Ladrona.
Sonreí frente al espejo. Por fin era lunes, aquella muchacha parecía con desesperación querer irse ya, por algún motivo en específico, sospeche que no era de hecho la única y que debería de tener familia a la cual cuidar. Miré mi mano. Mi padre no había mentido, el precioso anillo de oro tenía grabados extraños decorando su superficie dorada, y una gema tan azul como mis ojos resplandecía en medio. Mi uniforme, mi mochila, todo estaba listo para adentrarme a un lugar donde sería una puta.
》Puta, zorra, arpía, perra...《
Recité intentando adivinar exactamente que es lo que ellos pensarían que soy de Giovanni. Estaba dispuesta a ser o hacer lo que sea con tal de sobrevivir y proteger lo que amo, inclusive vender mi alma al diablo. Miré con indiferencia el rostro frente al espejo. Labios gruesos y de un color vivo, unos ojos tan intensos que aterraban y un cabello rojizo pareciéndose al color de las rosas en primavera. Fue un rostro muerto y frío, aburrido de hecho, sin ningún tipo de emoción o gesto en particular. He estado muerta por demasiado tiempo.
Sonreí vivaz, mis ojos se encogieron en medialunas invertidas mientras el brillo comenzaba a venir a mi expresión cálida. Con tal cara, todo el mundo podía pensar de mí como una buena niña que nunca ha visto sangre en su vida. Con esa imagen en mi cabeza salí del cuarto de cambio encontrándome a Istar.
—Puedes enviarme un mensaje en cualquier momento.
Avisé al salir de la habitación con libertad. He dado muchos pasos al lado de Abdel y cada vez me he alejado más de Mishal, pero si eso evitaba que él fuera un saco de carne molida en algún lugar de los cuartos de juego de Jeremiah, con eso estaba satisfecha. Killian no era una carta en la baraja, lo consideré un igual, alguien que decidió por voluntad seguir mi plan.
—Zeion, después de clases necesito un poco de tu tiempo.
Pedí al estar sentada en la camioneta. El indiferente como siempre no mostró ni un poco de sorpresa.
—Puede requerir mis servicios en cualquier momento, señorita.
Sonreí suavemente satisfecha. Mi pecho se llenaba cuando sentía que algo de él era mío. Pero ahora sabía que solo era un efecto de su linaje y el mío. Ninguno de estos sentimientos eran reales en verdad. No pude evitar preguntar si él tendría algunos impulsos conmigo. Con desinterés suspiré estirando mi cuello.
—El anillo que lleva fue especialmente hecho por una cabeza de los Becka para su hijo, ahora mismo no se utiliza como símbolo de heredero pero es igualmente relevante, más porqué es único en su clase.
Observé el anillo en mi dedo.
—Debería de agradecer a mi papá después...
Murmuré a pesar de que sabia que era mero negocio. Zeion asintió estando de acuerdo, y cuándo llegamos fue el primero en abrirme la puerta para que pudiera bajar. Lo hice, con la frente en alto porque encogerme ante nadie no me iba a dar de comer hoy o mañana.
—No necesitas seguirme.
Ordené caminando con seguridad, firme ante todos sin siquiera inmutarme por miradas que pretendí que no existían al acercarme a Killian Black con descaro.
—Hoy yo seré la mala, Killian.
Sonreí con grandeza al llevarmelo. No iba a permitir que fuera un doble espía, eso sólo llevaría a encender la furia cuando se entere él.
—¿Qu-é?
Tartamudeó nervioso viendo a una dirección que pude decir con seguridad que era donde estaban los chicos.
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El secreto de Mishal. [+18]
RomansaMishail Becka era la definición de mujer fatal. Tramposa, seductora y victimista esperando como una víbora para atacarte a la yugular. Pretendía ser una buena hija en el Imperio Becka que creyó podia dominar... todo hasta que Mishal Becka la traici...