CAPÍTULO 44

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— ¿Y cómo les fue en la fiesta? — preguntó mi madre mientras arrullaba a Christina en sus brazos

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— ¿Y cómo les fue en la fiesta? — preguntó mi madre mientras arrullaba a Christina en sus brazos.

Mi padre se encontraba en otro de los sofás, leyendo el diario del día mientras terminaba su taza de café negro.

"Bien, fue más como una reunión tranquila" respondí con una pequeña sonrisa, mientras acababa de poner los títulos de mis próximos trabajos con un par de marcadores ".Jugamos juegos de mesa, bebimos ponche e incluso había unos bocados muy deliciosos de pepinillos y queso."

— ¿Y dónde durmieron? — preguntó Isaac molesto.

"En la casa de la chica que hizo la fiesta, se llama Selene" respondí, intentando no reírme ante mi mentira ".Tenía cuartos de sobra, así que yo me quede en uno y Tyler compartió otro con un chico llamado César que también se había quedado por el accidente."

— Me alegro de que lo hayan disfrutado, cariño. — asintió mi madre.

"Iré a mi habitación a guardar mis tareas." respondí antes de ponerme de pie, sin temer que mi padre fuera a negarse.

Tal vez la corazonada no era algo malo, a lo mejor sólo se trataba de un pequeño aviso de la vida, diciéndome que por primera vez no me haría sufrir.

Camine a mi habitación con las hojas entre mis manos antes de comenzar a buscar un lugar seguro en donde podría esconder las fotografías que nos habíamos en la cabina.

Cerré la puerta sin hacer ruido, en un intento de tener un poco de privacidad de los buitres en los que se había convertido mi familia desde que atravesé el umbral con Tyler,  quien sólo se demoró un par de segundos en conseguir el permiso de mis padres para salir esta noche.

Tome la tira que contenía los recuerdos de la noche anterior entre mis dedos, encontrándome con cuatro personas completamente normales en una noche de viernes, sin preocuparse por nada que no fuera aprovechar al máximo la cabina.

En la primera aparecía una pareja de chicos sonriendo alegres y luego estábamos Tabitha y yo, obligadas a imitar el gesto.

La segunda fue tomada justo después de que ella despeinara mi cabello, ambos sonreímos divertidos mientras la mirada de la pareja, que segundos después aparecería besándose como locos, se posaba sobre nosotros de una forma extraña.

No pienses en ello.

Si comenzaba a darle vueltas al asunto estaría seguro que aquella indiferencia que había escogido para seguir con mi vida se esfumaría rápidamente y acabaría conmigo antes de que pudiera darme cuenta.

Camine hacia el armario, adentrándome a él en busca de aquella tabla floja que antes solía esconder el arma de mi abuelo. Durante tanto tiempo el hueco bajo la madera vieja escondía oscuridad, la suficiente como para apagar el brillo en mis ojos.

Pero al parecer ahora escondería algo bueno, tal vez yo también me había vuelto alegre; como si toda la travesía que había recorrido los últimos días hubiera dejado una marca dorada sobre mí que no podía quitarme.

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