Capítulo 26.

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Sam:

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Sam:

"La ingenuidad de las mujeres, solo existen en la mente de los hombres tontos"

Esas palabras fue la última vez que escuche de mi madre antes del accidente," no sabes cuanta falta me haces", siempre que llego del trabajo lo primero que encuentro es la casa vacía y lo único que huele es ha soledad.

Llevo una semana aguantando los malos tratos de Dylan, cada vez me llena mas de trabajo hasta llego al punto de prohibirme salir de la empresa en lo que queda de mi horario laboral, estoy harta de todo quiero desaparecer de este mundo, me hubiera llevado a mí y no a mis padres el día del accidente.

Ahora que Edward volvió a su ciudad, me siento más sola con Rous muy poco hablamos, los horarios que le dieron no coinciden con los míos y ahora que anda mas enamorada ya ni tiempo para salir tenemos.

-Señorita Smith, ven un momento -dice Dylan en el umbral de la puerta.

Me levanto de la silla, tomando como de costumbre la pluma y la libreta, me dirijo a su despacho, me da el paso para entrar escucho como le pone seguro a la puerta antes de encaminarse hasta su escritorio.

- ¿Qué necesita? -pregunto al verlo tomar asiento frente a su escritorio.

­ -Como sabe la próxima semana es el aniversario de la empresa -empieza, dejando ambas manos sobre el escritorio -. Necesito que me haga una lista de todos los invitados que estarán esa noche.

Mi vista se llena de furia al escuchar lo que me pide, esto es más de lo que pensé.

- ¿Cuantos invitados serán? -pregunto, conteniéndome de no golpearlo.

-Son 150 invitados, mas la prensa que estarán ese día -concluye.

Anoto todo lo que me pide en la libreta, levanto mi vista y este choca con los suyos se nota lo agotado y la falta de sueño en el.

¿Qué te está pasando Dylan?

-Ya terminaste -lo escucho hablar, saliendo de mi ensoñación.

-No se crea -menciono -. Hace tiempo que deje de babear por usted.

Suelta una risa y no entiendo donde está el chiste.

-Eso usted ni lo cree -afirma con una voz seria.

Me levanto de la silla, y él hace lo mismo.

-Usted no sabe nada de mí y tampoco yo de usted -aclaro enfurecida-. No puede afirmar algo del que no está seguro.

Sale de su escritorio y se posa frente a mí.

-Sabe que es verdad -se acerca más hasta a mi -, y lo puedo asegurar.

-No tiene como comprobar...

INGENUOS. (En Pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora