FINAL; PARTE 1

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Leo bufó. Claro que podía conseguir un yate, le regalaron uno, por increíble que suene, antes de tener su auto. Porque, bueno, Leo podía irse en el auto, pero no en el yate.

—¿Entonces puedo usarlo?

—Claro, mmh, puedes estar ahí, pero no moverlo.

—El punto es moverlo, Leonardo.

—Oh, bueno, le diré a papá, pero tengo que ir.

—Bien, puedes ir, pero no estar con nosotros.

—Sí, sí, no quiero ver tu culo desnudo.

Esteban sonrió, feliz de que su amigo haya aceptado.

—Entonces... ¿servicio romántico?

—Sí, ¿crees que sea mucho? —preguntó Esteban, sentado en la cama de su amigo con su celular en mano.

—Eh, no lo sé, para mí no, pero creo que Isaac sería de los que son felices en cualquier lugar mientras esté su persona especial.

—Eso es lindo —suspiró, pensando en su novio y en qué lentes le gustarían. Quería comprarle unos nuevos, y aunque quisiera que fuera sorpresa, tenía que llevarlo para saber si necesitaban aumento o no.

—Lo es, entonces, ¿necesitarás pétalos o algo así?

—Estaba pensando en pétalos rojos y velas.

—¿Quieres poner velas y pétalos en un yate en movimiento?

—Bueno, pondría todo una vez estemos parados —dijo, acostándose y viendo el techo.

—¿Lo harán afuera? —Leo rio—, se te encogerán las bolas.

Esteban sonrió de lado cuando su amigo comenzó a reírse.

—Estaba pensando en tu precioso camarote.

—¿¡Quieres follar en mi preciosa Bibi!?

Esteban frunció el ceño y se incorporó sobre sus codos para mirar a Leo, quien estaba claramente alterado.

—¿Bibi? ¿llamas a tu camarote Bibi?

—Sí, amigo. —Leonardo se volvió a sentar, cruzando sus brazos y haciendo un puchero—. Ella es virgen, ¿sabes?

—No, no lo sé. —Esteban echó la cabeza para atrás y se rio.

—¡Ya basta! Solo no manches demasiado el lugar con tu asquerosa leche.

Esteban se rio más fuerte y se dejó caer en el colchón de nuevo. Respiró hondo después de cinco minutos, intentando calmarse. Leo lo miraba fijamente, sin expresión en su rostro.

—Y-Yo prometo... Ah, prometo no manchar todo el lugar con mi... l-leche.

Juró, poniendo una mano en su corazón antes de volver a reírse. Leonardo puso los ojos en blanco y se levantó.

—Bien, bien, ahora largo. Tengo que ver qué me pondré para mañana.

Leo caminó hacia su armario y abrió la puerta con el enorme espejo. Esteban se incorporó, poniéndose cómodo en vez de irse, y pensó que el armario de su amigo podría ser fácilmente su habitación. Cuando estuvo a punto de entrar, Leonardo giró y lo señaló.

—No quiero escuchar ninguna broma sobre armarios —sentenció y después entró.

—¿Crees que me estoy adelantando?, o sea, llevamos poco más de tres meses, ¿no crees que es muy rápido? ¿qué pasa si dice que no?

—Amigo, si dice que no, pues es no.

—Ya lo sé, no trato de decir que lo forzaré, Leo. ¿Pero no sería un poco incómodo?

—No será incómodo si tú quieres que no sea incómodo. Si dice que no, simplemente quédense ahí y métele la lengua hasta la garganta. A lo mejor sí vas un poco rápido, no lo sé, hay personas que no esperan exactamente a llevar un año para follar.

Eso lo calmó un poco. Esteban estaba listo para entregarse a Isaac, pero no sabía si Isaac lo estaba. Quería hacerlo especial, pero no quería que Isaac se sintiera presionado a aceptar. Tendría que hablar con él antes de subir al yate de Leonardo.

Esteban suspiró, acomodando su corbata frente al espejo. Estaba en su cuarto, faltaban unos diez minutos para que su gradación empezara y Leonardo iba a pasar por él, después irían por Isaac y luego por Simon.

Era normal estar nervioso, ¿no? Se graduaría y además estaba intentando hacer pasar su relación a otro grado. Si Isaac se espantaba y decidía que se había equivocado respecto a Esteban, estaría devastado.

Miró el traje sin saco que usaba, era negro y típico, lo único distinto era la corbata con flores como estampado. Escuchó su celular sonar y supo que Leo había llegado.

—Hey, ¿nervioso?

—Un poco-mucho —respondió, entrando al auto. Esteban miró a su amigo y levantó una de sus perfectas cejas—. ¿Te perdiste en la década de los ochenta? ¿qué pasa con tu traje?

—¿Qué? —Leo miró el traje verde que estaba usando y frunció el ceño—. Resalta mis ojos.

—Como sea, vámonos.

—Tranquilo, pequeño saltamontes. Llegaremos a tiempo. Nadie llega justo a la hora, eso no es cool.

Esteban sonrió un poco, pensando en cómo había conseguido un amigo así. Cuando llegaron a casa de Isaac, Esteban pudo sentir sus bolas pegarse a su cuerpo por los nervios y el miedo.

—Wow, mira al pequeño conejo, se ve bien.

Esteban lo miró y salió del auto. Sonrió, notando la corbata de flores junto con el típico traje. Isaac le sonrió tímidamente, acomodando su cabello detrás de su oreja. Esteban notó que no traía lentes y que sus ojos estaban un poco rojos. Levantó su mano, esperando hasta que Isaac la tomó.

Se odió un poco por sonrojarse.

—Te ves bien, muy bien —murmuró sin poder evitarlo. Sus manos se encontraron en la cintura de Isaac y lo trajo para un pequeño beso.

Isaac murmuró un agradecimiento antes de un cumplido. Las manos de Esteban temblaban mientras se sentaba atrás junto a su novio. Cuando pasaron por Simon, Esteban se preguntó qué tan amigo era de Leo.

La escuela estaba muy bien decorada. Se supone que el baile de graduación o ponerse un traje era para los de último año, pero realmente no, a los de último año le daban un viaje y el baile se lo quedaban los demás. Isaac miró asombrado todo el lugar, él había desistido de ir desde que estuvo solo el primer año, pero ahora estaba ahí.

Y eso lo hacía feliz. ¿Estaba en un cuento de hadas? sí, lo estaba. E Isaac se lo había ganado.

La primera hora fue buena, lástima que Isaac realmente no se sentía cómodo como para bailar. Pero nadie lo obligó a hacerlo, Esteban se quedó a su lado y ni siquiera pareció que había pasado una hora. Isaac se preguntó más de una vez por qué las manos de Esteban no dejaron de temblar.

Pero en algún momento de la noche, Esteban decidió llevarlo a otro lado. Esteban se guardó los detalles del lugar, por lo que Isaac no preguntó. Se emocionó cuando escuchó y olió el agua y la arena. El viento era suave en su piel, estaba fresco y el cielo tenía demasiadas estrellas esa noche.

Esteban paró y dejó que Leo lo pasara, Simon iba detrás de él.

—Escucha, Isaac —comenzó, parándose frente a él—, no quiero presionarte de ninguna forma, así que, si te sientes incómodo, no importa el momento, solo dilo, ¿sí?

Isaac asintió, nervioso por qué no sabía que pasaba. Caminaron por el muelle hasta llegar a un pequeño, pero elegante yate. Isaac jamás había visto uno y cuando tuvo que subir, casi se cae de los nervios. Esteban lo tuvo que mantener de la mano por los primeros minutos, pues el movimiento del agua era demasiado para Isaac.

—Leonardo. —Esteban se paró y fue con su amigo cuando dejó a Isaac sentado. Él y Simon estaban en la proa—. ¿Tienes agua?

Leo levantó la ceja.

—Claro, ¿qué no ves a tu alrededor?

—No seas imbécil.

El Chico PopularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora