Capítulo treinta y dos.

1.9K 128 78
                                    

El apartamento de Draco era bastante grande. Se situaba en un edificio bastante alto al que habían llegado por aparición, y estaba en una de las plantas de arriba. Era muy elegante y constaba de dos pisos, para que solo viviera una persona era muy grande pero Harry no se esperaba menos tratándose de Draco Malfoy. Estaba muy bien decorado, con un gusto exquisito, aunque a diferencia del de Harry no era muy familiar, pero aún así le gustaba demasiado.

- Lo decoré a mi gusto.- Explicó Draco al ver el rostro asombrado y ensimismado de Harry mirando su casa.

- Pues déjame decirte que tienes muy buen gusto.

- ¿Lo dudabas? Me gustaste tu.

Harry se sonrojó ante eso y tuvo que apartar la mirada del rubio.

- Eso no es tener buen gusto.

- Tienes razón, es tener un gusto excelente.

- Tampoco.- Le volvió a mirar.- Es tener un gusto de mierda.

Draco le miró totalmente ofendido.

- ¿Te estas metiendo con mi excelente gusto? Porque déjame decirte que no te lo voy a permitir.

Harry no pudo evitar sonreír al pensar en la astucia de Draco para darle la vuelta a la situación.

- No estoy diciendo eso, tienes buen gusto, pero no lo tuviste conmigo.

- Error. Tengo buen gusto para todo y cualquier otra afirmación va a ser ofensiva hacia mi persona.

- ¿Cómo puedes ser tan manipulador?

Draco se miró las uñas fingiendo indiferencia.

- Soy Slytherin.

Harry sonrió y Draco le devolvió la sonrisa, y así se quedaron un rato, contemplándose el uno al otro con las sonrisas dibujadas en su rostro. El corazón de Harry latiéndole a mil por hora mientras que notaba todo lo malo de su vida desaparecer mientras tenía la luminosa sonrisa de Draco Malfoy delante suya, era honestamente la sonrisa más bonita del mundo.

- Bueno.- Draco interrumpió el contacto y Harry pudo jurar que estaba nervioso.- ¿Qué vas a cenar?

- ¿Cómo? Draco son las cuatro y media de la mañana.

- Me da igual, no has cenado nada y tienes que hacerlo.- Tomó a Harry del brazo y le llevó a la amplia y bonita cocina que poseía.- ¿Qué te apetece? Lo que sea, ya aprendí a cocinar, una de las cosas del tratamiento era aprender.

- Vaya... El gran Draco Malfoy cocinando.- Le dijo divertido y Draco puso los ojos en blanco haciéndole reír.

- Déjate de polladas.- Le espetó.- ¿Qué quieres? Tampoco me vayas a decir que te cocine un estofado de carne porque no tenemos tiempo y para cuando termine ya será la hora de almorzar.

Harry no quería nada, después de todas las emociones vividas su estómago estaba especialmente sensible y tenía mucha fatiga y si comía algo lo iba a vomitar sin duda, y no le apetecía.

- Draco no quiero nada, de verdad.- Ante eso el rubio arrugó las cejas y le miró con los ojos entrecerrados.

- Harry James Potter.- Comenzó con un tono duro y muy serio.- Ya viste lo que pasé yo con este tema y como estuve a punto de morir, no vale la pena morir por estar delgado, puedes estarlo igualmente sin estar esquelético y con un cuerpo normal con el que puedas vivir. Tu mismo me dijiste que la comida era un amigo, un aliado, no un enemigo...

- Draco de verdad, no es lo que tú crees.

- ¿Ah no?- Le miró suspicaz.- Entonces ilumíname con cuál es la razón por la que no comes. Estas más delgado y tienes muy mala cara y reconozco esa cara perfectamente, así que esto no es de hoy solamente.

Bring me to life. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora