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Esa medalla de oro.

Parecía estar tan cerca pero a la vez tan lejos de mis manos... Aunque el día anterior había quedado en primera posición en el programa corto, hoy debía ejecutar un programa libre perfecto si quería mantener mi posición en el primer puesto. Al terminar la competición, justo después de salir del pabellón, recibí una videollamada de todos los del equipo.

- ¡Eh! -gritó el entrenador-. ¡Te dije que podías hacerlo!

Me reí ante su cara de alegría. Namjoon podía parecer la persona más seria y disciplinada del mundo, pero en realidad solo se preocupaba por nuestros logros. Después de todo, él había estado en nuestra posición y sabía perfectamente lo que era asistir a una competición de ese tipo.

- Joder, JK -dijo Tae-. Ese programa es el programa más perfecto que te he visto hacer. Parecías un bloque de hielo inalterado, ¡ha sido increíble!

- ¿Has visto mis otros programas? -pregunté curioso. Tae me miró con cara obviedad-. Dios, que vergüenza...

Todos se rieron por mi cara avergonzada.

- Me gustaría hablar más tiempo, pero la verdad es que estoy drenado de energía -anuncié con una sonrisa-. Estoy llegando al hotel ahora, así que os tengo que dejar.

- Mañana recuerda concentrarte como hoy y patinar como tú sabes hacerlo -dijo Namjoon con una gran sonrisa-. Te vamos a estar viendo, ¡recuérdalo!

- Mucha suerte, Kookie -dijo Jimin.

Nos despedimos y acabamos colgando cuando estaba en la puerta del gran hotel en el que iba a alojarme. Con la pequeña maleta que llevaba y una mochila en la espalda, fui hacia el ascensor que estaba en un extremo del gran recibidor del hotel. Sentía que se me cerraban los ojos del cansancio que se me había acumulado durante el día.

En realidad, ese cansancio era más bien emocional y mental que físico. Los nervios de antes de la competición habían drenado por completo mi energía. Hubiese querido tener una cama disponible cuando salí de la pista, pero, obviamente, eso no había sido posible. Tener que caminar hacia el hotel, aunque no estuviera muy lejos, había sido el detonante extremo del sueño que me consumía en ese momento. Tenía que evitar que se me cerraran los ojos si no quería caerme allí mismo, en medio del ascensor, delante de todas las personas que estaban allí.

- Creo que ha llegado usted al piso deseado, joven -me indicó el ascensorista.

Elevé mi mirada y comprobé que, efectivamente, había llegado con éxito al piso donde tenía la habitación. Como un zombi, salí del ascensor y caminé hacia la habitación número 302, que, para mi suerte, estaba en el principio del pasillo. Una vez entré, me quité la mochila y dejé la maleta tirada en algún rincón de la habitación. Apenas me di cuenta cuando me saqué la ropa para darme una ducha o cuando me puse el pijama para irme a dormir. Pero en el momento en el que mi cabeza tocó la almohada, todo se volvió negro y no volví a abrir los ojos hasta el día siguiente.

(...)

- Joder -maldije cuando la alarma que había colocado el día anterior empezó a sonar demasiado fuerte.

Cuando intenté levantarme de la cama, perdí el equilibrio y acabé en el suelo, envuelto aun con la manta por alguna extraña razón. Por fin pude apagar la alarma una vez me levanté resignado y me dirigí al baño a lavarme la cara, para evitar caer en la tentación de volver a entrar en la calentita manta que envolvía mi cama.

Me cambié rápidamente y, sin fijarme mucho en mi reflejo, bajé hasta el restaurante del hotel, donde servían un menú en catering que entraba con la habitación. A esa hora, claramente, no había casi nadie en esa estancia. Cuando fui a ver que había para desayunar casi lloro de alegría al darme cuenta de que todavía había un montón de cosas para comer porque nadie había bajado aun. Por lo menos el día empezaba bien.

Sobre Hielo - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora