Pov. Yuliza
Sentía mi cuerpo cansado traté de abrir los ojos pero la luz me lastimó, Los volvi a cerrar mientras me cubría con la mano.
Alguien se movió a mi lado, giré bruscamente y sentí un dolor en un costado.
—Yuliza... Amor, no te muevas — decía la voz de Raúl.
Abrí los ojos de golpee y allí estaba él, su cabello revuelto, sus ojos grises con ojeras y rojos, su ropa estaba a arrugada y muy desaliñado. Su boca formó una gran sonrisa a pesar de su aspecto, parecía que sólo me podía ver a mí y a nadie más.
De pronto sus ojos se llenaron de lágrimas y me abrazo. Todo el cuerpo me dolía, pero lo ignoré, abracé a Raúl como si mi vida se me fuera en ello, también lloré, sentía que nuestra frustración se deshacía, solo estábamos él y yo.
—Casi te pierdo — susurró en mi hombro — nunca me iba a perdonar si... Tú...
—Shh, estoy aquí.
—Y no sabes cuánto me alegra que aún estés a mi lado.
Se separó de mí con cuidado, él no paró de llorar, mientras me pedía disculpas.
—Raúl, nada de eso fue tu culpa. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? — pregunté aturdida.
—Una semana — respondió bajando la mirada — dos días para que pudiera conseguir la sangre y después de que te la pusieran... Cinco días has estado dormida.
—Eso... Eso es mucho tiempo.
—Lo es... — de pronto pase mi mano por mi estómago — ellos están bien — dijo posando su mano sobré mi mano — Nuestros hijos están bien.
Miré sus ojos, lo decía en serio, nuestros hijos, como dos simples palabras podían arreglar todo, nuestros, no sólo míos, de ambos.
—¿Nuestros? — pregunte abatida.
— Sí, nuestros — dijo mientras tomaba mis manos sobre las suyas y la besaba con devoción — son nuestros hijos, y nadie dirá lo contrario, al menos no en mi presencia porque no lo permitiré.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, lloré sin más, lo atraje hacía mí y lo bese.
—Te amo — susurré sobre sus labios.
—Te amo — respondió con una sonrisa y volvió a besarme.
Los días habían pasado, estaba en observación. El abuelo de Raúl y su hermana me visitaban todos los días sin excepción.
Amelia me contó su viaje resulta que Raúl había encargado cerrar un trato en Francia a George el eterno enamorado de Amelia, ella lo siguió se armo de valor y toco a su puerta de hotel.
La puerta se había abierto y estaba una mujer morena esbelta sus risos le caían en la espalda, tenía un pantalón blanco y una blusa azul fina que se le señia al cuerpo.
—Ella me miró interrogante Yuls, entones la salude pero no me respondió así que llamó a George, me sentí mal de que la llevará sabes... Cuando se asomó y me vio, salió y cerro la puerta tras de él.
—¿Qué hizo él? — pregunté.
Recuerdo de Amelia:
—¿Qué haces aquí? — me interrogó George— ¿te envió Raúl?
— ¿Qué? Noo, él no me envió yo... Yo vine porque... Bueno... Sí me envió... Pero no... Yo...
— Amelia — susurro su nombre como si fuera lo más exquisito de los postres — me éstas confundiendo mucho — se pasó el cabello largo y castaño entre los dedos — ¿Te envió Raúl?
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Compromiso a la fuerza.
Lãng mạnImagina que un accidente cambia tu vida y la de un empresario. Esto le paso a Yuliza una teibolera. Ante sus ojos se desata un accidente en carretera, pero no sabe que ese hombre podría cambiar su vida. Raúl un gran empresario sufre un gran accident...