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El trío de amigos caminaban juntos a la preparatoria como era costumbre, con la única diferencia de que Izume y Osamu iban de la mano, mientras que el otro Miya iba un tanto apartado siendo, cómo en los últimos meses, el mal tercio en la relación de su hermano, aunque aquello no parecía pesarle mucho.

Hacía ya un mes Izume y los gemelos habían vuelto a las clases, empezando el segundo y tercer año respectivamente. Nada había cambiado realmente, los mismos roces entre Atsumu y la pareja, la cual parecía más enamorada por cada día que pasaba, lo que fastidiaba al rubio en ocasiones.

Los gemelos permanecían enfocados en sus entrenamientos, como había sido en todos esos años, solo que incluso más serio debido a que era su último, mientras que Izume se le pasaba por la cabeza a diario la propuesta de su padre, la cual no había hablado con los chicos, ni siquiera con su novio, guardándoselo para ella sola y cada tanto hablándolo con su madre, ya que en cuanto amigas nada había cambiado, aquellas chicas que parecían ofrecerle un lugar en su grupo se habían graduado ya y las chicas de su salón parecían repudiarla aún más por su relación con Osamu, que no era para nada un secreto y cada tanto escuchaba a gente hablar sobre el tema por los pasillos.

Llegando a la escuela se separaron y cada uno tomó su respectivo camino hacia su salón, quedando en almorzar los tres juntos.

Izume sintió una fuerte melancolía al caminar por los pasillos de la preparatoria, ya que hacía tan solo unos días había despedido a Kita, que había vuelto al campo en donde su abuela vivía para hacerle compañía, como siempre una acción bondadosa y responsable de parte de su sempai, pero no quitaba el que extrañaba mucho a su superior, al cual consideraba también un buen amigo y un gran ejemplo, con quien acostumbraba a compartir buenos ratos y charlas sobre temas más complejos e intelectuales de los cuales sus amigos de toda la vida no podrían seguirle ni en chiste. Desde su partida la pelinegra aceptó la realidad y era que estaba bastante sola, si no fuera por los gemelos claro, no tendría con quien convivir y sentirse cómoda, y hasta cierto punto ya que su relación con Atsumu no era como solía ser, cosa que sufría en silencio.

Era triste pensar que si algo pasaba en su relación con los gemelos ella se quedaría sin nadie, pues su madre estaba bastante ausente por temas del trabajo, su padre lejos, las chicas de su clase parecían despreciarla a más no poder y los chicos solo la buscaban con segundas intenciones. Rezaba a cualquier Dios dispuesto a escucharla que nada sucediera y no perdiese esa valiosa amistad en la basó prácticamente toda su vida.


Sus pensamientos se disiparon al sentarse en su banco correspondiente y escuchar de casualidad la conversación frente a ella.

—¡Da más detalles Satō-Chan!—Exclamaba una de las chicas que rodeaba a la rubia.

—Bueno, si tanto lo quieren.—Habló la chica quien era el centro de atención en el grupo, Satō Kairi—Básicamente Miya-Kun me trata como una reina, ya saben, me consiente, hablamos por horas y hasta dijo que el próximo partido que ganase me lo dedicaría.—Presumió mientras jugaba con un mechón de su lindo cabello.

Izume miró con expresión aburrida al grupo que conversaba a unos pocos metros de ella. Se tragaba la rabia de saber que Atsumu estaba "saliendo" con aquella chica, que durante todo su tiempo en esa escuela se dedicó a menospreciarla y hasta en ocasiones humillarla ¿Pero de qué se quejaba? Si ella había rechazado a Atsumu y él tenía todo el derecho de estar con quien quisiese. Eso si ¿Alguien que la había tratado tan mal y evidentemente no le simpatizaba en lo absuelto? Hasta llegaba a sospechar que era una especie de venganza hacia ella por corresponder a Osamu y no a él, muy en el fondo y conociéndolo bastante lo creía mínimamente capaz.

Choose you; Miya Twins Donde viven las historias. Descúbrelo ahora