Capítulo XIV: Gris

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Parpadeó varias veces. Los balbuceos de Arquímedes debieron haberlo confundido. Tomó el avioncito y se lo entregó esperando que eso fuese suficiente para tranquilizarlo, si ya se había negado a terminar su desayuno, él no insistiría más. Tampoco era como si pudiera hacerlo; el estupor le abrasaba. 


Regresó su atención al hombre sentado frente a él.



—Papá, ¿dijiste algo de-



—Sí.



Audifaz se quitó el sombrero y lo puso sobre la mesa. Estiró sus manos alisando el mantel, parecía dispuesto a dilatar la expectación de su hijo en ese acto.



Sintió que la presión arterial se le aceleraba. Se levantó lentamente como temiendo que un movimiento brusco fuese a esfumar el semblante pacífico de su padre, o peor todavía, hacerle cambiar de opinión.



—Pero-



—Guarda la compostura. Es más, vete haciendo la idea de que debes dejar atrás muchas de tus conductas infantiles. Si vas a aceptar el reto, entonces debes empezar a actuar como un hombre.


El joven no repasó en el tono frío de su padre, mucho menos en el mensaje entre líneas, estaba demasiado ocupado decodificando el futuro que le aguardaba. Temo enloquecería.


«¡Temo!».


—Yo, eh, eh. ¡Me voy a la escuela! Nos vemos luego, pa.


Colgó su mochila al hombro, le dio un beso en la sien a su hermano y salió disparado como alma que lleva el diablo. Debía contarle. Empezaba a dudar de que en verdad hubiese despertado, se bañara y comiera para ir a la escuela. Quizá seguía dormido, y si ese era un sueño, rogaba que siquiera le dejaran ver la carita de emoción de Temo cuando le diera las nuevas buenas.


Afuera, Temo estaba recostado junto a la puerta del departamento de su novio. Normalmente era al revés y el rizado era quien se quedaba esperando que estuviera listo, pero se había retrasado y decidió subir.


De repente sintió una especie de ventisca golpearle. Al fijarse, vio a Aristóteles recostado contra la puerta cerrada, respiraba fuerte y sus ojos desorbitados le gritaban un mundo de cosas que él no descifraba.


—¿Qué pasa Ari-



—¡Vamos!


Lo siguiente que supo fue que era tomado de la mano para correr escaleras arriba. Eso no tenía sentido, debían bajar para ir al colegio. Pero antes de poder preguntar nada, estaban entrando a la azotea.

Sin mentiras ~ AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora