12. RAYO DE LUZ

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Capítulo 12. Rayo de luz.

¿Alguien recuerda cómo se sintió la pérdida de un ser querido? Violet lo hacía vívidamente, como cuando su padre se sentó con ella en el sofá de su casa en Manchester y le contó que su madre había perdido la vida a causa de la enfermedad de su madre: Demencia frontotemporal. Violet tenía cinco años, pero aun así recordaba los vagos momentos que compartió con su progenitora. Irene adoraba leerle a su pequeña el libro de "El largo invierno", hornear galletitas de chocolate, comer dulces de leche y hacerle bonitos vestidos para diferentes ocasiones.

Pero la demencia frontotemporal tenía otros planes para Irene Wright. Esta enfermedad es un término general para un grupo de trastornos cerebrales que afectan principalmente los lóbulos frontal y temporal del cerebro. Estas áreas del cerebro están generalmente asociadas con la personalidad, la conducta y el lenguaje de la persona. Así que cuando la madre de Violet no se comportaba como solía hacerlo, se ponía nerviosa y juraba por Dios que su propia hija quería matarla.

Incluso cuando la pequeña de ojos azules solo quería abrazar a su madre y decirle que todo estaría bien. Fueron momentos confusos para la menor de cinco años, pero aun así comprendía que su querida mamá no pensaba eso de ella, y que era la terrible enfermedad lo que hablaba por ella. Eso era algo que Violet no le había contado a nadie, solo a su esposo, con quien no se atrevía a ocultarle tales capítulos de su vida, especialmente cuando Peter sabía exactamente que decir y hacer para hacerla sentir cómoda y tranquila.

Después estaba Anna, su pequeña Anna Irene, quien fue lo suficientemente desafortunada como para morir por la corrupción de dos reinos que querían destruir el suyo. Como madre, a Violet realmente le rompió el corazón saber que su hija no pudo vivir ni disfrutar las maravillas del primer amor, la libertad o del tiempo en familia. Pues todo se le fue arrebatado cuando sus padres y tíos desaparecieron misteriosamente después de ir a cazar al ciervo blanco, y la corona del reino narniano cayó prematuramente en su cabeza.

¿No es sorprendente cómo el destino funciona? Violet se preguntaba constantemente en las frías noches de Londres, acurrucada en su cama en el internado para niñas, si las cosas hubieran sido diferentes si no hubieran ido a buscar aquel ciervo. Pero nuevamente Violet Wright recordó que ella era extremadamente desdichada y que con o sin ciervo, el destino la destruiría de la misma manera sin pensarlo. Pero esta vez fue diferente, el destino parecía querer pedirle perdón de rodillas a la reina por todo lo que le hizo pasar y le devolvió a lo que más quería en la vida.

A su hija Anna.

Y allí estaba, con apariencia confundida a un lado de una joven tía Lucy y el gran león que solo había conocido por historias y dibujos.

Violet, Peter, Susan, Edmund y Caspian cruzaron el río lo más rápido que pudieron, ya que las corrientes volvieron a la normalidad y ya no había puente. Observaron a Aslan con anhelo y tal cómo la primera vez en el campamento, se arrodillaron ante él.

—Levántense, reyes y reinas de Narnia. —Ordenó la voz cálida del león.

Los Pevensie y la Wright se levantaron, obedeciendo las órdenes del rey de reyes, sin embargo, el telmarino permaneció arrodillado y con su avergonzada mirada aún en el suelo.

Todos ustedes. —Volvió a decir Aslan.

—No creo estar listo. —Caspian dijo con una extraña mezcla de sorpresa e inseguridad.

—Por esa misma razón sé que lo estás.

Y el telmarino se levantó.

Pero esta vez fue turno de otra persona arrodillarse.

violet | peter pevensieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora