Capítulo dieciseis.

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Por todo Hogwarts ya se había difundido que Harry Potter se estaba llevando a una chica distinta a su cama cada noche. O cada tarde. Eso daba igual, la cuestión era que eso estaba ocurriendo y Harry estaba tomando una fama de promiscuo que no le importaba para nada, a sus amigos no le gustaban mucho lo que estaba haciendo, quizás porque conocían a Harry más que a nadie y sabían que no era así y que era muy raro que se comportara de esa manera, cuando él era un chico tan tímido y reservado sobre todo para temas tan íntimos, sabían que algo pasaba por mucho que él dijese que no y que lo hacía simplemente porque quería disfrutar de su cuerpo y de su adolescencia ahora que podía y no había ningún calvo homicida queriendo acabar con su vida. Sus demás amigos, no tan cercanos como Ron y Hermione, le admiraban y le decían que lo que estaba haciendo estaba genial y que continuase disfrutando de las chicas y de su cuerpo. Que no todos los chicos podían tener a cualquier chica que desease en su cama.

Pero ellos no sabían que a la única persona que deseaba no era una chica. Por mucho que pasaba el tiempo su amor por aquel rubio no disminuía, y cada vez que se acostaba con alguien siempre estaba Draco Malfoy en su cabeza, a veces incluso se tenía que morder el labio para no gemir su nombre. Draco estaba sencillamente precioso, continuaba viéndose muy delgado pero ya parecía una persona normal y tenía energía suficiente para caminar sin arrastrar los pies y su rostro tenía más color. Ambos continuaban estando cada vez que podían juntos, y muchas veces el novio del rubio se quería meter en medio, aunque Draco hacía gala de su carácter y le impedía meter sus narices en donde nadie le llamaba y por mucho que le doliese, dejar a Draco a veces solo con Harry. Él se alegraba mucho de que Draco continuase valorando su amistad y queriendo su compañía a pesar de tener a alguien más perfecto a su lado, cuando surgía ese tema, siempre le decía que por muchos novios que tuviese, Harry siempre sería su mejor amigo, y el realmente nunca había tenido un amigo de verdad, y estaba dispuesto a mostrar su lealtad hacia él.

Harry no iba a mentir, no podía evitar que sintiese un pinchazo en su pecho cada vez que Draco le llamaba su mejor amigo, no era que no lo deseara, al contrario, era un gran honor y Harry también lo consideraba así. El problema era que no deseaba ser únicamente un amigo para Draco, deseaba muchísimo más, deseaba lo que Theodore Nott tenía. El corazón de Draco Malfoy. Cada vez que estaban juntos, cada vez que Draco le miraba a los ojos o le sonreía, cada vez que sus pieles se rozaban, cada abrazo y cada beso en la mejilla, Harry sentía que se enamoraba un poco más. Y eso no era bueno, no era para nada bueno, ¿pero qué iba a hacer? Alejarse de su amigo no era una solución posible.

Draco también se mostraba muy disconforme respecto al modo de vida que había decidido Harry. Le decía que no debía entregarse a todo el mundo, que no todo el mundo se lo merecía y que sabía que Harry no era de esa forma, nunca había sido así, y por mucho que le preguntase no recibía respuesta del moreno. Se alteraba mucho cuando pasaban al lado de un grupo de chicas y le saludaban con coquetería, esperando ser su próxima presa, o cuando alguna chica le guiñaba el ojo o le decía que el día anterior se lo había pasado muy bien y a ver cuando repetían. Harry nunca repetía con la misma chica, salvo con la primera rubia de Ravenclaw que lo había estado haciendo un par de veces más y por quien Draco había desarrollado un profundo odio.

Iban caminando por los pasillos para acudir a su próxima clase, Harry y Draco iban discutiendo sobre un tema sin importancia, porque esa costumbre no iba a terminarse nunca.

- Pero vamos a ver.- Le dijo Draco sulfurado.- ¿Cómo va a ser así? No tiene lógica.

- Claro que la tiene, que tu no sepas mirar más allá de tus narices no es mi problema.

- Mi chico tiene razón.- Interrumpió de repente en la conversación Theodore Nott, que había estado todo el camino callado y simplemente agarrado de la mano de Draco. Harry le echó la más grande de las miradas asesinas. Harry no sabía si quería darle la razón para ganarse su favor, o simplemente recalcar que era su chico, o las dos, cualquiera de las opciones le provocaban arcadas.

Bring me to life. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora