CAPÍTULO 59

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— Creo que ahora si perdió la cabeza

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— Creo que ahora si perdió la cabeza. — masculló Tabitha a mi lado cuando Raphael nos visitó por quinta vez en media hora, mientras terminamos de empacar todas mis cosas.

"¿Siempre es así?" gesticule lentamente antes de meter el par de suéteres que habían sobrevivido al gran robo que la chica frente a mí había cometido en mi habitación.

Ella dijo que quería quedarse con ellos porque olían a mi colonia y que los usaría cuando me extrañara, como si fuera a mudarme al otro lado del mundo y no a veinte minutos de aquí.

— ¿A qué te refieres con siempre? — preguntó frunciendo el ceño.

"Como cuando salías con Tyler, Klaus o Landon." escribí en la pequeña pizarra que aún se mantenía en las cosas que mis padres habían desechado antes de irse de la ciudad.

Un par de noches atrás cuando Raphael nos obligó a sentarnos frente a él y su esposo en la sala de la casa, nuestros amigos no dudaron en defender a su manera de lo que parecían ser los celos de su padre. Aunque tal vez decirle al padre de la chica, que se aferraba nerviosa a mi mano, que yo era el menor de sus problemas cuando los demás habían hecho con ella algo más que un beso inocente en medio del jardín, no era la mejor de las defensas.

Él solo me había preguntado con seriedad si estaba jugando con su hija o no.

Entonces en medio de la presión que me causaba la mirada y los nervios de Tabitha que me aseguraba que no tendría que responderle a su padre, que sólo se trataba de la crisis de edad que pasaba o que había perdido la cabeza; la respuesta escapó de mi como si llevara tiempo deseando salir y asentí, aceptando lo que temía.

La rara que solía hacerme probar los restos de mi paciencia se me había metido en el corazón tanto que ni siquiera yo podía explicarme cómo, pero se sentía bien.

— ¿Estamos saliendo? — preguntó Tabitha, mirándome como si un fantasma se encontrara detrás de mí listo para atormentarme.

Giré hacía atrás sólo para comprobar que las ideas de mi mente retorcida no se estaban convirtiendo en realidad, antes de volver a mirarla con confusión.

¿Lo hacíamos?

Habíamos ido al cine esa misma noche después del interrogatorio de sus padres y ni siquiera me moleste cuando comenzó a comer parte de mis nachos y mis dulces. O cuando me robó un beso a la salida que casi hizo que su padre sufriera un infarto al encontrarnos después de que nos dijera que iría a pagar el boleto del estacionamiento.

"No lo sé, ¿Qué crees tú?" pregunté.

Era raro sentirme tan tranquilo en medio de lo que jure, sería una de las peores escenas que podría obligarme a vivir.

Creo que una parte de mi mente aún se aferraba a la idea de que esas cosas del amor; las mariposas en el estómago y los fuegos artificiales que se desataban en mi interior con cada beso, era parte de las historias que yo jamás podría contar. De nuevo.

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