¿Acaso usted jamás se ha enamorado?

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Las puertas del elevador se abren frente a mí, dejándome ver un pasillo con las paredes de color café, al fondo hay una gran ventana, dejando como adorno a su lado derecho una hermosa palmera de salón, siendo ese el único adorno que está en ese lugar

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Las puertas del elevador se abren frente a mí, dejándome ver un pasillo con las paredes de color café, al fondo hay una gran ventana, dejando como adorno a su lado derecho una hermosa palmera de salón, siendo ese el único adorno que está en ese lugar. Salgo con Olaf a mi lado, viendo solo un par de puertas, estando una enfrente de la otra.

Ignoro por completo a la chica de cabello castaño que está de espaldas frente a mí, mirando hacia esa ventana como si no se hubiera percatado de mi presencia. Arrastro mi maleta y subo mi mochila cuando siento que las agarraderas se resbalan por mis brazos, siendo esa la oportunidad de Olaf para ir corriendo hacia esa chica.

—¡Olaf! —llamé en un grito—. ¡Ven acá!

Mi perro me ignora y va hasta esa chica, la cual finalmente reaccionó cuando Olaf se colocó en dos patas a su lado, viendo como aquella castaña se tambaleó cuando se puso de esa manera. Suelto mi maleta para ir hasta donde estaba, quitándoselo de encima al jalarlo de la correa.

—Lo siento mucho.

Levanto mi mirada para ver el rostro de la chica, quedándome unos momentos sorprendido cuando la vi. Al parecer ella notó que la miré con asombro, ya que de inmediato bajó su cabeza para que no viera más tiempo ese rostro golpeado: La comisura de su labio tenía un color morado por el golpe que recibió, su ojo derecho estaba inflamado, con un color rojizo como si hubiera llorado, estando amoratado por fuera al también recibir un fuerte golpe.

—Está bien —dijo ella—. No importa, me gustan mucho los perros.

Olaf se sienta delante de mí, mientras yo solo soy capaz de seguir viendo a esa chica de cabello castaño, ojos color avellana y piel morena temblar como si tuviera miedo de mí. Mi mirada la recorre de pies a cabeza: Viéndola usar un pantalón de pijama negro y holgado, un suéter del mismo color bastante grande para alguien de su tamaño, dejando al final sus pies descalzos.

Por un momento, llega a mi mente la imagen de Elsa golpeada, aquella imagen que vi cuando Calhoun me estaba diciendo de la vida de Frollo, sintiendo un dolor en mi pecho cuando la mujer que estaba frente a mí no era esa vecina que tendría, era Elsa. Hago mi mano puño cuando siento la necesidad de estirar mi brazo y darle un fuerte abrazo, queriendo de alguna manera reconfortar a esa desconocida que me recordaba a la mujer que amaba.

—Soy Shank —dijo, estirando una de sus manos—. Supongo que tú debes ser la persona que se va a mudar al departamento de enfrente.

—Sí, soy yo —respondí, estrechando mi mano con la suya—. Mi nombre es Jackson.

—Un gusto en conocerte, Jackson.

Suelto mi mano de la suya para no seguir tocando esa cálida mano, guardándola dentro del bolsillo de mi sudadera, me coloco la capucha y tomo la correa de mi perro, regresando por mi maleta, sacar de mi mochila las llaves que mi padre me dio para este departamento y entrar. Dejando afuera a esa chica golpeada, que no hacía más que mirar todo lo que yo hacía.

Querido Jack:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora