Capítulo 3

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JUAN LUCAS

—Hermanito, hoy no voy a dormir en casa —Lorena está agitada y mueve las manos frenéticamente en un tic nervioso. La miro seriamente.

—¿Con permiso de quién, señorita? —enarco la ceja, y ella se humedece los labios un poco, lo que no dura mucho porque luego me señala con el dedo irritada.

—Ya lo habíamos hablado Juca. Voy a quedarme en casa de Alice —hace hincapié y me dan ganas de reír.

Mi hermana es completamente diferente a mí. Aparte del cabello castaño y los ojos claros, no nos parecemos en nada más. Es la copia de mamá. Mientras que yo me parezco a nuestro padre.

—Lore, sólo estoy bromeando —me río de su cara de indignación. Ella sale pisando fuerte y refunfuñando, lo que me hace reír un poco más.

Sólo somos nosotros dos. Nuestros padres fueron asesinados en un asalto. Sufrí mucho y Lorena pasó malos momentos después de lo ocurrido, sólo tenía doce años en ese entonces y fue un gran golpe.

Estoy agradecido de tener a Dios en nuestras vidas, o no me habría levantado. Hemos vivido ya cinco años sin ellos y esperamos la venida de Jesús para reencontrarnos nuevamente.

En ese momento tuve que lidiar con el dolor de ella y el mío. Mi hermana fue un regalo de Dios, un milagro. Cuando mi madre se embarazó, yo ya era una adolescente y quería un hermano para que jugara conmigo. Cuando Lore llegó, casi lloré, me derretí cuando vi sus ojitos. Hoy le agradezco a Dios por su vida. Somos sólo nosotros dos y Él.

Ella sufrió mucho con la pérdida de mis padres, se rebeló y abandonó la iglesia. Glorifico al Padre porque ella regresó. Ese día, había salido de casa por la mañana después de que discutimos, y no volvió. Estaba desesperado, pero Dios usó a mi amigo para hablarme y me tranquilicé.

Horas después me llamaron del hospital informando que ella había tenido un accidente, estaba inconsciente y necesitaría una cirugía. Fueron días de angustia hasta que se despertó. Lloré mucho, agradeciendo al Señor cuando ella dijo que no se alejaría más de Dios. Desde entonces, todo lo que vamos a hacer o si vamos a salir nos ponemos de acuerdo y nos comunicamos.

A veces, se pasa el día diciendo que ya es hora de que me case y tenga mi propia familia. Le expliqué que estoy esperando en Dios, pero al parecer le entra por un oído y le sale por el otro.

Amo a mi hermana y aunque ella espera como yo, cree que ya estoy viejo. Sonrío solo, recordando nuestras innumerables conversaciones sobre relaciones, en las cuales ella siempre dice que no me preocupe porque tiene buen juicio y espera en Dios.

—¿En qué estás pensando Juca? —Lorena me despierta de mi ensoñación. Ya está lista para ir a la escuela y por lo tanto ir a la casa de su amiga. Sus manos rodean mi cintura en su abrazo fraterno.

—En nosotros. Sabes, Lore, creo que es hora de que te lleve a servir conmigo en la cárcel —hizo una mueca.

Desafortunadamente mi hermana aún no consigue enfrentar eso, sin recordar a nuestros padres.

—Lucas, ya sirvo en la iglesia, no necesito ir a ese lugar —doy un suspiro. No quiero discutir y ese es un tema que siempre nos hace pelear.

—Todo bien entonces. No diré nada más, el día que te sientas lista irás —continúo sirviendo la mesa.

Termino todo y comemos en silencio, ella intentó hablar varias veces, pero no pudo.

El silencio también fue nuestro compañero durante el trayecto a la escuela. No quería discutir y mi hermana tampoco. Nos despedimos y me dirigí a la oficina donde trabajo con mi amigo. Somos socios.

—Buenos días, doctor —Carmen, mi secretaria me saluda y pongo los ojos en blanco.

—Carmen, espero no tener que repetir que no me llames así, dime Juan Lucas y listo —le sonrío, y entro en la sala sin esperar una respuesta, todos los días es la misma cosa y ella insiste en llamarme doctor.

Ni siquiera alcanzo a poner mi maletín sobre la mesa, cuando un huracán llamado Jonas entra en la estancia.

—¿Qué pasa hermano? -habla tirándose en mi silla y poniendo sus pies en la mesa.

—Buenos días a ti también —enarca la ceja y me mira como si supiese algo.

—¿Qué hizo la niña ahora? —él tomó una postura seria que casi me hace reír. Eso no va con él.

—Nada. Sólo creo que fui muy duro con ella. Intenté imponerle algo —suspira y gira los ojos.

—¿Le hablaste sobre servir de nuevo? -sólo asiento con la cabeza confirmando y recibo otro girar de ojos—. ¡Bro, ella no es tú! Lore servirá cuando sea el momento adecuado. Ella necesita aprender a perdonar primero, y después servir. Primero debe tratarse la herida, después ella va a cicatrizar. Y solamente cuando haya sanado, podrá seguir adelante —él respira hondo y continúa—: Si sigues demandando eso de ella, no lo hará. Espera en el Señor y Él la preparará.

Estoy de acuerdo. Dios siempre usa a las personas cuando le pedimos respuestas.

Él vuelve al estado normal y abre una sonrisa gigante.

—¿Y la chica del sueño? ¿Ya ha aparecido? —levanta las cejas varias veces.

—Aún no es el momento. Dios no es impaciente como nosotros y todo lo que hace, es perfecto.

—Lo sé, sólo pregunté porque tengo curiosidad. ¿Por qué será que no me ha revelado a mi esposa en un sueño también?

Me reí a carcajadas. Mi amigo tiene unas ocurrencias. Dios tiene un propósito y una manera diferente de hablar con todos.

—Jonas, todo tiene su tiempo. Descansa en el Señor y, no te preocupes que Dios esté preparando la persona adecuada para ti —le guiñé un ojo, él me saca la lengua y luego sonríe.

—Tienes razón. Es que estoy ansioso —se encogió de hombros y empezamos a reír como locos, hasta que somos interrumpidos por Carmen que da unos golpes en la puerta para avisarnos de la reunión.

Jonas sale de la oficina y yo recojo los documentos, mientras los organizo, los ojos marrones de Melissa invaden mi mente y sonrío. No consigo olvidarla y hace cinco meses que no la veo. Espero que ella esté apasionada por Jesús así como yo.

Termino de ordenar y dejo la estancia para otro día de trabajo.

Un Largo ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora