Quebranta huesos (Kirimina) Parte 1.

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-¿Que... es eso?

-¡Midoriya muévete!- gritó Ashido.

El chico enfocó su mirada hacia el extraño ser.

Solo le transmitía lastima y dolor.

Bueno, tambien terror.

-¿Que... quien soy... ayuda... no...?- el ser de osea coraza estaba viendo la luz por primera vez tras su brutal transformación.

Todo era ageno a su mente y entendimiento.

Osamu y la otra mujer estaban quietos.

La criatura avanzó lentamente... muy lentamente.

¿Tenía miedo?

Totalmente imbuido en la luz de neon que iluminaba la gigantesca habitación, el ser comenzo a temblar.

Sus huesos huecos, se movían produciendo furtivos silbidos.

Se oía el continuo crujir de todo su esqueleto.

Una extraña sensación muy desagradable emergió de los ahora inseguros cuerpos del grupo.

Un escalofrío de lo más notorio.

Unas ganas de vomitar sin precedentes.

Los huesos no dejaban de moverse de un lado a otro del cuerpo.

Los sonidos de su movimiento se intensificaban con el potente eco que generaba la sala.

Hubo un repentino silencio.

El estaba quieto.

Todas las miradas posadas sobre él.

Sobre su larga cola, que si no era, parecía una extensión de su columna vertebral.

Desapareció.

Izuku notó un fuerte golpe en la parte derecha del abdomen.

Seguidamente, que se elevaba del suelo y giraba por el aire, hasta estamparse contra una pared.

Un liquido caliente bajaba por sus labios, su menton.

"¿Que acaba de pasar?"

Frente a él, justo donde debería de haber estado antes, entre sus compañeros, se alzaba sobre sus temblorosas piernas el ser de cuerpo oseo.

Levantó la mano rápidamente sobre Kirishima.

Sus dedos se alargaron, dando paso a unas gigantescas uñas de a lo mejor, calculado a simple vista, veinte centimetros.

Descendieron a toda velocidad contra Ejiro.

Ashido se interpuso levantando sus brazos.

Se oyó un sonido de desgarro de carne.

-¡MINA!

Ashido temblaba, pero se mantenía firme, frente a Kirishima.

No iba a dejar que muriera.

Las garras habían rasgado parte de los brazos de Ashido con ondas incisiones que podrían haber arañado el hueso.

Las garras se engancharon en el brazo de Ashido.

Las sangre brotaba a borbotones.

Por el suelo se esparcía.

Ashido tenía ganas de llorar, de derramar lagrimas, eso era tremendamente doloroso.

Las garras no la soltaban, solo se quedaban ahí, enganchadas en la carne de sus brazos.

El ser acercó la cara lentamente hacia la de Ashido.

BNHA: Amor entre las adversidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora