CAPÍTULO 56

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— Y se acabó

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— Y se acabó...

El suspiró dramático de Tabitha resaltó sobre el barullo que ocasiona la música que hasta hace unos segundos nos mantenía de pie, mostrándole al mundo que un par de malos pasos y movimientos no eran suficientes para dislocar nuestras caderas.

Cuando la botella vacía de vino cayó al suelo apilándose con la basura de dulces que habíamos dejado ahí hace un rato, Tabitha fue con ella en dirección a la colchoneta que suavizó su golpe contra el piso de madera.

— Alem — susurró, perdiendo la mirada en el cielo nocturno que podía apreciarse a través del plástico grueso que hacía la función de techo. Lucía única, con las mejillas sonrojadas, la piel brillando por la final capa de sudor acumulado y la respiración agitada —. Creo que estoy un poquito borracha.

¿Un poquito?

Negué  divertido mientras cedía a los efectos del alcohol que comenzaban a relajarme, y sin pensarlo demasiado me dejé caer a su lado.

— ¿Te estás divirtiendo? — preguntó girando en mi dirección con torpeza.

No habíamos tomado lo suficiente como para ser un par de adolescentes incoherentes que habían agarrado la borrachera de su vida en una casa del árbol, a varios metros del suelo. Aún podíamos caminar por nuestra cuenta y dar dos vueltas sin vomitar; lo comprobamos.

Asentí enseguida, antes de desabrochar el pequeño moño que descansaba en mi cuello, dando un porte elegante que aún no lograba comprender. Yo me sentía más como un pingüino con esta mezcla de tonos y accesorios.

— Ahora si pareces todo un rompe corazones — rio, mientras pasaba una mano sobre mi cabellera. Enredando sus dedos entre las ondas cortas que hasta hace un par de horas aún se mantenían peinadas a gusto del alemán —. Me sorprendes, no eres tan mal bailarín.

Rodé los ojos ante su comentario, era claro que mi fracaso en esta rama del arte había quedado definido cuando sin querer le pise el pie bueno y por poco logró encarcelarla en una silla de ruedas con ambas piernas enyesadas.

Tomé mi celular de los bolsillos del pantalón y abrí la aplicación de notas ignorando las notificaciones de Helem que seguramente me hablaba del caso o de Barclay quien estaba obsesionado con los libros acerca de los tratamientos hormonales y no dejaba de mandarme información acerca del tema.

"Te daré la razón porque aún no logro fracturarte el otro pie." respondí antes de soltar una pequeña risa, en la que ella se me unió apenas leyó mis palabras.

— ¿Quién lo pudiera creer? — preguntó riendo —. Alem, el chico que en un inicio parecía ser un Grinch de la vida real ahora tiene sentido del humor.

"Ya sabes, el superar traumas familiares ayuda mucho." respondí con sarcasmo antes de tomar una luneta sabor a manzana que había caído en algún momento entre nosotros.

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