X. CUERPO DE PIEDRA

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El día de las pruebas había terminado y dio paso a la noche. Para muchos ese día significó ser la desgracia de la familia, tal vez para esa hora ya estén caminando por las desoladas calles con las pocas pertenencias que pudieron coger, en busca de un lugar para alojarse mientras consiguen trabajo, cómo también hay familias que a esta hora están festejando por lo alto los logros de sus hijos y sintiéndose orgullosos.

El destino es bastante complicado, aunque muchas veces nosotros somos los encargados de manejarlo, depende de cada persona pasar o no pasar las pruebas, su dedicación y estudios se ven reflejados en el estadio.

Pero la tranquilidad de ese mundo no será para siempre, pues la base de mentiras que lo sostienen será derribada. La verdad prevalece aún en las jóvenes generaciones y ellos no se dejarán opacar, es en ese momento donde trece personas se encuentran reunidas en un sitio seguro y sin reglas, siendo precavidos de no tocar ninguna línea de energía fronteriza que no sea de su elemento.

— ¿Dónde está Lizbeth y Gilbert?— Preguntó una castaña de Ignis cuando repasó la mirada por todos los que deberían estar en ese lugar.

— Les han asignado turnos de noche en el palacio— Responde el chico Morgesten que desde la tarde tiene cierto presentimiento y siente un pequeño cosquilleo nervioso que intenta ignorar.

— Bueno no hay problema con eso, en este momento lo mejor es aprovechar cada minuto es importante que hablemos— La voz del mayor de los Roberts tenían la preocupación implantada en cada sílaba.

— Muy bien, ¿qué cambios han habido hoy?— Preguntó la prima perdida de los Roberts que se encontraba muy ansiosa.

Al momento en que iba a empezar a hablar Lía, fue interrumpida por Tadeo, quien había logrado cambiar su turno nocturno en el palacio para asistir a la reunión.

— Lizbeth me ha mandado un audio— Su cara era de confusión porque no era algo que a menudo pasara. Lo que él no sabía es que en el palacio de Terra a esas horas estaba ocurriendo el entierro de la verdad.

En el castillo media hora antes del mensaje de Lizbeth, la joven de melena azabache se encontraba haciendo su ronda, pero no precisamente en su puesto, había sido muy cuidadosa de usar los puntos ciegos de las cámaras, pero eso no había bastado, la habían detectado con un sensor de calor.

Estaba recostada en la puerta donde se llevan a cabo reuniones, seguro que el rey y la reina estaban teniendo videollamada holográfica con los otros reyes de los reinos; tenía la vaga idea de que los soberanos sospechaban del día de hoy. La mayoría de ciudadanos se quedan con las leyendas y lo que sucedió hoy solo ha sido una muestra astronómica especial de la que han sido afortunados de apreciar, pero los reyes no son tan tontos como para no especular sus propias sospechas.

Lo que Lizbeth alcanzaba a escuchar era solo leves murmullos, pero igual las palabras eran entendibles, a medias, pero entendibles al fin y el cabo.

— Tenemos que hacer algo— Escuchó la muchacha el leve murmullo de una voz, pero no la reconoció; ella supuso que era otro soberano de alguno de los reinos, pero por la gruesa voz se sabía que era de hombre.

— Propongo hacer un censo, sabemos que solo hay que mirar sus brazos derechos para identificar a un anormal, y tengo otra cosa que me inquieta, una jovencita, de mi mundo, su ciudad es Cremetis, se llama Clarissa, tengo razones, creo que no debemos dejar pasar nuestras inquietudes hay que actuar— Sus palabras eran pausadas, concretas, y sabía de qué hablaba, y cada vez me preocupa más.

— Estoy de acuerdo con Rafael, no creo que lo que sucedió hace años fuera un juego. Esto es serio, los anormales podrían volver a amenazar la paz que hemos construido y podrían estar a un paso delante de la leyenda— Esa voz si la reconoció, era la voz de su reina, una mujer fría. Su familia cuando pasó las pruebas y fue dominante la vendió al rey.

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