Resentimiento

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Capitulo triste

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"¿Donde estoy?" se preguntó Shoji al recuperar la conciencia.

Incluso en la oscuridad que generaban las capas de rocas y hierros que los habían sepultado, él veia... no con mucha nitidez realmente.

Las incomprensibles sombras que se movian frente a sus pupilas.

Olia raro.

Nada más poner una mano sobre el suelo, se mancho de un extraño liquido.

Cuando vio la oscura masilla gotear por sus dedos, un escalofrio le recorrió todo el cuerpo, devolviendole la sensibilidad... lo que desencadenó un terrible grito de dolor.

Y con razón era de dolor.

Dos rocas habían aplastado su muñeca, destrozando totalmente su mano izquierda.

Sus pupilas casi estuvieron por desaparecer. Continuas convulsiones sacudían su cuerpo para tratar de superar el terrible tormento.

Se había quedado mudo, no era capaz de pronunciar palabra que no fuera un extraño gemido de suplicio.

Todo aquello le devolvió repentinamente la vista al completo de su capacidad.

Ante él, se abrió un terrible panorama que jamas habría querido presenciar.

Muertos.

Muchos muertos.

Charcos y regueros de sangre surgiendo de los cuerpos a mitad sepultadas.

Piernas emergiendo de debajo de grandes paredes, manchadas de rojo oscuro.

Cabezas de ojos carentes de vida. Ni la más livida expresión. Nada.

Brazos, pies, gente atravesada por hierros que surcaban sus cuerpos de abdomen a espalda.

Decenas de cadaveres junto a él.

Mezo podía ser frio, podía distanciarse del modelo de persona sociable que imperaba hoy en día, pero no por ello sería capaz de soportar cosas así.

Las visiones de cuerpos, la sangre al rededor, su mano, la incertidumbre de como se encontrarían los demas. Su corazón, oprimido, latía con la velocidad del de un raton. Rapido, nervioso, intranquilo, miedoso y pequeño.

Oyó un llanto.

Su mente se despejó.

¿Un niño? ¿Una niña? Que más daba. Una persona... y en peligro parecia ser, debía de ser.

Lo llamó.

Pero ninguna palabra se atrevió a cruzar sus labios, todavía ocultos bajo su bufanda.

"¿Que me pasa?"

El dolor de su muñeca semi destrozada.

A esa tortura, contestó un potente gruñido.

Miró su muñeca.

Puso dos brazos en las aberturas de su piel, los poco ligamentos que qeudaban sujetando los huesos de su brazo principal y la mano de este.

otros dos brazos apoyadando las palmas en las rocas.

Se pensó un momento lo que iba a hacer... antes de hacerlo.

Y como un niño que espera, aterrado a que le pongan un pinchazo, procedieron los segundos en los que cerramos los ojos con fuerza, tensaños nuestro cuerpo preparados para el inminente dolor.

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Aoki escuchó un alarido de dolor.

Era como el de las personas que tienen una benda en la boca a las que van a matar en las peliculas.

BNHA: Amor entre las adversidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora