Capítulo 13.

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Dylan:

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Dylan:

Me remuevo en la cama abriendo los ojos por el rayo del sol que entra por la ventana e impacta contra mi cara, intento levantarme, pero unas piernas largas se encuentran enredadas con las mías. Detallo a la hermosa mujer que se encuentra a mi lado con sumo cuidado trato de alejar las hebras de cabello que tiene sobre la cara, se remueve llevando un brazo alrededor de mi cintura siento como una corriente eléctrica sube por todo mi cuerpo haciendo que se me acelere el corazón.

Recuerdo la noche en como la hice mía en la bañera, la forma en como se tomó la iniciativa de posarse y moverse sobre mí causando que me ponga duro como una piedra, sus gemidos son una exquisita melodía para mis oídos. Ninguna mujer me ha llegado a satisfacer como lo está haciendo Samantha, ni ella…

Sacudo la cabeza borrando esos pensamientos del pasado, quito sus brazos tratando de no despertarla mis ojos caen a sus senos desnudos y solo hace que la polla se me ponga dura ¿Qué estás haciendo conmigo Samantha? Logro quitármela de encima me levanto cogiendo mis ropas para irme a mi habitación. Luego de darme una ducha relajante y bajar la erección que me dejó con solo verla de esa forma. Bajo al comedor encontrándome con Chiara al pie de las escaleras, Chiara es la amada de llaves hace años que trabaja para mis padres.
—Buongiorno, giovane Dylan —me saluda en italiano.

Buenos días, joven Dylan”

—Buongiorno, ¿dove sono i miei genitori? —pregunto fijándome en el comedor vacío.

Buenos días, ¿dónde están mis padres?”

—Sono in gardinio —me responde sonriendo.

Están en el jardín”.

Asiento con la cabeza encaminándome al jardín los veo desayunando y teniendo una conversación agradable al aire libre. Hay días que las temperaturas en Milán pueden llegar hacer muy alta cuando el verano está por llegar y justo hoy es el día. Paso por la gran piscina y me acerco donde se encuentran ellos.

—Buenos días —saludo a ambos tomando asiento.

—Buenos días, hijo —hablan al unísono.

—No los escuché llegar anoche —dice mi madre antes de llevar su taza de café a su boca.

—Hemos llegado de madrugada —digo, mientras dejo que me sirvan el desayuno.

—¿Y Samantha? —pregunta mi padre.

—No lo sé, aún no me he encontrado con ella —miento antes de darle un sorbo a mi taza de café.

—Estaba muy hermosa —menciona mi madre y no puedo negarlo.

—Sí.

Observo como Samantha se acerca a nosotros luciendo un vestido veraniego que le llega hasta arriba de las rodillas y unas sandalias veraniegas, lleva el pelo en una trenza que solo me dan ganas de tomarla entre mis manos mientras la tengo de cuatro de solo imaginármelo mi miembro cobra vida.

INGENUOS. (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora