Capítulo 4

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ANA JÚLIA

Ser la hermana menor no me llevó a ser mimada, o tener todo lo que quería, mi hermana consiguió arrancarme la atención de mis padres y la libertad que tenía.

Cuando Melissa se involucró con Caio, sentía envidia de ella por tener un novio. Cuando fue arrestada tenía miedo de no volver a verla.

Conforme los años fueron pasando, su presencia dejó de hacerme falta y pasó a provocar ira. Me arrancaron mi libertad sin haber hecho absolutamente nada para merecer aquello. Siempre procuré seguir todo lo que mis padres me enseñaron y, sin embargo, la palabra que más he escuchado, es "no".

En este momento, estoy sentada en la mesa, escuchando como ellos charlan sobre la libertad de ella. Sinceramente, me apetece usar tapones para los oídos sólo para alejarme de ese asunto.

—¿Está todo bien, hija? Estás muy callada —mi madre es maravillosa, nunca hizo comparaciones entre Melissa y yo, pero me quiere obligar a amarla y yo, ni siquiera, puedo conseguirlo.

—Estoy bien, sólo un poco cansada por la universidad. Hoy fue un día intenso —fuerzo una sonrisa y pincho la comida. Mis padres no se dan cuenta de lo incómodo que es para mí, ser cargada de esa manera. Por eso culpo a Melissa, ella fue quien causó este caos en mi vida.

—Hija, mañana vamos a visitar a tu hermana y queremos que vayas. Ella preguntó por ti —dijo mi padre, y me miró con esperanza. Tenía ganas de decir que sí, pero la rabia habló más fuerte.

—No voy a ir. Cuando salga de allí, nos veremos —respondí enojada. Papá respiró hondo, sabía que estaba aguantando para no enloquecer.

—¿Por qué? Sé sincera conmigo, Ana Julia —indagó mi madre, y con certeza estaba triste, yo detestaba verla de ese modo.

—No tengo ganas de hacerlo. Estoy enfadada con ella. Lo siento mucho.

Me levanté de la mesa antes de que papá se volviera loco y declarara uno de sus discursos sobre el perdón, algo que ya sabía.

Los primeros meses sólo quería a mi hermana de vuelta. Después de un tiempo, solo quería que mis padres estuvieran bien. Vi a mamá llorando varias veces, cuando despertaba por la noche para ir al baño. Ella también oraba, creía que papá no lo sabía, pues no se lo tomaría tan bien; al menos, eso es lo que pensé hasta que lo vi hacer lo mismo, o intentarlo. Parecía estar luchando con Dios.

Melissa siempre fue mi ejemplo a seguir, la echaba de menos, lloraba mucho con lo que los demás decían, y también fui víctima de bullying, nunca les dije nada a ellos, sólo intentaba hacerles felices. Me sentía responsable de eso, ya que Melissa los hizo llorar, ellos no necesitaban a otra hija problemática.

Empecé a aislarme y a dedicarme totalmente a los estudios. No tenía más amigos y, en lo posible, evitaba salir. Ingresé a la carrera de mis sueños, en la universidad. Todo estaba yendo muy bien, hasta que empezaron las exigencias para que fuese a visitar a mi hermana en la cárcel. Odio discutir con mis padres y ese tema siempre nos lleva al desacuerdo, todo porque me opongo.

Pasé un año enamorada de un chico muy agradable, pero él quería una prueba de amor que yo no estaba lista para dar, y terminó conmigo; Igor, era molesto e insistente a veces. En una ocasión, casi me hizo sentir culpable por algo que él mismo había hecho.

En fin, mi vida era sosegada, un tanto irritante y muy herida. No quería admitir ante nadie lo que sufría con todo lo sucedió, sólo quería olvidarlo.

Cinco meses después

Faltaba menos de un mes para que Melissa volviera a casa. No entendía mis sentimientos desenfrenados. Mi sistema nervioso estaba alterado, todo me irritaba, sabía el porqué, pero no quería hablar sobre ello, ya que entonces todo se complicaría.

Podría parecer que ya no la quería aquí. La echaba de menos, pero también la quería distante. Ni siquiera estoy segura de cómo razonaba, mi cabeza sólo procesaba la información de que mi hermana en breve estaría en casa.

—¿Qué tanto piensas, amiga? ¿Pasó algo? —Leticia me miraba con atención, aunque yo sabía que pronto lo olvidaría y seguiría coqueteando con los chicos de la mesa de al lado, sus relaciones amorosas no duraban, siempre estaba buscando un chico nuevo.

—Sí, pasa que mi hermana volverá, y no me siento preparada para darle el recibimiento —suspiré esperando que dijera algo más, pero ya había desviado su atención al chico sentado a su lado. Puse los ojos en blanco y volví a mi comida, dejando que mi mente volara.

Cuando terminamos de almorzar nos encontramos con Ramona, mis amigas eran muy diferentes a mí, les gustaba las fiestas, salían con chicos diferentes cada vez, y no se esforzaban por obtener buenas notas. Es incluso irónico que salga con ellas siendo tan opuestas, pero las quiero y, de alguna manera, siento que necesito estar aquí con ellas e intentar influenciarlas de alguna forma.

—Eh, si no dejas de poner esa cara, te dejaré atrás —Ramona cruzó los brazos, y me miró con reproche, lo cual era parte de su personalidad.

—Ella ha estado así desde temprano, Mona, por algo relacionado con su hermana —Letícia habló mientras intercambiaba mensajes por el celular con alguien.

—Amiga, olvídalo. No tiene sentido perder el tiempo y la tranquilidad con alguien así. Intenta mostrarle a ella, que has crecido y que ya no la necesitas —Ramona hablaba con una naturalidad, que me dio incluso miedo.

Sólo asentí con la cabeza. Realmente, esa posibilidad pasó por mi mente, pero mi corazón gritaba otra cosa.

Un Largo ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora