Hojas verdes, una brisa de verano, sol y calidez.
La sensación que siempre obtenía al visitar la casa de mi abuelo me recorría el alma mientras plasmaba los recuerdos de ésta en la hoja de papel frente a mi.
— ¿Recuerdas nuestra apuesta? — preguntó el vagabundo frente a mí, lucía demasiado concentrado haciendo notas y mirándome de reojo desde que la segunda sesión había iniciado — Aún no te he dicho tu castigo.
Asentí con indiferencia mientras fingía que conseguir el tono correcto de verde para el césped, era mejor que reparar en sus bermudas de pelotas de béisbol y sus calcetines de distintos colores.
La segunda sesión.
Aún podía sentir la ira arremolinándose en mi pecho cuando el casanova fracasado casi me saca a rastras de mi casa para venir hasta acá, porque se lo había prometido a la rara.
Él estaba jugando con su suerte, mis padres aún habían dicho nada acerca de nosotros y cuando nos vieron después de la primera sesión incluso lo invitaron a cenar, inundándonos en un interrogatorio sobre lo que sería de nuestra vida académica después de la preparatoria.
¿Cómo podría decirle a mi madre que la probabilidad de que yo llegara a soportarla durante un año más había ido en picada hace mucho?
Apenas tenía cabeza para poder ignorar las ganas que tenía de cumplir mis promesas más oscuras mientras intentaba sobrevivir a la semana de entrega de trabajos y proyectos de la escuela.
Todos los alumnos estábamos a un paso de colapsar, y los profesores sonreían alegres por los pasillos como si estuvieran en su paraíso personal o su sueño húmedo. Nadie tenía tiempo para nada.
Incluso la rara, apenas la había visto en los pasillos cargando su enorme mochila y proyectos; corriendo de clase en clase antes de comenzar a protestar por alguna lucha patética que lograba convencerla lo suficiente. Aún no había hablado con ella, eran solo un par de días pero se sentía como una eternidad.
En realidad todo se sentía igual, era como si hubiera pasado hace años y me hubiera acostumbrado a la manera tan mediocre en la que vivía.
El casanova fracasado me había dicho que ella seguía castigada, que sus padres la dejaban e iban por ella a la escuela, que no tenía celular y mucho menos permiso para ver a sus amigos.
— Lo he decidido. — anunció Barclay, como si de verdad creyera que me interesaba su tortura. — El castigo es que vas a acabar la terapia y tendrás que ser honesta conmigo.
Patético.
— Lo hago por el dinero, entre más vengas mejor para y mientras más avances muestres... Bueno, creo que ya sabes.
Claro que lo hacía.
Jamás me había tragado la mentira de que alguien con una miseria más grande que la tuya podría hacer esto por placer.
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BUSCANDO A ALEM ✔️
Teen FictionAlem es como una chispa en medio de la penumbra que te hacía despertar del sueño oscuro en el que estabas sumido. Nadie puede imaginarlo sin su sonrisa tirando de sus labios mientras caminaba por las calles de la ciudad, como si en un punto de su hi...