¡Que tranza Licha! ¿Ya nos podemos ir al deportivo o todavía no? —
Preguntó Gerardo tratando de llamar su atención.
— ¡Hoy este chamaco irrespetuoso! —
Gritó Graciela mirándolo feo y añadió: —Se llama Alicia y le obedecerás cuando no estemos en casa, ya que ella será también quien los cheque y la cuidadora de esta casa. Así que pórtate bien y ve respetándola. —
Sentenció Graciela. Mientras Hugo con la mirada le veía los ricos senos que se asomaban de la blusita de Alicia, bajo más la vista mirando de nuevo el pantalón blanco que mos-
traba un triangulito perfecto entre sus piernas, esas ricas nalgas que se dibujaban en el pantalón cuchareaban la comida y volvía a ver a la sirvienta de arriba para abajo, sin perder detalle de su cuerpo.
Alicia miró a Gerardo sin decir nada, sabía lo que este pinche lujurioso pensaba de ella, al igual que su lujurioso padre, los planes de Alicia incluían a Gerardo, quien sería
más fácil de atrapar y hacer que “hablara".
— ¿Como la libraste Alicia? —
Preguntó Gerardo sonriendo. Alicia lo miró directo a la cara, y extrañada le preguntó: — ¿Libre? ¿Qué? ¿De qué me hablas? Cómo libre ¿Qué? —
—Pues la señora con la que trabajabas se llamaba Socorro Esquivel Madero, pero no esquivó el madrazo. Ja jajá. Ja jajá Socorro Esquivé… el madero ja jajá ja jajá, pero esquivo no el madrazo. Ja jajá. —
— ¡Gerardo! ¡Cállate! Con eso no se juega. —
Lo regaño su mamá al escuchar la broma de mal gusto: —La respetas y te guardas tus estúpidos comentarios. —
—Era solo un chiste mamá, perdón a mí me hace reír. —
—Me da gusto saludarlos a todos. —
Comentó muy seria Alicia. Solo se dio la vuelta caminó unos pasos, y con toda la intención del mundo se agachó a levantar sus dos maletas negras, mostrándoles de lleno sus
ricas y bien torneadas nalgas, haciéndose la inocente delante
de ellos.
—Me enseña mi cuarto por favor, señora Graciela, para saber en done dejaré mis maletas. —
Pidió la sirvienta dibujando una sonrisa en su cara, miraba directo a la cara de Graciela.
—Sí, sígueme, Alicia. Hugo voy a mostrarle su recámara, para que deje sus maletas y sus pertenencias, en un momento bajó y nos vamos todos en familia al deportivo. —
Explicó Graciela, quien se dio la vuelta empezando a caminar. Alicia enseguida detrás siguió a Graciela moviendo todo su delicioso culito, el cual ni Gerardo ni su papá perdieron detalle, de qué manera meneaba las dos nalgotas, hasta que la deliciosa sirvienta caminando desapareció de su vista, dando ella la vuelta con rumbo a las escaleras.
—Solo son un par de babosos. ¿Nunca han visto unas nalgas? —
Preguntó su hija sonriendo, los miraba esperando su respuesta, ya conocía a los dos pinches lujuriosos como eran.
— ¿Qué? ¿Qué tiene de malo? El hecho que este a dieta no quiere decir que no pueda ver el menú, mira, ve ese par de nalgas como se le mueven a mi nueva gatita. —
Expresó Hugo riendo sin perder de vista a Alicia, e inclinándose en la silla siguiéndola con la vista hasta desaparecer de la habitación.
—Sí que es un gran menú y muy nutritivo, dos grandes melones, una pequeña papayita y dos teleras, aquí tengo el plátano, los huevos y la lechita, ¡Hacemos un coctel! —
Expuso Gerardo mirándole el apretado culito, colocó sus dedos en su boca sacando su lengua, fingiendo una panochita, hasta que desapareció de su vista la sirvienta.
— ¡Cállate! Lépero, te va a oír y se va a enojar Alicia. Además, tu chiste fue de muy mal gusto, la pobre está muy
moreteada por los golpes que recibió, está triste, por eso no le comenté de sus moretones y tú haciendo chistes riéndote de su desgracia. —
Lo regañó Rebeca, soltándole con su puño un golpe en el hombro.
— ¡Ay! Yo... yo que culpa tengo que esta tan buena nuestra gata hermanita. Además, me faltó decirle si hacia honor a sus apellidos: Alicia Rosas Rico a ver que me roce rico. Ja
jajá. Y así le añadimos el mamey al coctel ja jajá. —
Su padre soltó también la carcajada al escuchar todo esto, le comentó: —Ja jajá eres un cabrón, Socorro Esquivel Madero y no esquivó el chingadazo, Ja jajá y rosa rico, ja jajá yo creo que con ese culito si rosa… y rosa bien rico. Ja jajá. —
—Son unos inmaduros, ella llorando por la muerte de la señora Socorro, su ex patrona y ustedes riendo comiéndose su trasero…—
Señaló Rebeca mirando a los dos que se ahogaban de la risa.
Mientras ellos discutían en el comedor las nalgas de la nueva gata. Alicia y Graciela subían las escaleras al segundo piso. La sirvienta miraba el pantalón de mezclilla como se
dibujaba las hermosas nalgas de Graciela, tenía sus manos ocupadas cargando sus dos maletas, pero hubiera deseado Alicia meterle la mano en ese rico y apretado culito. Subieron las escaleras y caminaron por el pasillo pasando seis puertas, hasta que se detuvieron en una de las puertas.
Graciela con su mano derecha giró la perilla abriendo la puerta.
—Esta es tu recámara Alicia con tu propio baño, está todo totalmente amueblado, si necesitas algo, házmelo saber y con mucho gusto te ayudo. —
Graciela miraba hacia la ventana pudiendo ver parte del enorme jardín, al terminar de decirlo volteo su rostro y la bella cara de Alicia, le quedo junto a la cara de Graciela, poniéndola nerviosa por tenerla tan cerca de ella.
La sirvienta tenía un propósito y un plan al entrar en esa lujosa casa, no
se detendría hasta lograr el final, aunque le tomara tiempo ir paso tras paso, este ahora sería el paso número dos, acorralar y conquistar a Graciela usando todo lo que sabía de ella.
El paso número uno ya estaba dado, que era el estar adentro de la casa trabajando, para permitirle investigar con tiempo y calma todo lo que necesitaba, claro que este fue el
más difícil de tener, pero ya estaba adentro de la casa.
Alicia despacio bajo las maletas de color negro enfrente de Graciela, enseguida se enderezó dejando a propósito nuevamente su cara cerca del rostro de Graciela.
—Es usted muy bonita doña Graciela, es muy bondadosa conmigo al ayudarme, no sé cómo agradecerle todo esto que hace por mí. —
Graciela la miró tan cerca de ella, que casi sintió la respiración de Alicia en su cara, haciéndole brincar su corazón, solo le contestó:
—No agradezcas Alicia, porque yo necesitaba alguien que fuera nuestra ama de llaves y niñera de estos dos consentidos, además por favor, háblame de tu, como ya te había dicho Alicia, no me digas licenciada ni me llames por doña… y ahora por favor dime. ¿Que te contó Socorro
de mí? —
— ¿De usted? Digo… de ti, nada absolutamente nada, tú me conoces desde antes que yo comenzará a trabajar para la señora Socorro, solo estuve trabajando para ella por seis
meses en su casa, bueno yo me hubiera quedado a trabajar por años, pero después del asalto en su casa y su muerte… solo tengo estos golpes de recuerdo. —
Decía Alicia, mientras con su mano señalaba su rostro maltratado y sus puntadas en su cabeza, ahora siguió diciéndole: —Porque ahora me quede sin ama, sin casa y sin trabajo. Pero dime ¿Que debo saber de ti? Tú dímelo a mí o dime. ¿Porque me lo preguntas Graciela? —
Graciela con ambas manos agarró a Alicia del hombro, acercó su cara a la de ella y muy misteriosa le dijo al oído: —Discúlpame Alicia por lo que te diré, pero Socorro fue mi gran amiga, me contó que tú y ella sostuvieron relaciones lesbianas,
pero... yo así te acepto en mi casa Alicia, no hay problema de lo que tu hayas hecho con ella, es el pasado, tu pasado y por mí no hay ningún inconveniente tu preferencia
sexual. —
— ¡Ah! ¡Sexo! ¡Eso es!... entonces. ¿Porque me das el trabajo? —
Preguntó Alicia poniendo una cara de seria, mirándola a los ojos esperando una contestación.
Hubo un silencio en la recámara y después Graciela le contestó: —No… no hay ningún problema, solo quiero saber que te contó Socorro de mí, tu eres bienvenida a mi casa, para ayudarme con la casa y con mis hijos. —
Alicia la miró a la cara nuevamente, ahora mostrándole su sonrisa le preguntó: —Me das el trabajo Graciela. ¿Porque tienes miedo de que yo cuente algo de ti? O ¿Solamente
quieres saber que se de ti antes que me despidas? —
Ahora la sirvienta cruzaba los brazos esperando la respuesta, poniendo una cara seria mirando directo a los ojos
de Graciela.
—No… no, yo solo quiero saber que te contó Socorro de mí. —
Comentó en tono preocupante Graciela, mordiéndose los labios. Astuta como era Alicia se dio cuenta de la preocupación de Graciela, así que no espero más, preparo las armas para atacar de una vez a su víctima, arriesgando el todo por el todo le explicó:
—Yo no diré a nadie de tu familia lo que la difunta haya dicho, o haya hecho contigo, el sexo... o tú preferencia sexual no es de mi incumbencia Graciela, eso que quede bien claro entre nosotras. —
— ¿Lo sabes? Así que lo sabes. ¿Te contó Socorro algo de mí? —
Le preguntó Graciela sin quitar su cara de preocupada, esperaba una respuesta de la sirvienta, ahora Graciela miraba hacia la puerta de la recámara, vigilando muy atentamente de que nadie entrara, hasta que escuchó a Alicia decirle: — ¡Claro! Socorro y yo fuimos muy íntimas amigas, pero muy íntimas también, sin tener ningún secreto en la cama, ella me contó todo, con mucho detalle me dijo como tú y ella disfrutaban cogiéndose juntas. —
Graciela sintió que le vaciaban un balde de agua fría, entre cerro los ojos apretando sus manos, lo que temía que Socorro divulgara estaba en boca de la sirvienta, se le venía encima todo su pasado, rápido se defendió buscando excusas ante Alicia.
—Ese fue un error, un error del pasado, estábamos en la prepa y era solo curiosidad, yo no soy una de esas... de esas mujeres que les gustan... las mujeres, porque hasta me casé, yo me casé Alicia, tengo a mi marido y tengo a mis hijos y se lo que me gusta ahora, mi hombre me llena completamente no necesito a nadie más. —
Se defendía Graciela con lo que podía para borrar su imagen de lamer papayas. Alicia al verla caer en sus manos, con toda malicia despacio se acercó más a Graciela, susurrándole
en el oído le expresó: —Me explicó Socorro....
que tuviste varias veces relaciones sexuales con ella, que se amaron tú y ella muy intensamente por más de un año, hasta que Hugo entro en tu vida,
y por eso la abandonaste le diste la espalda a tu mejor amiga y amante, cuando ella se encontraba muy
enamorada de ti, Socorro quedo deprimida sin ti y que mejor decidió vivir sola todos estos años
extrañándote, mientras tú eras feliz con tu marido. —
Graciela al escuchar esta verdad, volteo a mirarla poniendo cara de sorpresa ante lo que escuchaba, temerosa le contestó: —Pero… pero no se lo dirás a nadie. ¿Verdad Alicia? Eso es el pasado, mi pasado ¿Verdad? ¿Me guardarás el secreto? —
Como se encontraban hablando en voz baja las dos mujeres, muy cerca una de la otra y de frente. La sirvienta ahora aprovechó, su plan era atacar a la primera oportunidad, las armas estaban listas solo jalaría el gatillo a quemarropa, a perderlo o a ganarlo todo, así lo jugaba Alicia sin ningún temor, aprovechando que estaban tan cerca la una de la otra mujer, con sus dos manos con mucha delicadeza le agarró suavemente del cabello a Graciela, se acercó más a los labios
preguntándole: —Se honesta y dime Graciela. ¿No te gusta sentir esto? —
Enseguida la beso en los labios, acercándole sus senos al cuerpo, bajando una mano a la espalda de Graciela acercándola más hacia ella. Graciela no protesto ante este acto, solo se dejó llevar por la joven.
Quien a sus veintiún años tenía
mucha experiencia en los besos lesbianos, recordándole con este beso los años en que su amiga Socorro la difunta, le besara sus labios y le abriera sus piernas de par en par, sacándole puros gritos de placer y lujuria, día tras día, noche tras noche, mientras vivieron ellas juntas.
Al no protestar Graciela. La sirvienta bajó más su mano derecha, mientras sus labios seguían aprisionando los labios de su nueva aventura, le tocó las deliciosas nalgas, bajando
también su mano izquierda acariciándole las grandes nalgas,
suavemente le fue restregando sus tibios senos, sus ricas panochitas se les mojaron del calor que empezaron a sentir sus cuerpos, esperando y deseando unas ricas lengüeteadas con ternura entre las piernas.
—Detente Alicia por favor, detente. —
Lo dijo murmurando Graciela, mientras la empujaba con sus manos de los hombros, de una manera suavemente.
Separó sus labios Alicia, enseguida la miró fijamente a los ojos, sin soltarle de sus manos las deliciosas nalgas.
— ¿No te gustan mis besos? —
Le preguntó la sirvienta, esperando un rotundo rechazo o una buena respuesta por parte de su nueva patrona.
—Mira, vaya a subir alguien de mi familia y nos cachen besándonos en la recámara. ¿Qué pensarían de mí? Hasta hoy me tienen en un buen concepto mi familia. —
Contestó Graciela preocupada, mirando hacia la puerta de la recámara sintiendo que en cualquier momento alguien la abriría y cacharían a las dos mujeres besándose en la boca y manoseándose, mientras sus dos grandes nalgas seguían siendo acariciadas por las manos de Alicia.
Quien le repegaba mas sus grandes senos a los senos de Graciela, tratando de calentarla un poco más.
—Pero… ¿Te gusta o no te gusta? —
Volvió a preguntar Alicia, mirándola fijamente a los ojos, apretándola un poco más contra su cuerpo.
Graciela se quedó pensativa por un momento, mirando a la puerta de la entrada, hasta que le contestó:
—Besas delicioso Alicia te lo juro, pero no vayan a entrar y nos miren besándonos. —
Graciela ya admitió algo "le gustó" así que, Alicia fue directa disparando de nuevo a quemarropa, al pedirle:
—Dime. ¿Al rato te vas a dejar que te lama tu bizcochito? Quiero lamerte todo tu hermoso culito. ¿Me dejas? ¿Me dejas lamerte tu bizcochito? —
De nuevo Graciela se quedó pensativa ante las preguntas, solo le daban vueltas la mente buscando las respuestas, no quería decirle a la sirvienta, que le gustó esa experiencia lesbiana que vivió con Socorro, la verdad esta joven la besó muy rico, sin contar que era bonita y de un cuerpo deseable.
Graciela ya tenía la escuela de lesbiana que vivió por un año,
después del beso que le dio Alicia, se le despertó el deseo por querer lamerle todo su bizcochito a esta bella joven.
—Mira, con mi familia ya quedamos que vamos a ir todos al deportivo y a las compras, te esta vamos esperando a que llegarás para que no nos esperarás afuera de la casa. —
Explicó Graciela acariciando con una mano la cara de Alicia, continúo diciéndole: —Les diré que vayan sin mí, mientras yo te explico todas las cosas que hay que hacer en la casa, y de una vez acomodamos tus cosas, ¿Está bien? Así estaremos solas un par de horas tú y yo, para... para poder
platicar. —
—Entonces baja con tu familia Graciela en lo que acomodo mis cosas, te aseguro que no diré nada de lo que pasó entre Socorro y tú, su relación y todo su pasado. —
Indicó Alicia bajando la vista, mirándole la blusita, viendo parte de los grandes senos que tenía Graciela saboreándoselos para poner ya su lengua en los pezones.
—Está bien, voy a bajar para hablar con ellos, subo en un momento para hablar contigo Alicia, te prometo que no me tardaré, solo quiero que se vayan tranquilos al parque y tú y
yo "hablaremos" sin ser perturbadas, así me sentiré más cómoda y más segura Alicia. —
Alicia antes de soltarla, ponía una cara de súplica sujetándola con sus dos manos de la cintura, casi susurrándole al oído le preguntó:
— ¿Me das otro beso Graciela? —
Graciela sin pensar ni decir nada más, solo coloco sus labios en los labios rotos de la sirvienta, devolviéndole el primer beso lesbiano, disfrutando un nuevo beso con una mujer, ahora también Graciela bajo sus manos tocándole ese par de duras y grandes nalgas que tenía la sirvienta,
eran totalmente juveniles y deliciosas, invitaban a cometer un pecado carnal, soltó sus labios Alicia bajando su cara, besándole el cuello y enseguida le beso uno de los grandes senos blancos que se asomaban de la blusita de Graciela.
Enseguida se miraron una a la otra, en absoluto silencio con una sonrisa se dieron otro beso en los labios, después del largo beso separaron sus labios para que Graciela saliera
de la recámara, y bajara con rumbo al comedor para hablar con su familia, ella ahora les explicaría que se quedaría con la sirvienta, para enseñarle todo el quehacer que haría a diario y conociera un poco la casa y los detalles de la limpieza.
—Ahorita regreso Alicia. ¿Me dejas ir ya? —
Le preguntó Graciela con una sonrisa, enseguida Alicia la soltó de la cintura. Graciela caminó volteando a verla, ahora continuaba sonriéndole. Alicia saboreándose ese hermoso cuerpo le miraba las hermosas nalgas salir de la recámara, pensando que ya tenía el éxito en su primera tirada contra
Graciela.
Minutos después, mientras terminaba de acomodar su ropa, la sirvienta escuchó al vehículo partir de la casa, ella estaba contenta, porque su primera presa ya se encontraba a
punto de caer en sus manos, ya que necesitaba envolverla y ganar su confianza, una vez que se la cogiera, Graciela estaría muy comprometida con ella.
Entonces haría Graciela todo lo que fuera por guardar el silencio de su amorío con la sirvienta, el objetivo principal de Alicia, eran robarles la cantidad de seis millones de dólares, los cuales los tenía guardados Hugo y Graciela en efectivo en su caja fuerte, que es la información que le contó Socorro Esquivel estando juntas en la cama.

Está historia continuará....

Gracias por el voto,  te invito a leer mis novelas publicadas aquí tituladas:
NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. (Erótica)
THE SALEM TOUR SIN FRONTERAS drogas, sexo y rock pop. (Erótica)
LAS BRUJAS DE LA MONTAÑA las bestias del infierno. (Terror)
LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas. (Terror)
LAS PROFECÍAS DEL MUNDO KAWA. (Fantasía)
Muy pronto publicaré:
LAS PROFECÍAS DEL MUNDO KAWA LA SALVACIÓN DE LA TIERRA. (Fantasía)

Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries gracias por seguirme.

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LAS CARTAS DE EL CLUB 69 DE ARIES. LA SIRVIENTA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora