CAPÍTULO 2

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— ¿En serio no vas a hacer ni una mierda? — preguntó Buffy riendo antes de asestar otra bofetada en mi mejilla — ¡Eres tan patética! —

Ya no era capaz de sentir mis mejillas por los golpes que la pelirroja me había proporcionado. Sólo podía saborear la sangre, que provenía de mi labio roto, ahogar mi lengua mientras un ardor se extendía por la zona del golpe.

— Creo que esto es aburrido — dijo una de las otras chicas mientras un nuevo golpe impactaba en mi barbilla —, será mejor que nos vayamos. —

— En realidad creo que necesito practicar, el viernes será la fiesta en casa de Raven y necesito estar en forma para partirle la madre. — respondió Buffy antes de comenzar a reír  y meterme una patada en el estómago haciéndome caer al suelo de concreto.

Su amiga, la albóndiga con piernas que incluso era la más alta que yo me sostenía, hasta ese momento, de las manos; como si yo fuera a tener la iniciativa de moverme o defenderme.

Tenía la idea de que entre menos me opusiera más rápido se acabaría y la próxima vez resultaría aburrida para ellas, a nadie le gustaba torturar a alguien que no mostraba dolor y yo era experta en ello.

La chica que hasta el momento había expresado lo aburrida que le parecía la idea de golpearme se levantó de su lugar sobre los contenedores de basura que descansaban en la parte trasera de la escuela, pero antes de que pudiera decir algo o llegar hasta mí Buffy golpeó mi cabeza con tanta fuerza que me hizo caer al suelo por completo.

Sentí las palmas de mis manos pelarse contra el concreto cuando intente reducir el impacto de mi cuerpo con éste.

— ¡Buffy, no seas idiota! — exclamó la albóndigas con piernas.

— ¿Cómo me llamaste, zorra? — preguntó sin siquiera reparar en mí — Espero que sepas con quién te metes. —

— Oye, esta mierda es divertida pero no quiero ir a prisión porque le chigaste el cerebro a la sorda. — respondió a la defensiva mientras me señalaba con asco, como si fuera un pedazo de basura.

— ¡Es muda, ignorante! — exclamó una voz femenina que estaba segura de que no pertenecía a Buffy o su amiga la aburrida — ¡Y no sabes la suerte que tienes de que no me guste dar comentarios del físico de los demás porque estarías jodida! —

Alcé mi mirada al mismo momento en que la chica pelirroja que segundo atrás disfrutaba jugar a la suerte con un cargo de homicidio miraba sobre su hombro.

Había algo en  el  tono irritante de la voz que me resultaba conocido, pero no había un motivo lógico que me viniera a la cabeza para explicar por qué ella estaba aquí.

— ¡Miren quien vino a ayudar al adefesio! — exclamó Buffy divertida — El otro adefesio, haznos un favor y ve a pastar a otro lado, pendeja. —

Su cuerpo se movió dejando mi vista despejada para encontrarme con un par de ojos; uno azul y otro marrón, encajando con armonía entre la piel morena salpicada de blanco.

— ¿Fue lo más inteligente que tus dos neuronas pudieron pensar tan rápido? — preguntó — Te doy un dos de diez, tómalo o déjalo. —

Buffy sonrió con malicia antes de dar un paso atrás, quedando justo a mi lado, dejándome ante los ojos de la rara que se esforzaba en ser rara. Ella parecía estar a punto de estallar cuando sus dedos largos se cerraron sobre mi cabellera negra,  tirando con fuerza hasta hacerme levantar la barbilla; como si fuera alguien orgulloso pavoneándose por los pasillos.

— ¡Uy, a la rarita le molesta que tocamos a la inservible! — exclamó riendo antes de que sus secuaces lo hiciera, aunque ellas parecían hacerlo más por compromiso.

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