Capítulo uno.

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Comenzaba el primer día de clase después de la Gran Guerra. Harry se había levantado temprano para no encontrarse a muchos alumnos por el pasillo, pues le ponían de los nervios, era consciente de la gran admiración que todos aquellos le tenían y lo agradecía de verdad, pero a él no le gustaba la fama, desde nunca, y aunque a esas alturas debió de haberse acostumbrado le era imposible.

Harry tomaba su tostada mientras escuchaba hablar a su mejor amiga, Hermione, sobre todos sus planes para aquel nuevo curso, Harry se mareaba tan solo de escucharla. Extrañaba Hogwarts, no lo iba a negar, pero sus ganas de estudiar eran bastante mínimas a pesar de ser consciente que era lo que tenía que hacer para ser auror, y él lo iba a hacer, de verdad, pero no tenía ganas de pensar en ello, aun así escuchaba a su amiga con atención. Se fijó en Ron, quien miraba a su novia como si de los mayores tesoros se tratase, Harry pensaba en que seguramente no estaría escuchándola, y sonrió para sí mismo. Sus amigos hacían una pareja muy bonita.

Él había comenzado a salir con Ginny, le gustaba, de verdad que le gustaba. Se comenzó a fijar en ella de otra forma hace dos años y  aunque aquel mismo año habían salido durante una pequeña temporada, había logrado salir con ella oficialmente ese año. Ginny era una chica increíble, era preciosa y tenía una personalidad rompedora y poderosa. No estaba enamorado de ella, no al menos de la forma que Ron y Hermione lo estaban el uno del otro, pero le gustaba lo suficiente como para salir con ella y sentir esas mariposas en el estómago cada vez que la observaba. Sí, estaba muy feliz de estar saliendo con Ginny Weasley, y además de que su mejor amigo y el resto de la familia se lo hubieran tomado tan bien, de hecho todos se habían alegrado muchísimo cuando se enteraron de la noticia.

El comedor estaba sumido en las conversaciones entre los estudiantes, Harry no podía evitar sentir todas las miradas sobre él y se removió incómodo en la silla centrandose en su tostada y apartando la vista de Hermione, esta que pareció darse cuenta mostró una sonrisa comprensiva y colocó su mano sobre la suya.

- Harry.- Escuchó llamarlo su amiga, el levantó la mirada.-  Te miran porque te admiran, y no creo que haya una emoción más bonita que el ser admirado.

- Lo sé, yo lo valoro de verdad, pero ...-Harry suspiró.- A veces desearía que se olvidaran y me dejaran de agradecer, no tenía otra opción que matarle, yo...

- No te quites méritos.- Le interrumpió ella.- Es increíble que hayas hecho cosas tan inmensas y sigas siendo tan inseguro.

- Por lo menos no eres Malfoy que es el centro de atención en otro sentido...- Esta vez quien habló fue Ron, que girando la cabeza señaló a la mesa de los Slytherin, Harry y Hermione giraron su cabeza para observar.

Malfoy se encontraba sentado en el límite de la mesa de Slytherin, totalmente apartado de todos jugando con su plato de comida, que claramente se podía observar que estaba totalmente llena, el rubio no había probado bocado. Miraba su comida con la mirada totalmente ausente, mientras sus compañeros, incluyendo los de su misma casa, le miraban y cuchicheaban y alguna vez que otra soltaban algún comentario como "Malfoy apesta", a lo que el rubio respondía como si no hubiese escuchado nada. Harry no podía creerse que ese era el mismo Malfoy que siempre había conocido, callado, ausente y que se dejaba insultar. La guerra los había cambiado a todos, y claramente su enemigo era uno de los grandes afectados. No pudo evitar sentir algo de compasión hacía el, había declarado en los juicios posteriores a los mortífagos a favor de el y su madre porque le habían ayudado a pesar las reacciones que supuso eso, y Lucius se había librado por donaciones enviadas al ministerio para reparar los daños y sus declaraciones para ayudar a capturar a los mortífagos escapados.  Sumido en sus pensamientos no se había dado cuenta de que sus amigos ya habían apartado la mirada, y en cuanto se dio cuenta lo hizo el también.

Bring me to life. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora