CAPÍTULO 31

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La vieja sensación del miedo tamborileando mi corazón, en una armonía a la cual apenas podía seguirle el paso, me envolvió por completo; como un viejo amigo

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La vieja sensación del miedo tamborileando mi corazón, en una armonía a la cual apenas podía seguirle el paso, me envolvió por completo; como un viejo amigo.

¿Esto era real?

— Oye...

Lo era.

Tabitha estaba frente a mí, tan paralizada como yo y no podía esperar menos; ya lo tenía todo de mí. No había otro misterio que descifrar u otra pregunta que me obligara a responder.

Ahora podía ver el desastre que en verdad era, y yo también.

Quería poder decir que era un alivio, que podía caer ante sus pies esperando que ella fuera algo nuevo a lo que aferrarme, pero no podía. Había cosas que estaban mal y esta era una de ellas.

No había nada de sensatez en aquello y yo lo sabía.

La rara hizo el ademán de acercarse a mí, pero logre retroceder antes de que las puntas de sus dedos pudieran buscar un punto de quiebre en mi cuerpo para hacer presión y liberarme de todo.

Tomé la manilla de la puerta, aunque al final está giró tan rápido que me lastimo provocando que me apartara de un brinco; chocando con ella.

— ¡Adivinen a quien no le rompieron el corazón! — el grito de Tyler se apagó tan rápido como las llamas de las velas en medio de una ventisca, cuando notó la peculiar escena que se escondía entre los árboles; de donde jamás debería de salir.

Limpie las lágrimas que corrían apresuradas por mis mejillas, no necesitaba más espectadores de mi pecado; ya era consciente de lo malo que era.

— ¿Están bien? — preguntó Klaus con seriedad, mirándonos confundido.

"Tengo que irme." gesticule cuando la ansiedad comenzó a tirar de mí con fuerza.

No iba a soportar mucho y lo que menos necesitaba era darle a ellos otro momento vulnerable para que pudieran sacar provecho de él, tenía que huir.

Pase al lado de la salchicha alemana, sin reparar en el empujón que le dí cuando su cuerpo robusto se convirtió en mi primer obstáculo para conseguir aire fresco que me mantuviera de pie.

— ¡Adele! — exclamó Tyler, recordándome la verdad.

Negué con la cabeza antes de dar un pequeño brinco cuando la punta de mi zapato se atoró con una de las tablas levantadas que conformaban el puente de la casa del árbol.

— ¡Mierda, espera! — gritó, ahora más cerca — Te llevaré a...

Y entonces todo se volvió como una película en cámara lenta, de esas que te sorprenden un poco y te revuelven la cabeza con millones de ideas.

La mano del fraude de ricitos de oro me tomó por el hombro antes de que su pie sufriera el mismo destino que el mío, segundos atrás. Sólo que él colapso.

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