Mateo
—dale boludo— río Martina.
Estábamos en el colegio, y nos sentamos juntos. Yo la estaba haciendo reír, y si seguíamos tentados nos iban a cagar a pedo.
— vos sos la que te tentas— solté una carcajada despacio.
— bueno, cállate que nos van a retar— contuvo la risa.
— haber, Palacios y García, porque no nos cuentan cuál es el chiste así nos reímos todos— habló la profe apoyándose en el banco.
— no, nada profe— miro hacia abajo Mar.
— bueno hay compañeros que quieren prestar atención, así que les pido que si no tienen interés alguno sobre mi clase, se pueden retirar— señaló la puerta.
Nosotros nos quedamos en silencio y no hicimos nada. Ella nos dió una mala mirada, y siguió con la clase.
Vieja chota.
— te dije— susurro negando Martina.
Yo solo negué conteniendo la risa y trate de prestar atención.
(•••)
— ¿vamos a mi casa?— le pregunté a Marti, cuando salíamos del colegio.
— bueno dale.
Comenzamos a caminar hacía mí casa, acerque un poco mi mano y la entrelace con la suya.
Ella giro a mirarme con una sonrisa. Es muy linda boludo.
Seguimos caminando con nuestras manos entrelazadas y frenamos en un negocio para comprar algo para comer.
— ¿que compro?— le pregunté.
— no sé, lo que quieras— subió y bajo los hombros.
—¿Que buscan?— nos pregunto sonriendo Romi.
Era una señora de unos 50 años, amiga de la familia.
— hola Romi— saludé.
— ¿Cómo estás hijo?— sonrió.
— bien por lo menos. Che tenés esas milanesas que te haces vos— pregunté.
Las milanesas que hacía eran las mejores.
— si, algo me queda, ¿cuántas querés?— preguntó.
— ¿unas cuatro?— hable mirando a Mar, que asintio.
— dale, hay te traigo— hablo.
Se fue a buscar, nos quedamos esperando y pase mi brazo por los hombros de Martina.
— estas cariñoso hoy— me miró sonriendo.
— puede ser— hice un puchero— te molesta?
— no para nada— sonrió.
— igual, aunque te molestará iba a seguir cariñoso— reí.
— acá está todo— llegó Romi con una bolsa con las Milanesas— quieren una bolsa con manija?— preguntó.
— dale— hable.