CAPÍTULO 60

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Había perdido cientos de cosas durante mi vida, tantas que si habláramos de ellas estoy seguro de que me ganaría un premio o alguno de esos récords que aparecen en libros gigantes llenos de cosas extrañas

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Había perdido cientos de cosas durante mi vida, tantas que si habláramos de ellas estoy seguro de que me ganaría un premio o alguno de esos récords que aparecen en libros gigantes llenos de cosas extrañas.

Perdí a mi abuelo, Frankie, la que creía que era mi familia, mi felicidad, mis barreras y me perdí a mi. Extravié tanto durante poco tiempo que no podría culpar a quien creyera que estaba acostumbrado al dolor y me culpara por actuar como un loco ahora.

Había algo en todo aquellas cosas que hacía una gran diferencia ante el terror que me cazaba; ellas tenían un destino y yo sabía a dónde iban o que podían regresar de alguna manera u otra; en un sueño, una visita inesperada, la firma algún convenio con un abogado, en valentía y en mí. Pero esta vez no era así, no sabía a dónde era que había ido Tabitha y tampoco tenía algún rastro de su paradero.

Todos salimos disparados en dirección al último punto de su ubicación y apenas comenzó a llover decidimos separarnos para recorrer más lugares, ella no había podido ir tan lejos con el yeso en su pierna, ¿verdad?

—Mierda — masculló Klaus cuando regresó de una de las calles, sin haber tenido éxito —. Aaron dice que su ubicación no aparece y que ahora las llamadas se desvían.

Apenas mi corazón pareció sufrir un paro el de Tyler se rompió en medio de lágrimas y sollozos que me hacían temer por mi estabilidad, preguntándome si en realidad yo soportaría un poco más.

Era igual a aquella vez que ella huyó de mi habitación en medio de la madrugada ocultando un arma y mis peores secretos.

Había jurado que aquella sensación de desesperación que me inundó era simplemente la preocupación de que todo se me había salido de las manos y la resaca de mis ideas que comenzaban a caer en mi conciencia, pero ahora me daba cuenta que estaba equivocado; como siempre.

Mi corazón parecía apagarse con el paso de los minutos, de la misma forma en que mis oídos y mi cerebro lo hacían, haciendo que el único pensamiento que me invadía era ella y la forma que se sentía extrañarla; lo horrible que era.

Tal vez todos estábamos perdiendo la cabeza, sabía que el temor más grande de sus padres era éste y que nosotros estábamos actuando como pequeños niños que se asustaban al ver que los demás lo hacían. Solo tenía la certeza de que necesitaba verla y que ella terminara gritando que somos unos exagerados.

Los estragos de mi antiguo yo resonaban en mi cabeza, creando los peores escenarios mientras alentaban a mis pies a seguir recorriendo las calles que salían de nuestra zona de búsqueda. Ignorando a Aaron que me pedía que tuviera cuidado, porque no podrían buscar a dos.

Recorrí cada callejón y semáforo de la calle en busca de una cabellera rizada, un yeso y dos muletas, pero no había nada. Nada que gritara su nombre de la manera en que juraba que la ciudad entera hacía.

Volví a intentar marcar a su celular, mientras seguía caminando sin un rumbo específico acercándome de nuevo a la zona en donde vivía, que no estaba lejos de su última ubicación.

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