Ella es solo una mujer fría y sin corazón

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—Adiós, Morita

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—Adiós, Morita.

Miro una última vez esa pantalla en donde mi fondo era una foto de Elsa y yo, ambos vistiendo suéteres iguales mientras había una sonrisa en nuestros rostros. No me importa que las personas noten que una lágrima resbala por mi mejilla cuando me obligué a cerrar mis ojos con fuerza al no querer ver más el rostro de esa mujer que me hizo creer que me amaba.

Aprieto con fuerza mi celular antes de dejarlo caer con fuerza contra el piso, escuchándolo destrozarse al momento de que tocó con el pavimento. Abro mis ojos para ver la pantalla destrozada, la batería había caído lejos de donde estaban las demás partes del teléfono, lloré cuando lo pisé con fuerza, como si con eso quisiera destruir lo que sentía por Elsa, pero en realidad, lo único que sentía era demasiado dolor.

—Ya basta —ordenó Aster. Su mano me toma del brazo para alejarme de ese aparato que ahora estaba destrozado en el piso—. Debes subir.

Miro con tristeza a mis hermanos, los tres se acercan hasta mí para abrazarme y demostrarme su cariño al estar abrazándonos los cuatro al mismo tiempo. La que me abraza con más fuerza es Emma, quien no quería soltarme, dejándome sentir como su cuerpo comienza a respirar con rapidez al comenzar a llorar.

Los tres se alejan para que yo pueda subir al avión, les brindo una pequeña sonrisa a mis hermanos y a mis amigos, queriendo ignorar las lágrimas que resbalaban por mis mejillas. Me doy la vuelta, subiendo a mi hombro esa mochila en donde llevaba una laptop y una chaqueta, subiendo esas escaleras con lentitud, al tener la estúpida esperanza de que escucharía la voz de Elsa llamándome, el verla llegar hasta el último momento como en las películas o series de televisión. Pero... Eso no pasó.

Me quedo de pie unos segundos, mirando hacia la entrada, esperando ver que Elsa llegue, pero me obligo a seguir caminando cuando la señorita azafata me llama, diciéndome que el piloto ya estaba listo para despegar. Agacho mi cabeza y entro finalmente al avión, girándome para ver cómo se encargan de cerrar la puerta frente a mí, viendo por última vez a mis amigos y hermanos, que me despiden con un movimiento de mano y unas sonrisas fingidas.

—¿No podemos esperar un poco más? —supliqué.

—Lo siento, señor —me respondió ella—. Una vez que las puertas se cierran no hay marcha atrás.

Asentí con mi cabeza, entendiendo que ella no iba a llegar, sigo el camino que la señorita me indica para llegar a mi asiento, escuchando una voz como si estuviera a lo lejos, diciéndome las indicaciones correspondientes, pero mi concentración y mirada solo estaban dirigidas hacia esa ventana en donde aún puedo ver a mis seres queridos despidiéndome. Les brindo una pequeña sonrisa y me despido moviendo mi mano cuando el avión comienza a moverse.

Mi sonrisa se evapora cuando ya no los veo por culpa de que el avión comienza a ir más rápido, bajo mi mirada hacia esa mochila que ahora se encuentra en mi regazo, sacando de esta esa única fotografía que ahora me quedaba de Elsa, esa foto que nos tomaron cuando estábamos debajo del muérdago, en donde ella y yo nos estábamos besando. Una sonrisa triste se dibuja en mis labios cuando acaricio con la yema de mis dedos el perfil de Elsa, notando como una lágrima cayó sobre la fotografía cuando volví a llorar por su culpa.

Querido Jack:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora