Capítulo 5

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Cinco meses después...

Falta solo un mes para que yo salga de este cautiverio. Desafortunadamente, la convivencia aquí ha sido complicada. Lurdes me atormenta más que antes, por el simple hecho, que hablo de Jesús. He dejado de luchar contra sus insultos y golpes. Paso más tiempo en la enfermería que en mi celda.

No sé qué lo que Dios quiere con todo esto, pero espero con paciencia.

—Buenos días, flor de la mañana —Ana está animada hoy. Ni siquiera había terminado de entrar, y ella ya me está abrazando y besando mis mejillas. Sólo pude reír ante la situación.

—Buenos días —respondo desanimada. Estos meses Ana me ha enseñado mucho, sobre cómo mantener la fe y amar a los que me hacen daño. Pero es tan difícil amar a Lurdes. Me mira como si fuera un estorbo.

—No desistas pequeña, no te entristezcas. Entrégale la vida de ella a Dios —dijo, como si pudiera leer mis pensamientos. Mis ojos se llenan de lágrimas y la abrazo. Mis sollozos son altos y siento mi cuerpo estremecer. Ana me consuela, y canta una alabanza que me enseñó tan pronto como le conté sobre mi conversión, lo que me hace llorar con más intensidad.

Después de tanto llorar, y realizar una oración, Ana arregló mis vendajes, y luego, volví a mi celda.

Mañana pondré en práctica lo que me enseñó, voy a ayunar y a orar durante todo este mes, haré la ley del silencio y no responderé a ninguna grosería que Lurdes me dirija. La trataré con todo el amor que Jesús me brindó.

Me acosté en el colchón. Los medicamentos para el dolor me produjeron un sueño terrible. Ana dijo que es normal que los analgésicos causen ese efecto. Tengo miedo, pero el sueño es incontrolable, y acabo durmiéndome rápidamente.

...

Un golpe en la barandilla me hace sentar rápidamente y llevo mi mano a la cabeza cuando siento una punzada.

—¡Desayuno! —la nueva carcelera grita, tira la marmita dentro de la celda y sigue adelante, sin al menos, decir un buen día. Cuando recojo la comida recuerdo mi propósito y la dejo a un lado.

Tomo mi Biblia y me dispongo a leerla.

Después de la lectura me arrodillo y oro, principalmente por Lurdes.

No sé por qué me trata así o por qué le caigo mal. Nunca hice nada en contra de ella.

Pido al Padre, que me dé fuerzas para no reaccionar con violencia, y que Él ponga amor por ella en mi corazón. También oré para ser libre de todo el dolor que guardo en mi corazón.

Después de orar, me levanté y fui al patio. No había terminado de llegar y ya me estaban esperando, respiré profundamente, luego comenzó la sesión de tortura. Y eso fue todo hasta el día de la rebelión.

Faltaba sólo una semana, para que yo finalmente saliera de aquí. Estaba quieta en mi celda leyendo mi Biblia cuando escuché gritos, algunas internas corrían y abrían otras celdas, entre esas la mía.

Ella sólo dijo que corriera y desapareció. Salí sin entender lo que estaba pasando.

Seguí caminando por el pasillo y me asusté, cuando vi a una de las "amigas" de Lurdes, apuñalarla por la espalda. Lleve las manos inconscientemente a mi boca. Ella soltó un gruñido de dolor y la otra mujer corrió dejándola en el suelo.

Mi lado humano deseaba su muerte, pero Jesús transformó mi corazón de tal forma, que el odio terminó convirtiéndose en amor. Corrí hasta donde ella se encontraba y giré su cuerpo, poniendo su cabeza en mis piernas. Lurdes respiraba con dificultad y hacía gestos por causa del dolor.

Un Largo ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora