Nunca he sentido miedo de ti

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Jack abrió la puerta para mí, dejando que fuera yo la primera en entrar a ese departamento oscuro y vacío por la falta de muebles, escuchándose el eco cuando la puerta fue cerrada detrás de mí, encontrándonos una vez más solos en ese lugar en dond...

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Jack abrió la puerta para mí, dejando que fuera yo la primera en entrar a ese departamento oscuro y vacío por la falta de muebles, escuchándose el eco cuando la puerta fue cerrada detrás de mí, encontrándonos una vez más solos en ese lugar en donde habíamos sido tan felices, en donde habíamos pasado tantos momentos hermosos y que guardaba en mi corazón como lo más preciado de este mundo.

—¿Segura que quieres estar aquí? —me preguntó Jack, acercándose a mí.

—Sí, quiero estar aquí.

Caminé un poco más hasta llegar al ventanal, sentándome frente a este y ver la hermosa vista que había de la ciudad, mirando con fascinación como el atardecer coloreaba los edificios, los árboles e incluso las personas de un color anaranjado por ese atardecer que estaba a punto de llegar a su fin, para ahora ser la noche la que tomara su lugar. Abrazo mis piernas, dejando mi barbilla sobre mis rodillas, permitiendo que un suspiro saliera de mi boca.

No giré mi rostro cuando Jack se sentó a mi lado, flexionando también sus piernas y dejar sobre sus rodillas sus antebrazos, fijando sus azules ojos a la vista que nos ofrecía ese departamento. Ninguno dice nada, quedándonos cada uno absortos en nuestros pensamientos, estando segura que él también pensaba en nuestro hijo y en todo lo que nos pasó durante este tiempo.

—Siempre nuestro problema ha sido que nos quedamos callados —dijo finalmente Jack—. Desde un inicio nos hemos ocultado cosas para no querer hacernos daño, pero, eso solo empeora las cosas.

Dejé de mirar el atardecer para ahora verlo a él, fijando mi mirada en su perfil por darle la razón en lo que estaba diciendo. Siempre nos hemos ocultado cosas para evitar querer hacernos daño, pero en realidad, todo eso provoca lo contrario, todo lo empeoramos por nuestro silencio y solo hacemos que el dolor que tratamos de evitar, crezca cada vez más.

—Hay algo que quiero decirte —habló primero, bajando su cabeza antes de hablar—. Desde que me fui, nunca dejé de amarte, pero, cuando regresé, solo fingía que ya no sentía nada por ti por el miedo que tenía de que me volvieras a lastimar. Te lastimé solo por querer evitar salir lastimado otra vez.

Bajé la cabeza, recordando como me rechazaba antes cada vez que trataba de acercarme a él.

—Yo también te he lastimado —admití en voz baja—. Debí decirte desde un inicio que Anna, me estaba amenazando con abortar si no terminaba contigo. Esa noche en la playa debí decirte la verdad y no huir como una cobarde, debí decirte la verdad y no seguirle el juego a ella.

—Anna me confesó todo —admitió, sintiéndome sorprendida por eso—. La noche que te disparó Robert, me confesó todo lo que te hizo hacer. Elsa, todo hubiera sido diferente si me hubieras dicho la verdad cuando llegué, pero, fue mi culpa también, porque no te dije que ella ya me había dicho que estaba embarazada, cometimos muchos errores y eso nos causó mucho daño.

Acerqué mi mano a la suya, entrelazando nuestros dedos unos momentos antes de acercarla a mi rostro, dejando esa cálida mano sobre mi mejilla. Cierro mis ojos cuando su pulgar acaricia con delicadeza mi piel, sintiendo como se acerca más a mí, dejando sus labios sobre mi frente.

Querido Jack:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora