EPÍLOGO

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—Recuerda que pasaré por ti a la salida, no quiero que me llamen de nuevo diciéndome que estás encerrado en un baño Alem

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—Recuerda que pasaré por ti a la salida, no quiero que me llamen de nuevo diciéndome que estás encerrado en un baño Alem.

Asentí de mala gana, apretando con fuerza la almohada que cubría mi rostro escondiendo las mejillas sonrojadas y el nido de pájaros que parecía ser mi cabello.

Me sentía como un niño pequeño por la mañana, siendo dejado por su madre en la entrada de la escuela. Solo que los planes a los que ahora era obligado asistir estaban muy lejos de ser un centro de educación y de hablar de temas aburridos.

Era más cercano a música y tanto alcohol que terminarían por ocasionar una enorme cruda al día siguiente, ya podía presentirlo. Y aquella salida que tanto mencionaba no era más que su hora de arreglarse.

Cuando la puerta de la habitación se cerró de un solo golpe, una carcajada resonó en todo el cuarto y mi cuerpo comenzó a vibrar por los movimientos involuntarios de la chica bajo mí que parecía haber escuchado el mejor chiste de la historia.

— Bueno, al menos no fue mi papá quien nos encontró.

Tabitha salió del escondite perfecto que había creado con mi cuerpo, con las mejillas sonrojadas y sus largos rizos cayendo a la perfección sobre su cuerpo.

Habíamos viajado desde nuestro departamento cerca de la universidad y la gran ciudad porque Tyler había escogido este lugar.

"Pudo ser peor" asentí sonriendo mientras me dejaba caer sobre el mar de sábanas y almohadas que segundos atrás, antes de que cierto fraude de mejor amigo entrara a la habitación, aún se encontraba presentable ". Pero creo que alguien debería de decirle a Tyler que si nos encerramos en una habitación a mitad de la tarde no es exactamente que quiera dormir."

—¡Oye, tu dijiste que veníamos aquí para tomar una siesta! — chilló Tabitha, fingiendo indignación mientras se sentaba a horcajadas sobre mi.

"Pensé que te diste cuenta de mis intenciones cuando me quitaste la ropa." respondí divertido, posando mis manos sobre sus muslos en completa libertad.

— Es que hace mucho calor afuera. — negó, trazando con la punta de sus dedos los huesos de mis clavículas antes de aventurarse un poco más abajo.

Yendo exactamente a los puntos de la piel rosada que formaban dos largas líneas delgadas que adornaban mi pecho, ahí donde el cirujano había abierto durante la mastectomía subcutánea que por fin liberó a mi cuerpo de las últimas curvas que habían sobrevivido al tratamiento hormonal.

Decir que los últimos años habían sido fáciles era exagerar demasiado, supongo que pasar por toda la transición mientras tratas de formar una relación estable al mismo tiempo que decides qué harás con tu vida y los problemas normales que azotan a los jóvenes adultos en la universidad; era más complicado que hacer malabares con mil canicas.

Rodé los ojos con diversión antes de que ella depositara el primer beso sobre mis labios, volviendo a llevarme al paraíso.

Tabitha y yo habíamos encontrado la manera de salir adelante, ella decía que era porque cada vez que perdía la cabeza yo me limitaba a escucharla. Como si pudiera hacer algo más.

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