Sabor miel - Obanai Iguro

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[Spoiler muy ligero del manga]

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Personalmente, no se consideraba fan de los dulces. Mucho menos de los mochi. A diferencia de los otros pilares, cómo por ejemplo, Rengoku, consideraba su forma de apreciar la comida algo diferente. Traba de comer solo y apartado, en su finca, la mayor parte del tiempo. Más cuando la tsuguko de Mitsuri vino con una sonrisa radiante y un bento entre manos supo que al menos por esa tarde tendría que comer junto a ella. Si bien no le desagradaba la idea completamente, no se sentía cómodo deshaciéndose de las vendas en su rostro. La cicatriz en su rostro le incomodaba en su totalidad; no por su apariencia, pero por su pasado cruel. Al pensarlo le recorrían escalofríos y se le revolvía el estómago con impotencia.

— Entonces, ¿No los quieres? ¡Te prometo que están muy buenos! ¡¡Aprendí a hacerlos para Mitsuri-sama, pero necesito saber si son lo suficientemente buenos, ppr favor!!

Suspiró. Tampoco estaba contento en ser una clase de sujeto de prueba de comida.

Tenían una relación no tan cercana; cuando Mitsuri consideraba que una misión era demasiado peligrosa lograba convencerlo de mantenerle un ojo encima a su tsuguko. Y a decir verdad, se parecían mucho en cuanto a personalidad. Aunque consideraba que (T/N) tenía una figura un poco más frágil. Muchas veces se preguntó cómo es que alguien como Kanroji terminó por aceptarla en su finca, enseñándole sus técnicas e intentando formarla en el camino de la respiración del amor.

La respiración de (T/N) era la de la Paz. A pesar de que en un principio pensaba que carecía de sentido, hasta cuando entendió que había derivado las técnicas de la respiración del Agua y Aire para crear la propia, probablemente siendo reemplazada en un futuro no tan lejano por la de Mitsuri. Y eso no le desagradaba, (T/N) no le desagradaba. Solo que aún no estaba seguro de cómo interactuar sin ponerse nervioso. Al menos no era como Tomioka.
Suspiró, y negó con la cabeza mientras Kaburamaru se enroscaba cómodamente en sus hombros al moverse de su lugar y extender las manos.

— Bien. Solo uno.

La sonrisa del tsuguko se ensanchó mientras se apresuraba a deshacer el nudo en la tela del bento. Era de un color rosado, en patrón de árboles sakura florecientes. Ciertamente algo que tanto la pilar como el pupilo usarían.

— ¡Me esforcé mucho, no lo decepcionará! O a-al menos eso quiero pensar...

Soltó una risita nerviosa, ofreciéndole la caja para que tomara alguno. Los colores eran agradables a la vista, y ciertamente al estar tan cerca podía percibir un ligero olor dulce proveniente del postre. Los analizó unos segundos, y tomó el de amarillento color, pálido, pero con una gota de dulce néctar en su copa.

— ¿Que esperas para irte? Ya lo tomé.

— Necesito que lo pruebe. La reacción sincera ante mi cocina me dirá si deberé esforzarme más por Mitsuri-sama.

Por un segundo sintió que le daría un tic en el ojo. Respiró hondo y negó con la cabeza.

— Me gusta comer solo.

— Sin excepciones. Quiero asegurarme que me dará su sincera opinión, además, ¡Tiene siempre a su compañero en hombros! ¡¡No está solo!!

— Ugh... No me gusta que me vean comer. Date la vuelta.

— ¡PERO-!

— Ahora. ¿Quieres que lo pruebe o no?

Rechistó, pero se dió media vuelta dándole la espalda al pilar. Obanai rodó los ojos y con un suspiro se deshizo de las vendas en un corto movimiento, asegurándose que no estuviera mirando. Miró el dulce que, a su vez, sentía que le miraba amenazante con la cantidad de azúcar que seguramente eso tenía. Kaburamaru se restregó en su mejilla como consuelo, y sin más opciones le dió un pequeño mordisco al dulce.

Ciertamente, cumplía las expectativas en cuanto a la dulzura, pero, no se sentía empalagado en absoluto. A pesar de que había dado un bocado tan pequeño, de su interior brotaba dorada miel natural.

Sabía bien.

Quizá demasiado bien.

— ¿Y? ¿Que piensa, Pilar Serpiente-san? ¿Está bueno, le falta algo...?

— Uh...

Se le fueron las palabras de la boca. Pensó por varios segundos el qué decirle. Ciertamente era algo que Mitsuri comería. Por más de un día. Era como, una sensación que había perdido.

—  Es...

— ¿¡Es tan malo!? ¡Debería entonces...! Oh...

Se giró a ver al pilar cuidando de no tirar la caja. Se encontraba ahí, parado, mirando la comida en su mano con un ténue brillo en su mirar. El sabor de la miel en sus labios y en los bordes de su cicatriz. Parpadeó varias veces y se giró casi de inmediato.

— Creí haberte ordenado que no me mirases... Pero... Están bien.

Suspiró, algo fastidiado ya que le había desobedecido, más no podía negar que el dulzor le impedía sentirse molesto.

— Iguro-san... Es usted... Impresionante. Y muy considerado.

Su voz sonó calmada, apaciguada. Dulce. No sentía lastima por el, tampoco se asustó al mirar su cicatriz, ya que después de todo, cualquier miembro que fuese parte de los cazadores de demonios tenía más de una.
Cuando se le pasó la sorpresa, reaccionó, envolviendo el bento con prisa.

— ¿A qué te refieres con-?

— ¡¡Muchas gracias con su opinión, iré a preparar el resto, adiós!!

Y así como apareció se fue entre pasos apresurados y torpes, sin darle tiempo a exigir respuestas. Suspiró, dándole otro bocado al dulce, tragándose también alguna que otra incoherencia que le diría. Podría quedarse con Mitsuri más tarde.

En realidad, se parecían mucho. Pero por ahora prefería disfrutar del sabor a miel.

𝕺𝖓𝖊-𝖘𝖍𝖔𝖙𝖘  [Pedidos Cerrados]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora