SEIS

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Con el corazón a mil, Isaac caminó tambaleante hasta la salida de la escuela. Se aseguro de que Leo estuviera solo para acercarse a hablarle, no quería avergonzarlo y que este ya no le hablara.

—Mmh, ¿Leo? —susurró, tocando con las yemas de sus dedos el hombro del chico pelinaranja.

Cuando este volteó, Isaac le sonrió. Leo se quitó un audífono y sacó la paleta de su boca, arqueando una de sus cejas para que le dijera qué quería.

—Y-Yo... Verás, he e-estado pensando en pedirte algo —murmuró, acercándose un poquito más y jugando con sus manos. Cuando Leo no dijo nada, suspiró—. Algo así como a-ayuda.

—¿Ayuda en qué?, si es en mate ni cuentes conmigo. A mí se me da mejor historia y educación física, he visto que eres malo, ¿tienes los pies chuecos? —preguntó, bajando la mirada a sus tenis.

—¡N-No! —dijo un poco alto, sonrojándose al recordar cómo se había caído en la clase de deportes. Pero no era por tener los pies chuecos, se sentía nervioso con la mirada de todos sobre su cuerpo y eso lo hacía algo torpe.

—¿Entonces?

—Quiero ser más como tú —dijo rápidamente al notar la irritación en su voz.

Se sintió avergonzado cuando Leo se quedó unos segundos viéndolo y después se empezó a reír. No sabía dónde meterse o qué hacer, así que solo se quedó ahí con la mirada baja.

—Isaac, jamás podrás ser como yo —informó secándose unas cuantas lágrimas—, pero puedo ayudarte a ser más... tú.

Ser más yo. Isaac negó con la cabeza cuando sus pensamientos comenzaron a atormentarlo. ¿Eso en qué puede ayudarlo?

—Lo que sea que puedas darme, lo tomaré —dijo resignado.

Y con eso, Leo sonrió maliciosamente e Isaac se preguntó por qué fue hacia él y no con la psicóloga. 

El Chico PopularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora