Sobre Hielo - Kookmin

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Estaba nervioso. Mucho. Pero eran ese tipo de nervios que de alguna manera puedes controlar, que no te afectan tanto. Al tener el primer turno del día, no iba a tener tiempo de mentalizarme luego del calentamiento, así que me encontraba patinando distraídamente, casi perdiendo el tiempo, mientras calentábamos antes de empezar los programas libres.

Hice un par de saltos sencillos, pero evité los cuádruples. Si los fallaba ahora, mis ánimos caerían en picado.

Una sirena sonó indicando que el entrenamiento había terminado, así que en menos de un minuto todos los patinadores estaban fuera de la pista, incluido yo.

Jungkook se acercó un momento, disimuladamente, y me susurró palabras de ánimo.

- LO harás genial, Minnie -me dio una sonrisa-. Te quiero.

Me quedé paralizado ante esas palabras, pero antes de que pudiera responder, Jungkook ya estaba lejos de mí. Bajé mi cabeza para disimular la gran sonrisa que había en mi cara.

- Representando a Corea del Sur: Park Jimin -anunció una voz femenina por los altavoces de la pista.

En ese momento, supe que era mi turno de salir al hielo y darlo todo. Salí patinando por la pista, dando vueltas alrededor de la pista y haciendo algún que otro saltito o vuelta para acabar de calentar.

Cuando estuve listo, me coloqué en el centro del hielo y esperé a que la música empezara. Un piano soltando notas rápidas y agudas dio el inicio de mi programa.

Alcé mi cabeza y di una sonrisa ladeada, metiéndome por completo en el personaje. Un demonio, alguien que ha pecado.

Uy, lo que yo sé de pecados...

La coreografía era algo sensual en algunas partes, sobre todo por el vestuario que llevaba, que tenía una buena brecha en la parte del pecho que dejaba ver parte de mis pectorales. Normalmente me ponía una camiseta debajo para tapar un poco de piel, pero decidí ir con todo esa vez.

Varias vueltas y secuencias de pasos rápidos algo estresantes debido al ritmo de la música, eso es lo que siguió. La entrada que haría para realizar el salto estrella sería sencilla, para asegurar un buen aterrizaje. Limpio y seguro.

Mientras sonaba la música, el salto se iba acercando. Cada vez más. Hasta que llegó el momento de coger velocidad y saltar.

Saqué mi pierna derecha y salté con todas mis fuerzas, acompañando el giro con un movimiento rápido de torso. Cuatro y media, eso es lo que giré.

Un gran vítor unánime de toda la audiencia se oyó cuando mi cuchilla tocó el hielo segura, sin ningún atisbo de desequilibrio. No pude evitar sacar una buena sonrisa y apretar mis puños, satisfecho.

«¿Me estás viendo, papá?»

Le di una sonrisa al techo del pabellón, en dirección al cielo, y seguí la coreografía. No podía relajarme. Los pasos que venían no eran fáciles para nada, y si me despistaba podría mandar todo a la mierda en un segundo.

Por mi mente pasaron imágenes de todo lo que había pasado dentro de nuestro equipo en los últimos meses. Las peleas, la tensión, las miradas de odio. Todo eso escenas una detrás de otra en mi pensamiento, casi al ritmo de la música que sonaba por los altavoces y al ritmo de mis pasos.

Llegó el tercer salto, y luego el cuarto. Mis patines parecía que no iban a permitir que mi cuerpo tocara el suelo, para nada. Los clavé todos, como ya había hecho en la Copa Rostelecom. Al llegar al quinto salto, el cansancio estaba empezando a consumirme, pero no desistí. Cogí impulso y giré marcha atrás. Saqué la pierna que daba al interior de la pista y salté hacia arriba. Un cuádruple salchow.