CAPÍTULO 17

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El dardo que descansaba entre mis largos dedos salió disparado como un pequeño misil en dirección al último globo que quedaba sobre la tabla de madera del juego que ahora estaba a punto de ganar

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El dardo que descansaba entre mis largos dedos salió disparado como un pequeño misil en dirección al último globo que quedaba sobre la tabla de madera del juego que ahora estaba a punto de ganar.

— Y ganaste un tiburón de peluche. — dijo la definición de fracaso que se encontraba del otro lado del tablero, un señor de unos cuarenta años que apestaba a pollo frito y sudor.

Sabía que su trabajo era patético pero al menos podría fingir felicidad cuando alguien ganaba algún mediocre peluche sucio que colgaba del techo del puesto.

Tomé el premio entre mis manos antes de girar a ver a la rara quien no paraba de dar pequeños brincos de emoción ante mi victoria.

— ¿Sigues enojada porque te llame competitiva? — preguntó divertida, recordando minutos atrás cuando un par de chicos llegaron al puesto y habían sido derrotados por mi en un abrir y cerrar de ojos.

Negué enseguida mientras comenzaba a caminar entre la gente que se encontraba pasando un lindo atardecer en la feria, tal vez también lo sería para mi si no tuviera que soportar a cierta garrapata optimista a mi lado.

En realidad estaba molesta porque seguía aquí, atada a ella por su insistente curiosidad y las preguntas del profesor García, que en realidad no eran tan pretenciosas.

Al parecer el psicólogo fracasado había encontrado algo mejor que hacer con su vida en estos días  en vez de acosar a un par de adolescentes discapacitados con sus entrevistas.

— Tienes buena puntería. — señaló la rara mientras caminaba a mi lado, sin apartar la mirada de mi, lo cual era algo demasiado incómodo y molesto — Aún no entiendo cómo es que fallaste el disparo en tu cabeza.

Mi cuerpo se quedó completamente paralizado ante el comentario, quien tardó unos segundos en notar que me había quedado un par de pasos atrás. Al menos había podido perderme de su vista, aunque sea por un segundo.

¿Ella en realidad había dicho eso?

— ¿Demasiado pronto para bromas al respecto? — preguntó con el ceño fruncido mientras se paraba frente a mí acompañada de su yeso y muletas que parecían haber sobrevivido a una tercera guerra mundial con todos esas raspaduras. — Bueno, es que como a veces sueles ser muy cruel pensé que te gustaba el humor oscuro. — respondió, encogiéndose de hombros cuando no obtuvo una respuesta de mi parte.

En realidad no me molestaba, y tal vez si las cosas fueran diferentes me hubiera reído. Pero se trataba de la rara, la misma persona que me había confesado que no creía que era libre en el refugio, días atrás.

— ¿Y ahora qué quieres hacer? — preguntó con indiferencia mientras miraba a su alrededor, como si buscara algo mejor que hacer. — Ya terminamos las preguntas del profesor García, parece que ahora lo más oscuro que obtendré de ti es que te gustan las palomitas con extra mantequilla, salsa de tomate y salsa picante.

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