CAPÍTULO 26

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Rojo.

El color podría significar un montón de cosas para un montón de circunstancias; peligro, atracción, pasión, dinamismo, calidez y agresividad. Pero yo había querido cambiar aquello, crear mi propia versión de lo que veía más allá de la propia impresión.

Para mi era más como un punto final; un viento cargado de libertad y el yacer de mis penas. Algo que por tanto tiempo había anhelado tener, que ahora que estaba a un par de metros de mí no sabía que hacer.

El semáforo que alertaba la presencia de un tren corriendo a toda velocidad por las vías que atravesaban mi ciudad, se encontraba bajo mi mirada ansiosa; esperando a que la presión de ésta fuera lo suficiente como para obligarla a prenderse en rojo vivo.

Solo podía fantasear con la sensación de correr hacia ellas, con la adrenalina tamborileando mi corazón antes de solo sentir el último golpe que permitiría que impactará contra mí; el último aliento y el fin de mi batalla.

— Puedes seguir mirando ese semáforo por horas, pero no va a prender. — dijo Tyler a mi lado con tono despreocupado — Hoy no sale ningún tren de la ciudad, y tampoco se espera la llegada de uno. 

Al menos había pasado un segundo sin recordar que cierto fraude andante se encontraba a mi lado, tirando de mi destino de la misma manera en la que solía hacer su amiga. Solo que esta vez él había decidido darle su toque con un par de esposas sexuales que había sacado de entre la basura de su coche.

Justo cuando parecía que me libraría uno llegaba el otro para llevarse mis esperanzas.

Ni siquiera le había importado la mirada poco amigable que atravesó la cara de mi madre al reparar en su presencia, aún no me había dicho nada acerca de lo que ella y mi padre habían decidido acerca de mi mentira con él, pero al parecer en sus planes no estaban alejarme por completo de él.

Era eso o entonces no comprendía cuál sería su próximo movimiento.

— ¿Seguiremos aquí o dejarás de actuar como una chillona para que podamos entrar de una puta vez al consultorio? — preguntó, olvidando su indiferencia en algún punto de la conversación — Oye, entendería si te estuviera arrastrando al ginecólogo porque sé que tienen esas cosas con nombre de animal que te abren toda, pero es un maldito psicólogo. 

"¿Qué sabes tú del tema?" pregunté a través de la aplicación de notas.

— ¿Sobre los ginecólogos? — preguntó confundido.

Negué enseguida, intentando no volver a mirar hacía las vías rogando para que el tren apareciera por un milagro divino.

— ¡Ah, sobre esto! — exclamó, obligándome a asentir — Nada, solo sé que los padres de Tabitha te consiguieron esto y que ella me pidió que te llevará aún así fuera de las greñas. — respondió con una sonrisa dulce.

Al parecer era otro quien necesitaba la intervención.

"No me gustan los psicólogos." escribí.

Podía estar nerviosa, pero la ira que se acumulaba en mi pecho por la forma en la que mis planes fueron cambiados de nuevo por cierta chica de ojos bicolor y piel salpicada.

Ella también necesitaba ayuda, entender que a veces alejarse de las personas era lo mejor que puede hacer. Que necesitaba soltarme, porque yo no sería capaz de seguirla hasta que me volviera parte de su burbuja infantil.

— ¿La terapia de conversión te traumo a ti también? — preguntó con una sonrisa divertida.

"¿Fuiste?" escribí sorprendida apenas las palabras salieron de su boca.

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