¿El gran día o el gran reencuentro?

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Capítulo 4/Mackenzie.

La entrevista de trabajo no era hasta las nueve pero yo ya a las siete ya estaba tomando desayuno, estaba completamente sola ya que Violeta y Jake ya se fueron a la universidad, cada uno me deseo suerte a su manera y Violeta me prometió que iba a estar aquí temprano para saber cómo me había ido.

Cada minuto que pasaba hacia que me pusiera más nerviosa, luego de desayunar lave los platos y las otras cosas que use. Luego me metí a la ducha y me puse en el cuerpo y cabello todo tipo de productos para mimarme y quedar con buen olor. Luego de salir me envolví en la toalla y me quede mirando la ropa que habíamos escogido ayer con las chicas.

Era un vestido azul marino, la falda era algo acampanada pero no demasiado además de que no era tan corta, era de la medida perfecta y la parte de arriba tenía un corte recto haciendo que se me quedaran los hombros a la vista además que era de manga larga, era muy bonito y elegante por eso lo escogí junto con unos tacones negros.

Me vestí, me seque el cabello y me maquille, el resultado me gusto solo me perturbaba el hecho de que se me resaltaran mucho los pechos y ya no tenía tiempo para escoger otra prenda. Quizás que cosa iba a pensar ese hombre de mí.

—Dios, ¿porque soy tan tetona?.—me queje mientras me acomodaba el vestido frente el espejo.

Siempre he tenido los pechos grandes pero según yo eran moderados pero no sé qué me paso de un momento a otro que ahora se ven como si me los hubiese operado. E incluso en esas fechas hubieron rumores sobre mí en la universidad sobre que había entrado al quirófano para agrandármelos y ahí fue cuando Félix me defendió. A pesar de tener más de veinte los tengo redondos y voluminosos como si de verdad me los hubiese operado. No son extremadamente grandes pero si son algo más grandes que el pecho normal de una mujer promedio o el pecho que tenía a los 18. Deje el tema de los pechos aun lado y tome mi bolso para salir justo a las ocho cuarenta y tomar un taxi.

En el vehículo mis nervios aumentaron considerablemente pero me dije a mi misma que no podía ponerme así, debía de mantener la cabeza fría. Al llegar a la editorial, entre y me sorprendí lo grande y lujosa que era, había tantos detalles y cosas que llamaban la atención que era casi imposible explicar detalladamente como era por dentro, la gente iba de un lado a otro con trajes caros y refinados, los tacones de las mujeres resonaban de un lado a otro y andaban con carpetas en mano o hablando con el teléfono pegado a la oreja. Me encantaba.

Me acerqué al gran mesón que había a preguntar dónde tenía que ir ya que no tenía ni idea.

—Hola, buenos días.—le dije a la mujer rubia con lentes grandes.

—Hola, buenos días, ¿en que te puedo ayudar?—me mostro una gran sonrisa y yo se la devolví.

—Tengo una entrevista de trabajo a las nueve.

—¿Tu eres Mackenzie Koch?—miro una carpeta y yo asentí—sígueme.

Se levantó de su lugar de trabajo y empezó a caminar a uno de los muchos ascensores. Entramos y durante el trayecto hacia el penúltimo piso estuvimos en completo silencio. Cuando el ascensor dio el aviso de que habíamos llegado entramos a la sala de espera que había y dimos unos pocos pasos hasta llegar a un mesón con dos mujeres, supongo que son las secretarias.

—Anita.—le dijo la mujer que me atendió en el primer piso a una de las secretarias—ya llego.

La que se llama Anita se levantó y me miro con una sonrisa.

—Hola Mackenzie, el jefe te está esperando.

—Te deseo suerte.—me dijo la otra mujer antes de devolverse hacia el ascensor.

La luz que perdimos\\luz-2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora