Capítulo 16

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LORENA

Perder a mis padres al comienzo de la adolescencia no fue fácil. Hoy ya no me duele tanto, pero ellos aún me hacen mucha falta. Amo a mi hermano, él me cuida y vela de mí desde entonces, sé lo mucho que me ama, pero no puedo dejar de extrañar a mis padres.

Al principio estaba enfadada con Dios y lo culpaba de lo que ocurrió. Me involucré con las personas equivocadas y casi perdí mi virginidad en una raves. Juca no sabe sobre eso, nunca tuve el valor de decírselo, no quería decepcionarlo. Fue en esa época que conocí a Rogelio. Nos hicimos amigos y empecé a nutrir sentimientos por él, que no eran correspondidos.

Mi hermano me ayudó a volver a la iglesia, y entonces, volví a ser aquella chica sonriente, al menos eso era lo que pensaba. Juca siempre fue un hermano comprensivo y amoroso, pero también muy insistente, quería que le acompañara a la cárcel, sin embargo siempre me negué. Era demasiado doloroso intentar ayudar a personas que hacían daño a otras, eso me recordaba a mis padres. No sé quién hizo aquello, ni por qué lo hizo, pero siento una tremenda rabia, ya le he pedido a Dios que quite ese sentimiento de mi corazón; no obstante, continua allí. Es doloroso.

Me estaba yendo "bien" con mis elecciones y me acercaba más a Rogelio, él fue un buen amigo, hasta que empezó a mostrar cierto interés por mí, y claro, yo correspondí. Me trataba como una princesa, pero a Juan Lucas no le gustaba, decía que Rogelio no le inspiraba confianza y me quería lejos de él. No le presté atención, al contrario, fui obstinada.

Estaba interesada en él, pero también quería que Juca sintiera en su piel, lo que yo sentía al tener que aceptar su relación con Mel. Discutíamos casi todos los días, profería palabras que lo herían, y él siempre respondía molesto, nuestra relación se estaba yendo por el desagüe. Un día, después de haber ido a una fiesta con unos amigos, cuando llegué a casa, Juan Lucas me estaba esperando, él dormía en el sofá con el celular en la mano. Lloré mucho, estaba haciendo todo lo contrario a lo que él me enseñó y no podía salir de esa vergüenza. Subí a mi habitación y me desvanecí en la cama, tendría que darle una explicación, pero no tuve el valor.

(...)

Al día siguiente Juca no me recriminó nada, al contrario, sólo me pidió que tuviera cuidado. Me pareció extraño pero no lo cuestioné, él estaba diferente y eso me incomodó, no discutió ni me pidió una explicación, solo actuó como si nada estuviera pasando, me dejó allí absorta en pensamientos, y sintiéndome mal por el engaño, por vivir dos vidas.

Mi relación con Rogelio iba viento en popa hasta ese día. Fui a verlo, y casi me da algo, cuando lo vi besando a otra chica.

—¿Es así como dices que me amas? —hablé en voz alta llamando la atención de los dos, él tenía una gran sonrisa y cuando vi a la chica, una rabia súbita me tomó y quise abofetear a Luisa, ¿cómo tuvieron el valor de traicionarme?

—Eres más tonta de lo que pensaba. ¿Realmente creíste que me iba a quedar contigo para siempre? —Rogelio estaba irreconocible, de hecho, creo que finalmente estaba viendo quién había sido siempre.

—¿Por qué? —ya no lo amaba, la rabia por la traición me estaba carcomiendo.

—Simple, sólo me estaba divirtiendo contigo, y si no fueses tan miedosa nos podríamos haber divertido más —cuando entendí sus palabras, dejé que las lágrimas descendieran y agradecí a Dios que nunca me entregué a él.

Me limpié la cara de manera brusca y lo señalé con el dedo.

—No me busques ni intentes acercarte. Y tú, Luisa, olvídate que existo.

Les di la espalda y salí a toda prisa, al menos, hasta cierto punto porque pronto mi cuerpo se rindió al dolor. Me senté en un banco hasta que me calmé y cuando me estaba levantando me tropecé con alguien, y casi me caigo, realmente mi día no fue bueno.

—Eso estuvo cerca, ¿estás bien? —reconocí la voz y solo levanté la cara para asegurarme.

—¿Guillermo? —el exhibió una sonrisa.

—Pensé que estaba diferente, pero por lo visto no he cambiado nada, me reconociste muy rápido —él apretó mi nariz como hacía cuando éramos niños, y yo solo sonreí débilmente, no tenía ganas de recordar el pasado.

—Siento decepcionarte. Tengo que irme ya, hasta la próxima —antes de que pudiera seguir mi camino, él simplemente me abrazó y me derrumbé. No pude contener las lágrimas y las dejé caer libremente mientras mi amigo me abrazaba.

(...)

Después de dejarme en casa, Guillermo se fue con la promesa de que volvería para que pudiéramos hablar y pudiera ver a mi hermano, que fue su líder cuando era más joven, me dio un beso en la frente y salió. Subí directamente a mi habitación. Me tiré en la cama y me dormí después de llorar mucho.

Ese mismo día Juca fue a cenar con Mel, decidí no interferir, mi hermano siempre fue un hombre de fe y nunca se alejó de Dios, a diferencia de mí que me dividía entre dos caminos, y aun así, Dios no me abandonó, lo sentí así cuando sucedió lo de Rogelio y solo tengo que agradecerle todo lo que ha hecho.

(...)

Pasó una semana y Juan Lucas estaba callado y pensativo, decidí no interrogarlo sobre lo que estaba pasando porque mi vida también era un desastre.

Desde que descubrí aquella traición, he evitado reunirme con el embuste de Rogelio, aunque ya me había tropezado con él dos veces. En uno de esos tropiezos intentó forzarme a hablar con él y mi brazo se tornó morado; si Guillermo no hubiera aparecido, seguramente,  me hubiera agredido. Hablando de Gui, él ha sido un gran amigo y me ha ayudado, pero todavía no quiero volver a vivir sólo para Dios.

Sé que a mi hermano no le haría ninguna gracia descubrir todo lo que hice y hago, pero ir a fiestas también es gratificante, y fue precisamente en una de ellas donde todo ocurrió.

Rogelio estaba allí y yo no lo sabía, se acercó a mí y lo esquivé de todas las maneras posibles, hasta que llegó un momento en que me amenazó y me arrastró por el brazo hasta su auto. Temblaba de miedo y le pedía a Dios que me protegiera, y entonces, recordé algo que escuché: "Dios nunca nos abandona, pero tenemos que estar siempre vigilantes".

Dejé que una lágrima descendiera y oré en espíritu como hace mucho no lo hacía. Rogelio estaba borracho y conducía a una velocidad absurda, mientras se quejaba de que yo nunca había cedido ante él, hasta entonces mantuve un resquicio de calma; sin embargo, cuando pasó su mano por mi muslo me despabilé e intenté abrir la puerta del auto, aún en movimiento, siendo impedida por él.

Rogelio mantenía una mano en el volante y la otra en mi cabello mientras buscaba un lugar para estacionar, yo intentaba soltarme, pero él tiraba de mi con más intensidad. No sé en qué momento ocurrió todo, pero un auto chocó con el carro en el que íbamos y se volcó, yo iba sin el cinturón de seguridad y salí despedida del vehículo golpeándome fuertemente la cabeza contra el suelo, y me desmayé enseguida.

.......

Lorena se encuentra dividida entre vivir a su manera y vivir la clase de vida que a Dios le agrada. ¿Qué pasara ahora...?  

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