Debí haber entendido que nuestra relación no era normal y mucho menos era sana para ninguno de los dos, en especial para mí. Yo tendría que haber quitado de mis ojos esa maldita venda que Hal me había colocado desde el primer día que me golpeó a causa de una acalorada discusión en donde la única que salió perdiendo todo fui yo, siendo esa la primera de mis varias derrotas.
"Lo siento, te prometo que no volverá a suceder."
¡Vaya mierda de mentiroso!
"Debes admitir que tú tuviste la culpa, no dejabas de hacerme enfadar."
¡No es tu culpa, idiota!
"Si alguien te pregunta: diles que te caíste en el baño."
¡Denúncialo!
"Sabes que te amo, te prometo que cambiaré por ti."
¡Maldito mentiroso!
"A nadie le importas, solo yo me preocupo por ti."
¡Vuelve con tus padres, ellos te aman!
"Tu lugar es aquí conmigo."
¡Debes salir si quieres seguir con vida!
Cada doloroso recuerdo, cada maldito golpe, cada humillación y cada vez que era ultrajada por él, me hacía sentir como cada vez más y más me sentía insegura y débil. Creyendo que nadie podría ayudarme, que a nadie le importaría si me llegaba a pasar algo malo; convenciéndome esa voz en mi mente que estaba completamente sola en esta lucha en donde tenía todas las de perder contra ese maldito que, me triplicaba el peso, la altura y por supuesto la fuerza.
Siempre una sonrisa triste y sobre todo adolorida por los golpes que recibía la noche anterior, se hacía presente en mis labios cada vez que ese maldito pelirrojo salía por la puerta principal; dejándome completamente sola en ese departamento en donde alguna vez fui feliz a lado de mi verdugo, en donde imaginaba cómo sería ese día en donde tendríamos unos hermosos hijos.
Cada sueño, cada ilusión y cada momento de felicidad que yo llegué a sentir dentro de mí, se esfumó como el humo de un incendio que fue extinto. Imaginándome que mi corazón y cada sueño e ilusión que tenía cuando comencé a compartir mi vida a lado de Hal, se evaporó cuando él con sus gritos, con sus golpes y con su abuso tanto físico como verbalmente llegaron a irrumpir con rudeza en nuestra relación, siendo el agua que apagó el cálido fuego que había en mi corazón.
Ese frío aparato que había en mi mano parecía quemarme como una ardiente llama de fuego, sin poder dejar de ver esos tres números que había en la pantalla, esos mismos dígitos que harían que los oficiales llegaran a salvarme de este departamento que se había transformado en mi propia celda. Mi cuerpo tiembla cada vez que quería apretar ese botón para realizar mi llamada, temiendo de inmediato de lo peor.
Mi maldita cobardía no me dejaba pedir ayuda, mi mente me gritaba que dejara de hacer estupideces, que dejara de fingir que era una mujer fuerte cuando en realidad no lo era. Regresando ese blanco teléfono inalámbrico a su lugar; perdiendo la cuenta de todas esas veces que decía que llamaría a la policía, que lo demandaría y me aseguraría que se refundiera en prisión por todo lo que me había estado haciendo durante todos estos años.
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Querido Jack:
أدب الهواةTal vez, y solo tal vez... Regresó a mi vida para terminar de destruirme.