El Chico Popular

SIETE

¿Qué estaba pasando?, Esteban no lo sabía.

Quería preguntar qué hacía Leo con Isaac cada que salían de la escuela, pero temía que su amigo lo descubriera.

Con el paso de los días, Esteban notó que Isaac empezaba a caminar un poco menos encorvado y ya no parecía querer fundirse inmediatamente con su silla. El cambio era agradable de ver, y aunque para otros pasó de desapercibido, para Esteban que siempre lo veía era muy fácil de notar.

Le gustaba saber que el chico lindo comenzaba a sentirse un poco más cómodo con su cuerpo.

Y su cerebro iba de vuelta a Leo, ¿él estaba haciendo ese cambio? ¿por qué lo estaba haciendo si se burlaba de Isaac?

—Ten cuidado. —La voz de Joon lo trajo de vuelta a la conversación—. No te vayas a convertir en un sapo también.

—Ustedes son tan inmaduros —se burló Liam cuando todos se rieron, menos Esteban y Leo.

—Eso dices ahora, pero cuando Leo llegue con lentes y frenos, te burlarás igual.

Cuando la mayoría asintió entre risillas y Leo se sonrojó, Esteban lo entendió.

Él conocía a Leonardo desde antes de conocer a todos los de su círculo, incluso antes de Isaac. Sus recuerdos lo golpearon y le dieron el gusto de la comprensión.

Leo siempre fue un niño lindo, pero al ser su mamá la "reina de belleza" de la ciudad, siempre se preocupó por su físico desde chico. Y cuando le pusieron frenos y el oftalmólogo le recomendó usar lentes por vista cansada, parecía que le dijeron que sus padres estaban muertos.

Esteban sabía que a Leo no le importaba demasiado los demás, pero cuando se trata de su madre, todo giraba en torno a ella. Y en ese momento de su adolescencia, fue difícil tener una mamá que solo le daba importancia al físico.

Nadie se burló de él, pero Leo sentía que cada mirada que caía sobre él era una burla. Y el único que podía mirarlo sin que se sintiera juzgado, era Esteban.

Seguro fue cansado para Leo sentirse atacado incluso en su casa, pensó Esteban.

¿Estaba reflejándose en Isaac?

—¡Como sea! Puedo hacer lo que quiera.

Gruñó el pelinaranja, apretando sus puños por encima de la mesa.

—Solo estamos bromeando —susurró Oliver, encogiendo sus hombros.

Y cuando los ojos de Oliver brillaron, Esteban se preguntó cuál era su historia.