Capítulo 8: Problemas y Recuerdos.

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Pov. Yuliza

Me quede en shock, mientras sentía todavía  sus labios contra mi piel. Lo tome del codo antes de que se vaya y lo acerque a mí.

-¿Qué soy? ¿Una maldita res al cual marcar? No soy tuya y jamás lo voy a ser, que te quede claro.

-No, pero tengo prácticamente control de ti, Yuliza.

Lo mire estupefacta. Caminamos en silencio y vi a Alberto en el coche en que minutos antes me había traído, Raúl se acerco a la ventanilla y lo miro, que hasta mi se me congelo la piel.

-Regresa a casa, yo llevare a Yuliza.

-Sí, señor – respondió Alberto yéndose en el coche como alma que llevaba el diablo.

-Vamos Yuliza.

Me metió en su auto en el copiloto, mientras manejaba en silencio.

-No quiero que te acerque a ese doctorcito – dijo sin siquiera mirarme. -¿oíste?

-Oí, pero no significa que tenga que hacerte caso.

-¡¿Por qué siempre quieres llevarme la contraria?!

-¡¿Por qué siempre quieres darme ordenes y controlarme como a un objeto?!

El auto quedo en silencio de golpe, hasta se podía percibir la tención.

Llegamos a la casa y me baje sin siquiera míralo, abrí la puerta y la entre casa casi corriendo. Sentí la mano de Raúl en mi muñeca, y me jalo contra si, acercándome a su pecho. Mi corazón estaba a mil por hora, y… ¿En que estaba pensado? ¡Dios! La piel se me puso chinita nada más de estar cerca él, olía tan, pero tan bien. Sus ojos grises se clavaron en mi brazo, trate de esconder mi cara contra su pecho, sus grandes brazos me rodeaban la cintura y ya no podía pensar en nada que solo era él y yo.

-Yuliza… - su voz sonaba ronca. Con su mano levanto mi mentón para que pudiera ver sus ojos grises – Perdóname, jamás quise lastimarte ¿me crees verdad?

-Ya no se qué pensar de ti, de pronto estas bien y luego estas gritándome e insultándome. No sé en qué piensas, ni cómo vas a actuar.

-Yo… no tengo como justificarme… no sé cómo actuar cuando estoy contigo.

-Soluciónalo – dije apartándome de él bruscamente, tanto que trato de volverse a cercar a mí pero no se lo permití – No Raúl.

-¿Por qué? – su mirada estaba destrozada y solo hacía que mi corazón sangrara. Quería acercarme y que me besara, esos labios que una vez había probado.

-¿Por qué? me insultas, me agredes, me Lástimas ¿y piensas que pidiendo perdón ya está? Así no funcionan las cosas. Acepte casarme contigo, porque no me quedaba de otra. Tú haz tu vida y yo la mía, no pidas que te sea fiel, y yo no te lo pediré a ti. Así no nos deberemos nada sentimal.

Sus ojos y su mentón se endurecieron gravemente. Di un paso hacia atrás por instinto, para poner la mayor distancia entre nosotros y me abrace.

-No te golpearía – afirmo al ver mi reacción – Al menos no apropósito. Tienes razón, pero serás mi esposa y por lo tanto yo si te exijo que me seas fiel.

-¡Espera, espera! – Dije mientras reía gravemente – Serte fiel, que gracioso eres – volví a reírme, su mirada estaba arrugada algo molesto tratando de saber porque de mi ataque de risa – Sí, como no, como tú lo fuiste hace poco, no pidas algo que tú no estás dispuesto a dar.

Camine hacia las escaleras, y me fui directo a mi cuarto a descansar, me puse algo para dormir. Vi lo de la ropa que según Raúl había encargado. Mire el blusón de negro que poco cubría lo alce lo suficiente para analizarlo debidamente.

Compromiso a la fuerza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora