Capítulo 17

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JUAN LUCAS

Pasé el día con una sonrisa estampada en mi rostro después de recibir la llamada de Mel, pero había algo que me dejaba angustiado, no sabía qué; sin embargo, sentí un apretón en el corazón y una repentina preocupación por mi hermana. Fui a su habitación para calmarme.

—Lore, ¿está todo bien? —estaba sentada en la cama concentrada en un libro. Lo dejó y me miró enfadada por haber interrumpido su lectura.

—Juca, ¿cuántas veces te he dicho que no me molestes cuando esté leyendo? —solté una carcajada, y entré dándole un beso en la frente y luego salí, convencido de que estaba bien. Volví a la cocina y terminé el almuerzo.

(...)

Al aproximarse el horario acordado con Mel, estaba indeciso sobre qué ropa ponerme, lo que era inaudito, todo por culpa de mis nervios.

Corrí hacia la habitación de Lorena nuevamente, ella estaba muy bien arreglada. Fruncí el ceño.

—¿A dónde vas? —pregunté, sintiendo de nuevo aquella opresión en el pecho.

—Voy a salir con una amiga, no te preocupes, estaré en casa antes de las doce —asentí con la cabeza, aunque estaba preocupado.

—¿Qué has venido a pedirme, realmente? —ella preguntó con una sonrisa socarrona, Lorena me conoce lo suficiente como para saber cuándo necesito su ayuda.

—Ayuda con la ropa —le di mi mejor sonrisa y ella se burló. Fuimos a mi habitación y después de cinco cambios conseguí algo digno de aquel encuentro.

Abracé a Lore, en agradecimiento, y le di un beso en la frente.

—Por favor, ten cuidado pequeña y no dudes en llamarme si me necesitáis —me abrazó y se despidió. Me quedé un tiempo allí, pidiendo a Dios que la protegiera, sentía la necesidad de hacerlo, Lorena me había estado desafiando mucho.

¨¨¨¨

Pasados algunos minutos, Melissa casi me deja sin aliento, estaba preciosa y sólo puede imaginarla siendo mía para siempre. Tuve que controlar mi respiración y exhibí mi mejor sonrisa. Nos saludamos y nos quedamos un tiempo abrazados, el perfume de ella era embriagador, no quería separarme, pero era necesario.

Me vendó los ojos y me arrastró hasta el auto. Cuando llegamos al lugar, me tropecé dos veces y estoy seguro de que ella puso los ojos en blanco, es una manía que ya conozco bien.

Me senté en una silla y me dijo que podía quitarme la venda. Ver a Melissa cantando y tocando el piano me hizo viajar al día en que mi madre me enseñó la primera nota, dejé de tocar cuando ellos se fueron. Sin embargo, en una decisión repentina empecé a tocar con ella. Estábamos en una increíble armonía hasta que sonó mi celular, ignoré el primer y segundo tono, pero fue imposible no contestar el siguiente, e inevitable, no derrumbarme cuando escuché lo que decía el paramédico al otro lado de la línea. Lorena había sufrido un accidente y estaba siendo trasladada de urgencia al hospital central, el chico que iba conduciendo había sufrido pocas lesiones.

Estaba aturdida por todo lo que escuché y sólo podía llorar. Melissa me abrazó y, al cabo, de unos minutos su padre ya nos estaba esperando para llevarnos al hospital. Estuve orando todo el tiempo, ella es mi única familia y no puedo perderla.

(...)

Hace casi una hora que nos encontrábamos esperando y nadie nos daba noticias. Descubrí que el chico que estaba con ella era Rogelio. No me gustó saber eso y, tan poco, el haber descubierto que Lorena había ido a una fiesta.

Un Largo ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora