TRECE

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Leo sonrió. Isaac no había pedido que fuera a su casa, pero él sabía que lo necesitaba.

¿Harían una transformación de película? no realmente.

Si bien Leonardo no se había aceptado años atrás, últimamente sabía que si alguien iba a amarlo, lo amaría como fuera físicamente. Isaac no cambiaría hasta que fuera necesario hacerlo. O sea, los frenos desaparecerían con el tiempo, y aunque se podía quedar con los lentes, no había nada de malo en usar lentes de contacto. Como él hacía.

Esteban debería de aprender igual que Leo. Su amigo siempre fue hermoso, pero no seguro de sí. Esteban siempre sintió que vivía bajo la sombra de su asombroso hermano mayor, pero no era así, Esteban siempre vivió bajo su misma sombra.

Ese saco de mierda, pensó. Siempre intentando que Leo se amara cuando él no sabía hacerlo.

Nunca fue lo suficientemente valiente para decir lo que quería o lo que pensaba, hasta estos días, y Leo sabía que todo había sido gracias a él. Esteban había estado listo para saltar al vacío cuando supo que su mejor amigo estaría siempre ahí para él, incluso cuando los demás no lo estarían.

Qué mierda romántica, siguió pensando con una sonrisa.

—Entonces —Isaac comenzó—, ¿vienes a ayudarme?

—Sí —asintió y notó lo nervioso que estaba—. Isaac, no vengo a ponerte en mi ropa, te pondrás algo que tengas en tu armario que te haga sentir bien y que sea bonito..., por favor.

Isaac le sonrió un poco sin mostrar los dientes y lo llevó a su habitación.

—¿Te gusta el amarillo?

—Sí, y el azul.

—Ya veo. —Y lo veía, su habitación se resumía en colores amarillos y azules, algunas cosas estaban en rosa y blanco—. Qué... colorido todo.

—Es lindo, ¿verdad?

—Sí, claro, lo es —murmuró sentándose en la cama cuando Isaac fue a su armario—. ¿Qué tienes ahí que sea lindo?

—Uhm, ¿un overol sirve?

—Déjame verlo.

Isaac sacó uno totalmente negro, era bonito. Tenía una especie de cinturón con botones que lo hacía ver lindo. Sus ojos fueron directo a la parte de arriba del cinturón, donde deberían de quedar las caderas, justo en la esquina habían unas letras bordadas con hilo rosado.

—¿Super boy? —leyó, arqueando una ceja.

Isaac rio nervioso.

—Mi mamá lo hizo.

—¿Tu mamá hizo el overol completo?

—Sí, a ella le gusta. Aunque las palabras fueron idea de papá —susurró todo rojo.

—De tu padre —murmuró.

—Sí.

—Esto es genial —se dijo, pasando una mano por sus ojos—. Eso está bien, ¿qué te pondrás abajo?

Preguntó y se levantó directo hacia su mochila que estaba en el suelo.

—B-Bueno...

—Mira, sé que dije que no te pondría en mi ropa —comenzó—, pero traje una camisa que... ya no me queda y te la quiero dar —dijo mientras agarraba la camisa y le quitaba la etiqueta a escondidas, sintiendo su rostro ponerse rojo.

—¿En serio?, gracias —comentó emocionado, dejó el overol en la cama y se acercó a su nuevo amigo—. ¿Puedo verla?

—Claro.

—Oh —musitó, viendo la camisa oscura de malla—. Es... muy linda.

Leo se rio.

—Te quedará bien, solo úsala y si no te gusta, te la quitas.

Isaac asintió y lo miró.

—Ahora, Isaac.

—¡Oh!, claro, ya vuelvo, no te vayas.

¿A dónde podría ir?, Leo rio en su mente tirándose en la cama.

El Chico PopularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora