Capítulo treinta y cuatro.

2K 130 84
                                    

A esas alturas Harry a penas salía de su casa porque ni siquiera iba trabajar ya que había dimitido y había abandonado su puesto al no verse capaz de continuar con sus responsabilidades como debía ser, y si Harry no podía darles esa seguridad a los aurores y al mundo mágico no estaba dispuesto a tener un puesto del que no podía hacerse cargo. También había sido por Seamus, que le decía que no hacía falta que trabajase y que además no le gustaba que estuviese allí con tantos hombres y mujeres atractivos y que más de uno iba detrás de Harry, y con palabras literales le había dicho que no confiaba en que Harry no se abriese de pierna ante ellos, así que mentiría si afirmase que Seamus no le había obligado a hacerlo, y que lo otro que pensaba había sido solamente argumentos que se había dado a sí mismo para tratar de convencerse de que había hecho lo correcto, también era la excusa que puso para dimitir.

A penas tenía contacto con nadie, solo con Kreacher que deseaba echar a Seamus de casa y Harry tenía miedo de que un día Seamus se hartara de las bordearías del elfo y le diese una prensa echándolo de casa cuando era la única compañía que tenía en ese momento, y a parte esa casa había sido de Kreacher durante muchos años, no sería justo. Así que Harry había acordado con el elfo que con él podía insultarle todo lo que deseaba pero enfrente de Seamus que se mantuviera en silencio y servicial y hasta ese momento estaba yendo bien. Con la única persona que hablaba era con Draco mediante cartas, como Seamus nunca estaba en casa, solo por la noche para dormir y a veces ni eso, no tenía problemas con que viese el búho. Draco no paraba de exigirle una explicación sobre lo que estaba ocurriendo que le había hecho abandonar su amado trabajo y su sueño desde que era un niño, y Harry le respondía una y otra vez que estaba agobiado y que necesitaba una vida relajante sin tener que luchar contra el mal, y una y otra vez Draco respondía con que no le había creído.

Sus cartas con Draco le daban la vida, era lo único que le hacía ilusión durante el día, esperar una carta del rubio y aquel jueves se preocupó porque tardó mucho en responder, pero cuando lo hizo y vio el búho de Harry, obsequio de Ron y Hermione hace un tiempo, llegar con la carta se puso muy feliz.

Tus chistes dejan de hacer gracia si lo cuentas diez veces, Potter.

¿Qué te parecería salir esta tarde a dar una vuelta por Londres y así nos vemos? No sé por qué pregunto si no acepto ningún no por respuesta, así que a las cuatro y media me voy a presentar en tu casa, estate preparado Potter, no me gustan los impuntuales y lo sabes.

D.L.M aka el chico más guapo del mundo.

Harry no pudo evitar sonreír ante lo último, le gustaba demasiado ver la autoestima y el ego del rubio tan alto, y a parte que tenía toda la razón, Draco era la persona más guapa del mundo, no tenía ni una sola imperfección en su delicado y perfecto rostro, ni en su maravilloso cuerpo. Harry no lograba comprender como no era que todo el mundo estaba enamorado del rubio, ¿cómo alguien podría estar cerca de Draco sin enamorarse de él? Era francamente imposible. No solo era su aspecto físico, era lo carismático que era y ese toque chulo y arrogante pero dulce y tierno cuando tenía que serlo, sinceramente, el hombre perfecto. Harry soltó un suspiro sin poder evitarlo al pensar demasiado en él. Continuó haciendo tareas del hogar, como limpiar la casa, que por cierto la tenía como los chorros del oro porque no hacía otra cosa, haciendo sus tareas muchísimo más feliz y de buen humor al pensar que esa tarde se vería con el Slytherin, solo esperaba que Seamus no le diese por justamente esa tarde pasarla en casa.

Se preparó para almorzar patatas cocidas y verduras, aunque fuese comida para él solo únicamente, preparaba platos elaborados para mantenerse entretenido el mayor tiempo posible, y aunque no tenía mucha hambre se forzó a comer con bastante alegría pues pronto se reencontraría con su Draco, y tenía tantas ganas de verle que no sabía como se iba a contener para no besarle y comérselo entero cuando le viese. Cuando se tuvo que preparar su humor disminuyó, no encontraba nada que le quedase bien y que le ayudase a ver mínimamente mejor dentro de lo feo que era ante el rubio, cada vez que se miraba al espejo para ver como estaba tenía que cambiarse la ropa, encima estaba el hecho de que su cuerpo estaba yendo de moretones porque al no salir de casa Seamus no se molestaba en curarle lo que le hacía ni le permitía curárselo él mismo alegando que tenía que sufrir ese dolor para no repetir cual fuese el error que había considerado que habían cometido. Finalmente encontró algo que eligió únicamente porque era ancho e impedía verse su cuerpo, que a pesar de que estaba ejercitado porque Harry no quería perder su buena forma, le avergonzaba mucho sobre todo por lo que Draco pudiese pensar en él. Pero después de haber elegido su ropa, se llevó cerca de una hora mirándose al espejo insultándose por lo horriblemente feo que se veía, sus ojos eran horribles, eran heredados de su madre y a pesar de que en ella se veían realmente hermosos en él se veían fatal, su pelo incontrolable le daban una imagen de imbécil increíble, sus nariz era demasiado grande y sus labios demasiado finos, no hacía más que encontrarse defectos mientras se preguntaba si la mejor opción no sería presentarse ante Draco con una bolsa en la cabeza. Sin darse cuenta la hora se presentó y se sorprendió cuando alguien llamó a la puerta, se había inmerso tanto en el odio hacia si mismo que no se había percatado de que la hora había llegado, ahora por culpa de eso se sentía bastante abatido y deprimido, y las palabras de Seamus de lo horrible que era resonaban en su cabeza resonaban en su cabeza una y otra vez mientras caminaba a la puerta para abrirle.

Bring me to life. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora