Capítulo 10

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Entramos en la iglesia y nos soltamos las manos. Ana Julia me miró desconfiada y me senté a su lado. Juan Lucas se sentó al lado de Jonas, y entonces, dirigí mi atención al pastor.

Él hablaba sobre el perdón, específicamente sobre la parábola del hijo pródigo. Percibí que Anajú se removía en el banco. Ella parecía absorber cada palabra.

—Aquel hijo que se fue de casa no tenía ninguna esperanza de ser recibido de la manera que aconteció. Probablemente esperaba rechazo y mucha crítica, pero su padre actuó de forma diferente, él lo trató con todo el amor del mundo. Dios actúa así. Él siempre nos acepta de vuelta con todo el amor. Para Dios, no importa lo que hiciste, lo que importa es si de verdad te arrepentiste, si cambiaste tus pensamientos y actitudes. Él te quiere completamente. Quiere cuidar de ti, capacitarte para usarte como instrumento para su reino. Al hermano del chico no le gustó la forma en que su padre lo acogió. Él esperaba que su hermano fuera reprendido y castigado. Así somos nosotros también, estamos esperando siempre un error de un hermano para poder corregirlo. Pero antes de hacerlo, examínese, corríjase, y después, evalúe si usted desea ser corregido de la misma manera que le gustaría corregir a otro. Jesús es el mayor ejemplo de perdón que tenemos. No juzgó ni señaló con el dedo a nadie aun siendo Dios. Entonces respóndase: ¿Por qué nosotros, siendo humanos y pecadores, nos creemos con el derecho de juzgar? Piense, reflexione y tenga cuidado de no juzgar a nadie y, aún más, de no tropezar con el mismo error de ellos.

En ese momento Ana Julia ya estaba llorando, y cuando el pastor hizo el llamado, la emoción me embargó cuando ella se levantó y pasó al frente. No sabía si reír o llorar, sólo estaba segura de una cosa: Dios nos sorprende de todas las formas posibles, y allí estaba Él sorprendiéndome nuevamente.

(...)

Después del servicio Juan y yo acordamos reunirnos para hablar esa noche.

Anaju todavía estaba maravillada por la sensación de plenitud que nos da el Espíritu Santo. Jonas estaba encantado por ella, aunque no lo admitiera. Y Lorena huyó de mí. Sé que ellos pasaron por algo cruel, pero yo quiero ser su amiga también; pero no actuaré por impulso, voy a tener cautela y a orar.

—Se puede ver el humo saliendo. ¿Qué tanto piensas, Mel? —Anaju me toma del brazo y exhibe una sonrisa traviesa.

—Estoy pensando en Lorena —respondo con un suspiro. Veo a Anajú poner los ojos en blanco.

—¿Por qué te preocupas por ella? La chica ya ha dejado claro lo que piensa de ti, y si tú y Juca empiezan una relación, ella tendrá que aceptarlo ­—Anajú se cruza de brazos irritada.

—Aún no lo entiendes, pero lo harás y cuando lo hagas verás que eso no es lo mejor. No sé qué quiere Dios de mí relación con ella, pero necesito paciencia para actuar y pronto lo sabré.

Ella no dice nada, sólo me abraza.

(...)

—¿Cómo te sientes? —Mamá se sienta en mi cama preguntando de forma animada.

—¿Bien? —pregunto desconfiada—. Mamá, ¿qué pasa? —estaba aprensiva, pero esa sensación pronto terminó cuando Anajú entró en mi habitación cerrando la puerta, y gritando que él estaba aquí.

—¿Quién es él? —fruncí el ceño y puse mi Biblia en la mesita de noche. Las dos esbozaban grandes sonrisas.

—Pues quien será ¡Tú chico ungido! —Anajú respondió, provocando una carcajada en mi madre. Puse los ojos en blanco, salté de la cama a la velocidad de la luz y corrí al baño. Me distraje totalmente leyendo y, ahora, voy a tener que prepararme deprisa.

Un Largo ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora