Capítulo 37/Mackenzie.
Un año y un mes después.
—Mhhh noo, déjame.—abrace más la almohada.
—Vamos, arriba.—no conteste.
—¡Ay Adrik!—me queje—no me muerdas el trasero.
—Arriba, dormilona, levántate.
—Noooo.—me queje cuando me saco de la cama y me tomo en brazos.
Yo aún seguía media dormida cuando me bajo y salte del susto al sentir el agua de la ducha cayendo sobre nosotros. Sentí que tomaron mi nuca y me empezaron a besar de una manera que wow, impresionante, nuestras lenguas se enroscaban y se podría decir que no me estaba besando, sino que devorando. Él sabía a menta.
—¿Despertaste ahora?—pregunto cerca de mi boca.
—No, aun me falta un poco.—conteste sonriendo y con los ojos cerrados.
Volvió a besarme de la misma manera pero ahora se le sumaron unas cuantas cosas más.
Antes de salir del vestidor tome la polaroid que estaba en el piso para guardarla y me acerqué al cajón que ya rebalsaba de tantas polaroids que teníamos, con la cámara que compramos en Hawái sacamos fotos de diferentes momentos, las veces que nos fuimos de fiesta los dos o con los chicos, las fiestas de la empresa, festividades, viajes, vacaciones, alguna tontería que nos poníamos a hacer en el departamento e incluso hay unas cuantas fotos que no son aptas para todo público. En realidad no eran aptas para que nadie las viera, solo nosotros dos, pero a fin de cuentas eran recuerdos que teníamos. Antes de dejar la foto con las demás mire cual era y me reí al ver que era una foto de cuando hicimos una guerra de pasta de dientes, yo salía sacando la lengua a la cámara y llena de pasta de dientes blanca en la cara y Adrik salía atrás mío sobándose el ojo que le dolía porque le entro la pasta de menta.
Ya había pasado un poco más de año, un año realmente loco, de todo pasó entre nosotros y claramente las peleas estúpidas nunca faltaron, éramos tan llevados a nuestra idea que no dábamos nunca nuestro brazo a torcer pero lo mejor de todo eran las reconciliaciones. Me quede mirando una polaroid del cajón que podría decir que era una de mi favoritas, fue en el invierno pasado y fuimos a Alaska, recuerdo que Adrik me enseñó a patinar en hielo y mi nariz sangró gracias a los cambios tan bruscos de temperatura.
—¿Por qué me despertaste tan temprano?—llegue a su lado en el living. Eran como las siete de la mañana.
Él me tomo de la mano y caminamos hasta al lado de la encimera pero no le quite la mirada de encima.
—Primero que nada.—pego sus labios a mi frente—feliz cumpleaños, nena.—sonreí.—segundo te prepare un desayuno que sé que te va a gustar y tercero te tengo una sorpresa preparada. Pero primero comamos.
Mire la encimera y abrí la boca en señal de sorpresa por todo lo que había encima, todo lo que me gustaba para comer estaba ahí y no había un rastro de un dulce, solo salado como me encanta. Trate de comer lo que más pude y cuando ya no me dio más, Adrik se puso a mi espalda
—Hora de vendarte los ojos.—puso una de sus corbatas sobre mis ojos.
—Ay no que miedo, dime dónde vamos.
—Sabes que no te diré.—me empezó a guiar hasta el ascensor.
Durante el camino estuve quejándome todo el rato y preguntándole donde íbamos, que supuestamente estaba mareada y que quería ir al baño pero era mentira.
—Adrik, joder.—me queje cuando me dejo en su hombro—vamos, dime donde me llevas, es mi cumpleaños debería de estar haciendo algo más entretenido que.—me bajo no sé en donde—estar con los ojos vendados en algún lado del mundo.
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La luz que perdimos\\luz-2
RomanceHan pasado cinco años desde la última vez que Mackenzie y Adrik tuvieron contacto. A lo largo de los años los dos lograron crear un fuerte e imponente carácter y personalidad. Mackenzie piensa que está en los mejores años de su vida, se graduó de la...