Poseer.
Lo que me gustaba de Giovanni era lo diferente de su personalidad y actitud comparado a cualquier hombre de la comunidad. No oponía resistencia a demandas pero a su vez era una oveja negra en este lugar. Intentaba fluir con el ambiente pero ni siquiera pertenecía a él. Como una rebelión silenciosa involuntaria, ya que no tenía ningún sentido revolucionario en él.
-Bueno, no quieres que me vaya pero no quieres tenerme. ¿Acaso pretendes que sea un adorno?
Era el tipo de mujer que le podía decir que ponga su cabeza entre mis piernas sin ningún pudor. Él, Zeion, o Ikar, tenía varias opciones excepcionales en la lista para degustar. Si quería un italiano incluso podría llamar a Gian Strazza. Acaricié su cabello sonriendo.
-Sabes que la paciencia no es virtud aquí.
Él acarició mis muslos subiendo mí vestimenta. La oscuridad en sus ojos era hipnotizante y sonreí metiendo mis manos por debajo de su camisa tocando sus hombros.
-Bueno, solo hay una oportunidad para probar la joya maldita de Dios. La mujer más hermosa.
Era un gran halago viniendo de Giovanni Strazza, heredero de un linaje que le permitía tener a cualquier mujer en sus manos con solo mirarla. Cuando sus labios recorrieron mí piel me ericé, sus dedos se clavaron en mí piel como si quisiera unirnos. Abrí mí boca soltando un suspiro cuando su lengua humedeció mis clavículas y bajó hasta mis pechos.
-Solo hazlo.
Pedí sin pudor. Me tuve que aferrar a su cuello cuando levanto mí cuerpo como si no pesará nada. Era fuerte, tanto que me aportaba una sensación de confianza entre sus brazos. Me subió sobre el escritorio y abri mis piernas ante él sonriendo.
-¿Quieres probar?
Lo tente acariciando su mentón. Él ladeó su rostro mientras me tomaba por ambas piernas y empezaba a besarlas. Era como una adoración. Sus besos se acercaban cada vez más y eran atrevidos pues sus dientes jugaban con mí piel como si fuera un plato muy apetitoso. Se tomó su tiempo de forma tortuosa como si lo estuviera disfrutando pero mis ansias eran muchas y guíe su cabeza y boca ante mí.
-Creo que mí color favorito es el rojo.
Estuve a punto de responder ante su cinismo por mí lencería igual a mí cabello pero había corrido la tela a un lado para introducir su lengua. Me dio una oleada de placer por todo mí cuerpo que me hizo tensar mi abdomen. Desde el final hasta el comienzo su lengua húmeda recorría mí intimidad y jugaba especialmente en esa zona exacta que me volvió loca, por otro lado solo podía apoyarme con mis manos ante la mesa y mirar el techo.
-De hecho el sabor es adictivo.
Pude sentir mí corazón latir fuertemente cuando abrió su boca mostrando su lengua roja empapada en mis fluidos. Miré a su miembro aún atrapado entre esas telas.
-Creo que otra parte de tu cuerpo quisiera saberlo.
Sonreí burlescamente. Para mí disfrute no tardó mucho en con una sola mano descubrir su parte dejándola expuesta. La punta apuntaba a mí dirección como si supiera a dónde pertenecía. Fue tortuoso creer que se introduciría rápido cuando en vez de eso lo hizo muy lento, tan lento como se podía y a la vez fue satisfactorio. Me aferré a sus hombros clavando mis uñas en lo profundo y arqueando mí espalda.
-Rápido.
Ordene mirándolo a los ojos, pude notar como exhalaba pesadamente obedeciéndome. Sus embestidas eran desgarradoramente certeras, entraban bruscamente y salían de forma agonizante. Era una profunda agonía llena de placer. Temblé en sus brazos. Mí cuerpo empezó a exudar energía maldita que nos envolvía a ambos, de cierta forma fomentando al pecado y adueñándose de nuestros sentidos.
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El secreto de Mishal. [+18]
RomanceMishail Becka era la definición de mujer fatal. Tramposa, seductora y victimista esperando como una víbora para atacarte a la yugular. Pretendía ser una buena hija en el Imperio Becka que creyó podia dominar... todo hasta que Mishal Becka la traici...