CAPÍTULO 5

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— Recuerda decirle a tu profesor que necesitas que te cambien de compañera. — advirtió mi madre con una sonrisa dulce antes alargar su brazo hasta el asiento del copiloto donde yo me encontraba — Y cuidado con la espalda cariño, no quiero que se te infecten las heridas. —

Hablaba como si se refiriera al daño causado por un accidente y no de algo ocasionado por los múltiples golpes que mi padre me había proporcionado en la espalda con su cinturón.

Deberían.

En serio deberían de infectarse y terminar conmigo, no me importaba si era cruel; aunque en realidad no creo que pudiera superar todo lo que había vivido. Estaba segura de que los pocos minutos de sueño que había tenido la última semana habían acabado conmigo.

Solía dormir mucho porque pensaba que la vida que imaginaba en mis sueños era lo más emocionante que tenía. Pero también esto me habían robado, la única luz que había en mi vida se había apagado días atrás cuando mi padre se enteró del drama que había ocasionado mi compañera del club de inadaptados.

Baje del automóvil intentando soportar la mueca de dolor que me provocaba tener de moverme demasiado rápido, pues las heridas en mi cuerpo aún no sanaban del todo y estaba segura de que el agua bendita que mi madre juro que me ayudaría  se trataba de agua sucia o algo por el estilo porque me había sacado sarpullido.

Era increíble la ignorancia que podía rondar en su cabeza a pesar de los años como enfermera.

— ¿Quieres ayuda con tu mochila? — preguntó Rita en voz baja mientras caminaba a mi lado.

Estaba claro que esta no era la primera vez que esto sucedía y yo no corría con tanta suerte para que fuera la última, pero aún así me resultaba aterrador la tranquilidad con la que todos parecían llevar las cosas.

Quería decirle que no, que se callara y largara de una buena vez,  pero no podía. Y de hacerlo no lo haría porque estaba segura de que mi voz se quebraría con la primer palabra que entonaran mis cuerdas vocales.

— Adele, no puedes estar enojada conmigo. — susurró cuando no respondí de ninguna manera a su pregunta.

Clavé la mirada en el suelo antes de caminar a toda prisa entre los alumnos que se encontraban vagando por los pasillos esperando a que la campana del inicio de clases los obligará a irse.

Podría ser como ellos e ir a refugiarme al baño un rato hasta que fuera obligada por mi sentido común a asistir al club, pero tomando en cuenta que me costaba trabajo caminar y que el aula en donde se impartía éste estaba al otro lado de la escuela; era mejor prevenir cualquier cosa.

No quería estar aquí, sentía que a cada paso que daba la presión en mi pecho me aplastaba más y más. Era como si en cualquier momento fuera a caer desesperada a buscar la primera opción que me brindará paz; una sensación demasiado familiar.

La campana sonó cuando iba por la mitad del camino lo que quería decir que esta vez yo sería quien llegaría tarde.

— ¡Bienvenida!

El grito adentro del salón donde se llevaba el club — que no era más que un bloque de ladrillos que antes solía ser el armario de teatro — captó mi atención por completo, trayendo de vuelta a la cruda realidad.

Sabía que no me hablaban a mí porque ni siquiera había abierto la puerta, así que debía de haber alguien nuevo.

Entré al lugar intentando no llamar la atención, pero la puerta de metal que rechinó apenas la toque parecía no querer cooperar en mis planes. Así que ahora tenía a todos los ojos de los fenómenos sobre mí.

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