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Parecía estar teniendo un déjà vu. Yo, en el aeropuerto, llegando a Francia nuevamente. Para mi suerte, esa vez no me habían perdido la maleta, si no ya me estaría subiendo por las paredes. Me daba un poco de rabia tener que llegar a esa hora de la tarde, hubiese preferido mil veces llegar por la mañana. Ahora me estaba muriendo de hambre por culpa de eso, ni de coña iba a comer la comida del avión así que me había tenido que aguantar. Si mi vuelo hubiese sido por la mañana podría haber dormido todo el trayecto y, al despertar, llegar a Francia para comer con un hambre recién despertada. Pero no. Llevaba dos horas sin comer nada y mi estómago no paraba de quejarse.

Para mi buena suerte, mi maleta salió de las primeras, así que pude dejar el aeropuerto temprano. No tanto como hubiera querido, porque mi vuelo se atrasó, pero temprano.

Con mi maleta detrás de mí, recorrí el aeropuerto en busca de la salida donde había pedido mi taxi para volver a la ciudad. No quería quedarme ni un minuto más en ese lugar repleto de gente, las multitudes sin duda no eran lo mío. Casi me tropiezo con una señora mayor debido a mi paso rápido.

- ¡Vigile por donde va, por dios! -me regañó la señora, una vez casi me la como-. ¡Podría estar yo ahora con una cadera rota en el suelo!

Quise rodar los ojos ante la exageración, pero no me pareció adecuado, así que me retracté. Después de disculparme varias veces, haciéndole hasta reverencias al estilo coreano, la señora me dejó ir, aunque seguía muy enfadada. Cuando por fin me fui, la oí murmurar algún insulto dirigido a mí, pero pasé de largo.

Llegué a la salida con un bufido, sin duda la mujer esa me había bajado los ánimos hasta el suelo. Yo estaba de buen humor hasta que me había tropezado con ella, y ahora tenía ganas de golpear una pared para descargarme.

Entre la multitud de gente divisé un cartel que ponía «Jeon Jungkook». Me sorprendió que estuviese bien escrito luego de la última experiencia. Me acerqué al cartel y a medida que lo hacía, mis ojos se hacían cada vez más grandes.

- ¿Jimin? -pregunté sorprendido-. ¿Pero qué haces aquí?

Con una sonrisa, Jimin se abalanzó a mí en un gran abrazo de oso.

- He venido a recoger al ganador del Grand Prix de Helsinki, que estará presente en la gran final -respondió con una sonrisa-. ¿Acaso no es obvio?

- No me lo esperaba.

- Esa era la intención, bobo -dijo rodando los ojos-. Como los demás estaban muy ocupados he decidido venir yo a recogerte.

- Deberías estar entrenando -dije algo culpable.

Era solamente un martes, Jimin debería estar preparándose para su evento clasificatorio, que sería en pocos días.

- Prefiero no estresarme -respondió alegre-. SI entreno mucho los días antes de la competición mi mente se satura, es inevitable. Practico solo lo necesario, quiero que me salga perfecto.

Asentí sonriéndole. Me acordé del taxi que había pedido.

- yo había pedido un taxi... -murmuré rascándome la nuca-. Lo siento, de verdad no sabía que vendrías.

- Hey -dijo con tono tranquilizante-. Ya me lo había imaginado, no te preocupes. Podemos buscar al taxista y decirle que se marche, tú ya tienes a tu taxista personal -me guiñó un ojo.

Rodé los ojos con una sonrisa ante ese gesto atrevido por parte del rubio. Nos alejamos de donde estábamos para buscar mi nombre en un cartel de los que sujetaban los taxistas que venían a recoger a la gente que llegaba al aeropuerto. De repente, Jimin habló.

Sobre Hielo - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora